viernes, 30 de abril de 2010

¡SEA DIOS GLORIFICADO EN SUS SANTOS! CANONIZACIÓN DE NUESTRO VENERABLE PADRE JUSTIN DE CELIJE


El P Justin Popovic será oficialmente canonizado junto al P Simeon of Dajbabe el próximo domingo, 2 de Mayo

El Santo Sínodo de la Iglesia de Serbia ha publicado el siguiente comunicado:

En la session vespertina del 29 de este año, el Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Serbia, unánimemente y siguiendo las recomendaciones de los Obispos diocesanos, han añadido a los Dípticos de los Santos de la Iglesia Ortodoxa los nombres del Archimandrita Justín Popovic de bienaventurada memoria, de ahora en adelante Nuestro Venerable Padre Justin de Chelije, y a Simeón Popovic, Abad del monasterio de Dajbabe en Podgorica, desde ahora Nuestro Venerable Padre Simeón de Dajbabe

La conmemoración litúrgica de Nuestro Venerable Padre Justin de Chelije será el 1 de junio (14, según el nuevo calendario) y la de Nuestro Venerable Padre Simeón de Dajbabe el 19 de marzo (1 de abril según el nuevo calendario)

La glorificación de estos dos nuevos Santos tendrá lugar el próximo domingo 2 de Mayo en la Iglesia de san Sava de Vracar en Belgrado.

Homilia de nuestro Venerable Padre Justín (Popovic)

Aunque San Justín dijo esta homilia el día de San Sava ante el pueblo serbio, bien podemos aplicarnos sus conclusiones todos los cristianos ortodoxos independientemente de que seamos serbios, rumanos, griegos, rusos, españoles, búlgaros, ucranianos o americanos.

Que él, interceda siempre por nosotros ante Dios nuestro Señor





"Todo aquel que tenga sed, venga a mí y beba "


En mitad de Pentecostés escuchamos la llamada del Señor: "Todo aquel que tenga sed, venga a mí y beba " (Juan 7:37). Si esto es así, entonces vamos todos a correr hacia Él.

Los que tienen sed encuentran alivio en Él. Los que tienen sed de conocimiento han de dirigirse al Señor porque Él es la única luz que ilumina a los hombres.
El que tenga sed de purificarse del pecado y busque el agua que apague las llamas de sus conciencias, corra a Él porque rompió la sentencia de nuestros pecados cobre la Cruz. El que tenga sed de la paz del corazón, busque al Señor porque en Él se encuentra el tesoro de todas las bondades y bienes, y nos enseñará a despreciar todos los bienes terrenales y a olvidarnos de las privaciones con el fin de llenarnos sólo de Él.
Si necesitamos fuerza, Él es Todopoderoso. Si deseamos la libertad, Él nos da la verdadera libertad. Él resolverá todas nuestras dudas, desatará las ligaduras de nuestras pasiones; disipará todos nuestros problemas y dificultades; nos permitirá superar todos los obstáculos, vencer las tentaciones y las intrigas de los enemigos, y facilitarnos el camino de la nuestra vida espiritual.

¡Corramos todos en pos del Señor!

Para la reflexión

"Los servicios divinos ortodoxos son un tesoro inapreciable que debemos custodiar cuidadosamente. He tenido la oportunidad de estar presente en servicios tanto católicos como protestantes, que fueron, con raras excepciones, bastante decepcionantes… Desde las reformas litúrgicas del Concilio Vaticano II, los servicios en algunas iglesias católicas han acabado siendo poco diferentes a los protestantes"

Monseñor Hilarión, Obispo de Volokolamsk

jueves, 29 de abril de 2010

La Vida de la Iglesia



La Ortodoxia es la Iglesia de Cristo sobre la tierra. La Iglesia de Cristo no es una institución; es una vida nueva con Cristo y en Cristo, dirigida por el Espíritu Santo. La luz de la resurrección de Cristo reina sobre la Iglesia y la alegría de la resurrección, del triunfo sobre la muerte, la compenetra. El Señor resucitado vive con nosotros, y nuestra vida en la Iglesia es una vida misteriosa en Cristo. Los "Cristianos" llevan este nombre precisamente porque ellos son de Cristo; ellos viven en Cristo, y Cristo vive en ellos. La Encarnación no es únicamente una idea o una doctrina; es ante todo un suceso que se produce una vez en el tiempo, más que posee toda la fuerza de la eternidad. Y esta Encarnación perpetua, en tanto que unión perfecta, indisoluble, aunque sin confusión, de dos naturalezas — la naturaleza divina y la naturaleza humana — forma la Iglesia.

La Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo, en tanto unidad de vida con El. Se expresa la misma idea, cuando se da a la Iglesia el nombre de Esposa de Cristo o Esposa del Verbo. La Iglesia, en tanto como Cuerpo de Cristo no es Cristo — Dios Hombre — pues ella no es más que su humanidad: más es la vida en Cristo y con Cristo, la vida de Cristo en nosotros: "No soy más yo quien vive, es Cristo que vive en mi" (Gal. 2:20). La Iglesia, en su calidad de Cuerpo de Cristo que vive de la vida de Cristo, es por ello mismo el dominio en donde está presente y en donde obra el Espíritu Santo. Decimos más: la iglesia es la vida por el Espíritu Santo, porque ella es el Cuerpo de Cristo. He aquí porqué se puede definir la Iglesia como una vida bendita en el Espíritu Santo; se dice algunas veces también que ella es el Espíritu Santo que vive en la humanidad.

La Iglesia es la obra de la Encarnación del Verbo, ella es esta Encarnación: Dios se asimila la naturaleza humana y la naturaleza humana se asimila la vida divina. Es la deificación (Theosis) de la naturaleza humana, consecuencia de la unión de dos naturalezas en Cristo. Entonces, la Iglesia es el Cuerpo de Cristo; por la Iglesia nosotros participamos de la vida divina de la Santísima Trinidad. Ella es la vida en Cristo. Entonces, la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, que permanece indisolublemente unida a la Santísima Trinidad. Ella es la vida en el Espíritu Santo, por la cual nos hacemos hijos del Padre y que pone en nuestras almas: "Abba, Padre," y que nos manifiesta éste Cristo viviente en nosotros. Antes de estudiar la definición y la manifestación de la idea de la Iglesia en la historia, debemos comprender la Iglesia como un don divino, permaneciendo en sí misma e idéntica a sí misma, como la expresión de la voluntad de Dios que se realiza en el mundo. La Iglesia existe, ella es "donada" en un cierto sentido, independientemente de su formación histórica, ella se forma porque ya existe de ella un deseo divino, sobrehumano. Ella existe en nosotros, no en tanto como institución o sociedad, sino sobretodo como una cierta evidencia espiritual, una experiencia especial, una vida. No puede existir una definición satisfactoria y completa de la Iglesia. "Venid y ved": no se concibe la Iglesia más que por experiencia, por la gracia, participando de su vida. La esencia de la Iglesia es la vida divina, revelándose en la vida de las criaturas; es la definición de la criatura por la fuerza de la Encarnación y de Pentecostés. Ella es una vida espiritual, escondida en el "hombre secreto," en la "cámara interior," de su corazón; en este sentido, ella es un misterio y un sacramento. Ella está por sobre la naturaleza — dicho de otra manera — ella existía antes que el mundo fuera hecho; más ella es compatible con la vida de éste mundo.

La vida de la Iglesia es la vida de la fe, por la cual las cosas de este mundo se vuelven transparentes. La existencia misma de la Iglesia es un objeto de fe; se la conoce por la fe: "yo creo en la Santa Iglesia católica apostólica." El hombre se vuelve un ser universal: su vida en Dios se une a la vida de toda la creación por los lazos del amor cósmico. Tales son los límites de la Iglesia. Y esta Iglesia, que une no solamente los vivos, sino también los muertos, las jerarquías de los ángeles y toda la creación, esta Iglesia es anterior a la creación del mundo y del hombre; ella se pierde en la eternidad. Se puede decir que la Iglesia fue — ante de todos los siglos — el fin y el fundamento de la creación; en este sentido "ella ha sido creada antes de toda cosa y es por ella que el mundo ha sido hecho." Ciertamente la Iglesia no alcanza la plenitud de su existencia más que después de la Encarnación, y, en éste sentido la Iglesia ha sido fundada por N. S. Jesucristo. No se puede definir los límites de la Iglesia ni en el espacio ni en el tiempo, ni en la fuerza de acción. Las profundidades de la Iglesia son insondables. La vida invisible de la Iglesia, la vida de la fe, está indisolublemente unida a las formas concretas de la vida terrestre. "Lo invisible" existe en lo visible, está incluido. La existencia eterna, inmóvil, divina de la Iglesia aparece en la vida de este siglo, como una manifestación histórica; ella tiene un comienzo en la historia. La Iglesia ha sido fundada por Nuestro Señor Jesucristo. Entonces fue puesto el fundamento de la Nueva Alianza.

lunes, 19 de abril de 2010

Las vasijas del nuevo bálsamo


“Id y decid a sus discípulos, y a Pedro, que va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis, como os dijo”.

No existe mejor testimonio donde tan fuertemente se enfrenten la vida y la muerte que el día de la resurrección. Las Miróforas van al sepulcro con una mente impregnada de muerte. Distintos detalles marcan el aspecto trágico y dramático de tal encuentro: primero el descenso del cuerpo del Señor de la Cruz, el depositarlo en un lienzo nuevo, su sepultura, la compra del bálsamo, y luego los preparativos para la visita al sepulcro, la salida a la madrugada, el miedo de los guardias, la roca que cierra la entrada al sepulcro.

Todo esto fue en vano. Todas las inquietudes perdieron sentido cuando recibieron de los Ángeles la buena nueva de la Resurrección y encontraron el sepulcro vacío. Contra toda expectativa, reciben del sepulcro que huele a muerte, la fragancia de la victoria definitiva sobre la muerte.

Es difícil describir las primeras emociones de las Miróforas ante tamaña noticia, que por primera vez la humanidad escucha. Es más que una noticia; es una revelación. Es la presencia de la vida inmortal en el marco de nuestra vida mortal. Pese a que el Señor había preparado a sus Discípulos, es muy comprensible y natural que ellos hayan fallado tal como los Evangelios relatan. En realidad, la muerte marca todo en nuestra vida, - razonamiento, relaciones, actitudes -, desde el momento del nacimiento hasta la partida definitiva. Estamos acostumbrados a vivir la vida en la perspectiva de la muerte por venir.

Todo cambia ante el sepulcro vacío. La muerte se vive en la perspectiva de la vida por venir. El margen de la vida eterna se hace presente en el margen de nuestra vida actual, accede a nosotros, y nos traslada a ella. Experimentamos, pues, en el marco de nuestra vida mortal, aquella vida eterna, inmortal, incorruptible. La piedra que sellaba nuestra vida mortal fue removida para siempre. Somos libres de la muerte. Ya la luz de la Resurrección nos ilumina y nos vivifica.

Desde aquel día de la Resurrección, se multiplicaron los testigos que dieron testimonio de la presencia de aquella vida en sus propias vidas. La exclamación pascual “Cristo resucitó” es reflejo verdadero y verídico de dicha realidad. Al primer asombro de las mujeres, sucedió una cadena de cambios asombrosos, gracias a los testigos que seguían la recomendación del Ángel a las Miróforas: “Id y decid a sus discípulos, y a Pedro, que va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis, como os dijo”. Se transformaron en portadoras del nuevo bálsamo, la buena nueva de la resurrección; en lugar de embalsamar la muerte, ahora están por ungir a la humanidad con la buena nueva de la vida eterna. También se volvieron Apóstoles de aquellos que iban a ser llamados Apóstoles, al llevarles esta buena nueva, pese a que ellos no les creyeron al escucharlas. Así, se abrió desde entonces la era apostólica que nunca terminó, de la que formamos parte, y que nos justifica el llamarnos Iglesia Apostólica.

Lo que pasó con las Miróforas aquel día de la Resurrección es muy didáctico para nosotros. Ellas entendieron que nada se posterga, pese a que “el temblor y el asombro se habían apoderado de ellas, y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo”. Su obediencia a la recomendación del Ángel es ejemplificadora para nosotros. Sabemos que ellas superaron esta primera reacción con una disponibilidad que desafió la burla y la risa de los mismos Discípulos. Su primera entrega gratuita y libre fue la base de toda entrega posterior, tanto de los apóstoles como de los demás cristianos que los sucedieron.

A esta altura, es necesario aclarar el contenido del apostolado. No se trata de noticieros de la buena nueva de la resurrección, quienes llevaban meras informaciones sobre la misma. El apostolado implica transformarse en portador de la vida de la resurrección, vasija viva de la misma. Vida de la Resurrección significa, entre otras cosas, escuchar la palabra de Dios, orar, participar de la Divina Liturgia, ejercer las virtudes. El contenido mismo de la vida presente vuelve a ser “importado” desde la otra orilla de la vida. Es algo totalmente distinto de una reflexión o información sobre la misma.

Es notable que el Señor haya querido encontrarse con sus Discípulos en el lugar de su primer encuentro de su predicación pública. Aquel primer encuentro, después de una larga gestación, y al cumplimiento de la Providencia divina, tiene ahora una tonalidad totalmente distinta. Aquellos Discípulos están llamados a dejar atrás el sepulcro, si bien vacío, - o sea todo lo que se refiere a la muerte en nuestra vida -, e irse al encuentro del Señor de la vida. No es un traslado geográfico, tampoco es el cambio de una realidad por otra. Es aceptar el recibir la voluntad del Señor en nuestra vida. Así se fecunda la vida de la resurrección en nuestra vida. Dejar el modo de pensar y de vivir según las reglas de la muerte, y buscar Su rostro, significa la obediencia de nuestra voluntad a la Suya.

De ahora en más, nuestra única confesión es: “Hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo”. Adhiriendo de corazón a esta confesión, proclamamos: ¡Cristo resucitó!

sábado, 17 de abril de 2010

LAS MIRÓFORAS


Cuando leemos los Evangelios, impresiona el acertado realismo de lo que cuentan, aunque se esté narrando lo que excede, por sobrenatural, las cosas humanas. Aún en el Misterio, se impone la humanidad de sus personajes.

Por ejemplo, las escenas en las que salen mujeres, siempre son mujeres, comportándose con las formas más naturales y espontáneas de cualquier mujer: Marta acelerada y hospitalaria, María absorta, Magdalena obsequiosa y emocionada, la Samaritana conversadora, la Hemorroísa tímida y decidida; María, la Madre, Madre siempre, desde Belén al Calvario pasando por Caná... Todas son mujeres de verdad, sin figuraciones.

En la Pasión las mujeres aparecen siguiendo al Señor y lamentándose por Él; luego a distancia del Calvario, para terminar estando junto a la Madre del Señor y el Evangelista, al pié de la Cruz.

Después siguen hasta el Sepulcro, y son las últimas en retirarse; también las primeras que al alba del Domingo, apenas despunta el Día Primero, van con los bálsamos perfumados, con la intención de completar lo que se debía hacer con el cuerpo del amado Maestro.

La conversación de las Tres Marías caminantes, son palabras de mujer: "...Quién nos moverá la piedra de la entrada del Sepulcro?..."

Hoy las podemos ver en nuestras Iglesias: las últimas que se van, las que preparan todo, las que están pendientes de lo que falta, las que traen flores frescas para poner en los iconos, las primeras que llegan, las que esperan a que la Iglesia se abra antes de que comience Utrenie... Las que han sido fieles en los momentos de adversidad, cuando todos abandonaban la Iglesia y renegaban de Cristo.

Como las Miróforas creen y esperan y aman intensamente a su Señor Muerto y Resucitado.

lunes, 12 de abril de 2010

La fe en Cristo Señor: ¡Señor mío y Dios mío!


La exclamación del apóstol Santo Tomás en presencia de Cristo resucitado expresa admirablemente la fe de nuestro bautismo. El acto realizado por santo Tomás es un acto que procede de una fe tan total como profunda y viva, puesto que de un solo golpe, reconoce a Jesús como su "Señor" y su "Dios". Sustancialmente todo el Credo. Cuando el intendente de la reina de Candaces expresó en el camino de Gaza el deseo de ser bautizado, el diácono Felipe le dijo: "Si crees con todo tu corazón, todo es posible". Como respuesta, el eunuco hizo entonces esta sencilla profesión de fe: "Creo que Jesús es el Hijo de Dios" (Hech 8, 37). Y Felipe le bautizó inmediatamente. Esta misma fue, firme y plena, la profesión de fe de san Pedro en Cesarea: "Tú eres el Hijo de Dios vivo" (Mt 18, 16). Efectivamente, conviene que enfoquemos nuestra fe no como la adhesión a una verdad doctrinal, a una enseñanza moral o religiosa, sino sobre todo como adhesión personal a otra persona, la persona de Jesús reconocido como nuestro Dios y Señor. Para san Pablo, la fórmula 'Jesús es el Señor", es la expresión de la fe cristiana y resumen de todo el evangelio. Encierra sustancialmente las condiciones de nuestra salvación: "Porque si confesares con tu boca al Señor Jesús y creyeres en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo" (Rom 10, 9). "Pues -observa en otro lugar- nadie puede decir "Jesús es el Señor", si no es bajo la acción del Espíritu Santo" (I Cor 12, 3)

Creer que Jesús es el Señor, o mejor, creer en el Señor Jesús, es evidentemente creer en su resurrección de entre los muertos y en su glorificación; es creer, al mismo tiempo, en su filiación divina, en su misión, en su Evangelio, en toda su obra, en la Iglesia y en las enseñanzas de ésta. Es, por consiguiente, reconocer los derechos que, por su sacrificio, ha adquirido el Redentor sobre nosotros y nuestra total dependencia respecto de El. Pues es el Señor, de todos y cada uno, "nuestro Señor", como preferimos llamarle con ternura y reverencia profunda.

Pero no debemos reconocer a Cristo, como "Señor nuestro" sin someternos totalmente a El, sin plegarnos a su voluntad, sin cumplir su ley, sin rendirle el homenaje de nuestra alma, el homenaje del cuerpo con todos sus miembros. Indudablemente, creer en el Señor Jesús implica inicialmente una adhesión de la inteligencia iluminada, por la luz divina, pero esta adhesión no es completa, efectiva, si no abarca todo nuestro ser en una absoluta sumisión a la voluntad del Señor.

¿Hay algo más significativo a este respecto que la actitud de san Pablo en el momento de su conversión? Esta actitud ofrece por otro lado cierta semejanza con la de santo Tomás cayendo a los pies del Salvador. Santo Tomás no podía decidirse a creer que Jesús, que había sido crucificado y sepultado, hubiese resucitado como había predicho. Su estado de espíritu era el de los demás discípulos antes de que el Señor se apareciera. Santo Tomás estaba desanimado, desalentado. Sin embargo, no debiéramos afirmar que había perdido realmente la fe en Cristo, pues siempre formó parte del colegio de los doce y continuaba viviendo como discípulo del Maestro. Las disposiciones de san Pablo en el momento de su conversión eran muy diferentes. Resuelto adversario de Cristo, lo perseguía en los miembros de su Iglesia. Cuando se dirigía a Damasco, respiraba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor(Hech 9, 1) Desde el momento en que cae en tierra como fulminado por Cristo resucitado en las condiciones que conocemos, san Pablo quedó cambiado y transformado por la fuerza de la gracia. Reconoce a su Señor en quien le ha vencido, y se pone generosamente a su disposición: "Señor, ¿qué quieres que haga?" (Hech 9, 6)

CRISTO RESUCITADO: ¡NUESTRA SALVACIÓN!



El misterio de Pascua es a la vez nuevo y antiguo, eterno y pasajero, corruptible e incorruptible, mortal e inmortal. Antiguo según la ley, pero nuevo según la Palabra encarnada. Pasajero en su figura, pero eterno por la gracia. Corruptible por el sacrificio del cordero, pero incorruptible por la vida del Señor. Mortal por su sepultura en la tierra, pero inmortal por su resurrección de entre los muertos.

La ley es antigua, pero la Palabra es nueva. La figura es pasajera, pero la gracia eterna. Corruptible el cordero, pero incorruptible el Señor, el cual, inmolado como cordero, resucitó como Dios. Porque él fue como cordero llevado al matadero, y sin embargo no era un cordero; y como oveja enmudecía, y sin embargo no era una oveja; en efecto, ha pasado la figura y ha llegado la realidad: en lugar de un cordero tenemos a Dios, en lugar de una oveja tenemos un hombre, y en el hombre, Cristo, que lo contiene todo.

El sacrificio del cordero, el rito de la Pascua y la letra de la ley tenían por objetivo final a Cristo Jesús, por quien todo acontecía en la ley antigua y, con razón aún mayor en la nueva economía. La ley se convirtió en la Palabra y de antigua se ha hecho nueva (ambas salieron de Sión y de Jerusalén) El mandamiento se transformó en gracia y la figura en realidad; el cordero vino a ser el Hijo; la oveja, hombre, y el hombre Dios.

El Señor, siendo Dios, se revistió de la naturaleza de hombre: sufrió por el que sufría, fue encarcelado en bien del que estaba cautivo, juzgado en lugar del culpable, sepultado por el que yacía en el sepulcro. Y, resucitando de entre los muertos, exclamó con voz potente: «¿Quién tiene algo contra mí? ¡Que se me acerque! Yo soy quien he librado al condenado, yo quien he vivificado al muerto, yo quien hice salir de la tumba al que ya estaba sepultado. ¿Quién peleará contra mí? Yo soy —diceCristo—, el que venció la muerte, encadenó al enemigo, pisoteó el infierno, maniató al fuerte, llevó al hombre hasta lo más alto de los cielos; yo, en efecto, que soy Cristo.

Venid, pues, vosotros todos, los hombres que os halláis enfangados en el mal, recibid el perdón de vuestros pecados. Porque yo soy vuestro perdón, soy la Pascua de salvación, soy el cordero degollado por vosotros, soy vuestra agua lustral, vuestra vida, vuestra resurrección, vuestra luz, vuestra salvación y vuestro rey. Puedo llevaros hasta la cumbre de los cielos, os resucitaré, os mostraré al Padre celestial, os haré resucitar con el poder de mi diestra.

Melitón de Sardes

HRISTOS A INVIAT !

Hristos voskrese!!!

Hristos a înviat!

ქრისტე აღსდგა!

Χριστός ανέστη

Христос Воскресе

sábado, 10 de abril de 2010

EL FUEGO SANTO DE JERUSALÉN ('Αγιος Φως)


El Fuego Sagrado o Fuego Santo (en griego 'Αγιος Φως) es un milagro que se produce todos los años en la Iglesia de la Resurrección, o del Santo Sepulcro, en Jerusalén, en el Sábado Santo, el día anterior a la Pascua de Resurrección. Es considerado como el milagro más antiguo del mundo cristiano. En los países Ortodoxos de todo el mundo el evento es transmitido en vivo.

La ceremonia comienza al mediodía, cuando el Patriarca de Jerusalén es inspeccionado por las autoridades israelíes (antes lo hacían los turcos) para demostrar que no lleva ningún medio para encender el fuego. El Patriarca luego entra solo al lugar del Sepulcro vivificador de Jesucristo en donde ora mientras los fieles cantan "Señor, ten piedad" (Kyrie Eleison en griego) hasta que el Fuego Santo desciende sobre una lámpara de aceite de oliva que sostiene el Patriarca.

El Patriarca luego saldrá a distribuir el Fuego Santo a los fieles de todo el mundo cristiano que se congregan para presenciar y recibir este milagro que, nos cuenta la tradición de la Iglesiay es documentado en escritos desde el siglo IV, acontece desde el año 34 de la era cristiana.

Una descripción detallada del milagro está contenida en el cuaderno de viaje del igumeno ruso Daniel, que estaba presente en la ceremonia en 1106. Daniel menciona una incandescencia azul que desciende de la cúpula al lugar del Sepulcro de nuestro Señor donde el Patriarca espera el Fuego Santo. Algunos han presenciado esta incandescencia en los tiempos modernos.

También suele ocurrir que velas y lámparas de aceite se prenden de forma espontánea en la Iglesia. El Fuego Santo no quema durante 33 minutos después de que se enciende.

En la historia del milagro, el Fuego Santo no descendió en ciertas ocasiones cuando clérigos heterodoxos intentaron recibirlo ocupando el lugar del Patriarca de Jerusalén. En 1099, por ejemplo, el fracaso de los cruzados por obtener el Fuego Santo dio lugar a disturbios callejeros en Jerusalén. También en 1579, el Patriarca armenio (heterodoxo) , disputando el derecho del Ortodoxo para recibir el Fuego Santo convenció a los regentes turcos de que él sea el que reciba el milagro, y oró día y noche a fin de obtener el Fuego Santo pero sin éxito, milagrosamente el Fuego rasgó una columna de la entrada y haciendo erupción encendió la vela que sostenía el Patriarca Ortodoxo de Jerusalén. Al entrar en el templo muchos cristianos ortodoxos veneran a esta columna que lleva las marcas carbonizadas y una gran grieta que fue producida por el Fuego Santo.

Testimonio del Monje Nicodemo sobre el Fuego Santo

El schimonje ruso, padre Nicodemo del Monte Athos, visitante de Jerusalén en 1958, describe maravillosamente en una carta el extraordinario triunfo que él observó en el momento de la recepción del Fuego Santo.

"El Gran sábado, aproximadamente al mediodía, yo, Schimonje Nicodemo pecador, tuve la fortuna de seguir al Patriarca del altar de la Iglesia de la Resurrección de Cristo en la procesión de la Cruz, pasando la Tumba tres veces, y así yo pude ver lo que raramente se observa en la Tumba vivificante.

Después de la tercera vez, el Patriarca (Ortodoxo de Jerusalén) se detuvo ante la puerta cerrada con llave y selló la Tumba del Salvador. Yo estaba de pie al lado derecho de un candelero ante la Tumba, a unos pasos del Patriarca.

El Patriarca se desvistió hasta quedar en sotana. Ellos tomaron de él su Mitra, sakkos y omophorion.

La policía y los oficiales estatales revisaron al Patriarca. Entonces ellos rasgaron la cinta fuera de la puerta de la Tumba y permitieron que el Patriarca de Jerusalén entre en la capilla, mientras el Patriarca estaba de pie con sus clérigos en el lado izquierdo de la tumba.

Clérigos, a la señal del Patriarca, extinguieron el Fuego Santo del año anterior en el atracadero de la Tumba vivificadora y recogieron todo para preparar para la recepción del Fuego Santo.

Cuando la policía palestina entró con los patriarcas en la capilla, la puerta se cerró después de ellos.

Como conocen todos, la capilla tiene dos compartimentos, el altar del Ángel y la Tumba vivificadora del Salvador.

Sólo el Patriarca Ortodoxo entra en la gruta interna de la Tumba. Los otros, con la policía y el Patriarca armenio, están de pie silenciosamente en la capilla del Ángel y esperan.

La puerta de la capilla está cerrada. Todos estamos callados y reina el silencio a lo largo de la iglesia entera de la Resurrección de Cristo. Todos los fieles esperan el Fuego Santo en silencio.

Es necesario explicar sobre la preparación de la Tumba del Salvador. En la tarde del Gran viernes (viernes santo), las llamas en la iglesia entera y en la capilla se extinguen bajo el mando de la policía.

En el medio del lecho de la Tumba vivificante, una lámpara se pone en un pedestal, lleno con el aceite y con un juego de la mecha flotante, pero apagada.

Alrededor del borde del lecho se coloca una cinta, y por el lecho ellos desempaquetan pedazos de algodón. Así preparado, bajo la vigilancia de la policía, la Tumba se cierra con llave y se sella. La Tumba del Salvador es cerrada con llave y descansa tranquila hasta el Gran Sábado, cuando el Patriarca entra en la cueva de la Tumba del Salvador para recibir el Fuego Santo.

Entonces el Sábado Santo ellos admiten al Patriarca en la cueva de la Tumba vivificante y la puerta se cierra detrás de ellos. Hay silencio absoluto...

En la propia cueva, es oscuro. El Patriarca, solo allí, silenciosamente ora al Salvador... a veces durante diez minutos, a veces más. En el momento de mi visita, quince minutos pasaron. Entonces de repente en la oscuridad, en el lecho de la Tumba vivificante, pequeñas llamas de azul luminoso empezaron a multiplicarse convirtiéndose en el fuego azul oscuro. De ellos, las bolas preparadas de algodón cogieron fuego, entonces la cinta, y la lámpara. Todo se envolvió en la llama del Fuego Santo...

El Patriarca encendió sus dos bultos de velas rápidamente. Al entrar en la capilla del Ángel, él enciende las velas del Patriarca armenio con el Fuego Santo a través de la ventana oval.

Un alboroto de alegría como un trueno resuena por la inmensa extensión de la Iglesia de la Resurrección de Cristo durante la aparición del Fuego Santo.

Dos policías palestinos llevan al Patriarca desde la Tumba, en sus hombros con el apoyo de los clérigos, al altar de la iglesia de la Resurrección de Cristo.

Yo traté de unirme a la multitud de las personas que siguen al Patriarca cuando él entró en el altar dónde yo encendí mi bulto de velas con el Fuego Santo de la mano del mismo Patriarca.”

Schimonje Nicodemo, Monte Athos.

viernes, 9 de abril de 2010

DOMINGO DE TOMÁS

Tropario de la Fiesta, tono 7º

Oh Cristo nuestro Dios,
estando sellado el sepulcro,
de él saliste esplendoroso, oh Vida.
Y mientras las puertas estaban cerradas,
viniste a los discípulos,
oh Resurrección de todos. Y por ellos,
nos renovaste a nosotros con Recto Espíritu
según tu gran misericordia.

Condaquio de la Pascua, tono 8º

Cuando descendiste al Sepulcro, oh Inmortal,
destruiste el poder del Hades;
y al resucitar vencedor, oh Cristo Dios,
dijiste a las mujeres Mirróforas:
«¡Regocíjense!»;
y a tus discípulos otorgaste la paz,
Tú que concedes a los caídos la resurrección.

Lectura de Hechos de los Apóstoles (Lc 5: 12-20)

En primer aquellos días: por mano de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodigios en el pueblo. Solían estar todos con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón, pero nadie de los otros se atrevía a juntarse a ellos, aunque el pueblo hablaba de ellos con elogio. Se aumentaba más y más el número de los que creían en el Señor, una multitud así de hombres como de mujeres. Hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que al pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos. También acudía la multitud de las ciudades vecinas a Jerusalén trayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos; y todos eran curados.

Entonces se levantó el Sumo Sacerdote, y todos los suyos, los de la secta de los saduceos, y llenos de envidia, echaron mano a los apóstoles y les metieron en la cárcel pública. Pero el Ángel del Señor, por la noche, abrió las puertas de la prisión, les sacó y les dijo: «Id, presentaos en el Templo y decid al pueblo todo lo referente a esta Vida»

Evangelio según San Juan (Jn 20:19-31)

Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, y estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban reunidos los discípulos por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «¡La paz sea con ustedes!» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de gozo al ver al Señor, el cual les repitió: «¡La paz sea con ustedes! Como el Padre me envió, así los envío también a ustedes.» Dichas estas palabras, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo: a quienes perdonen sus pecados, les serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos.»

Tomás, uno de los doce, llamado el mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Le dijeron después los otros discípulos: «Hemos visto al Señor.» Mas él les respondió: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y no meto mi dedo en el agujero de los clavos, y mi mano en la llaga de su costado, no lo creeré.»

Ocho días después, estaban otra vez los discípulos reunidos y Tomás con ellos; vino Jesús estando cerradas las puertas, y se puso en medio y dijo: «¡La paz sea con ustedes!» Luego dijo a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y examina mis manos, luego trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente.» Tomás exclamó: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús replicó: «Porque me has visto has creído. Bienaventurados aquellos que sin haberme visto han creído.»

Muchas otras señales hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que, creyendo, tengan vida en su Nombre.

¡Señor mío y Dios mío!

Qué golpe a la falta de fe! Qué evidencia de la resurrección ante los ojos de un discípulo que no obstante que ya le habían revelado sus condiscípulos que habían visto al Señor, él les respondiera con un “Si no viere en sus manos la señal de los clavos y metiere mi mano en su costado, no creeré” (Jn 20: 25).

La respuesta del Apóstol Santo Tomás, es el caso típico de nuestros tiempos, donde “la falta de fe” es el común denominador en nuestra sociedad. Si en Europa están a la venta algunos templos porque ya se han vaciado debido a la escasa asistencia y a lo caro que resulta el darles el mantenimiento, esto es un signo de que el materialismo y el racionalismo están minando el don más grande que Dios nos ha dado: La fe. Ver esas multitudes que en los días más sagrados de la “Semana Santa” –en vez de guardar el debido respeto a tiempo tan sagrado, tan apropiado para la reflexión en la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Salvador– están en las playas como en los centros de recreo donde lo sacro ya perdió su significado, nos lleva a reflexionar sobre la apremiante necesidad que tenemos todos los cristianos de hacer una pública profesión de fe. En efecto, Santo Tomás, con su “ver para creer”, ha sido el modelo de nuestras mayorías que reclaman una fe tan clara y precisa como las mismas matemáticas, llevándonos a un mundo donde prevalece la razón y se rechaza la fe.

Si la fe es “la plena certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Heb 11:1), ante un mundo tan globalizado, donde una élite con poder económico y político, que tenga en sus manos el destino y el bienestar o decadencia de la humanidad, nos mueve a levantar nuestra mirada al cielo para implorar sabiduría, bondad, amor y, sobretodo, una fe tan grande que nos lleve al rico océano del mismo cielo para salir al encuentro de nuestros hermanos, apoyándolos, contagiándolos en la esperanza y el entusiasmo que produce la fe; ofreciéndoles un mundo mejor y más justo. Para ello es necesario que con el coraje propio de la grandeza y generosidad del corazón, nos unamos para hacer un acto de fe, donde el soplo divino, signo del Espíritu santo, nos impulse a reactivar nuestra fe.

“Bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Jn 20: 29). Nosotros, hemos creído en que Cristo ha resucitado, pisoteando la muerte con su muertes. Esta verdad nos lanza a las alturas y hace seguro nuestro caminar a la Casa del Padre. Nuestra constante alegría es la Plena certeza de nuestra fe en Cristo que nos hace caer de rodillas y vibrar de emoción, exclamando: ¡Señor, mío y Dios mío! Solo reconociendo el Señorío de Cristo en nuestras vidas, la Iglesia recuperará esos momentos tan bellos del tiempo de los bienaventurados Apóstoles, donde el Espíritu Santo los convirtió en oración de fuego que los llevó a estar convencidos de que “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5:29).


Domingos después de Pascua

Después de la Resurrección, Jesús se presentó entre sus discípulos “dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoles durante cuarenta días” (Hechos 1: 3).

Por lo que la santa Iglesia recuerda la Resurrección a lo largo de los cuarenta días posteriores al Domingo de Pascua hasta el día de la divina Ascensión. Durante la temporada pascual es cantado, en todos los Servicios, el Tropario de la Resurrección “Cristo resucitó de entre los muertos…”, himno que todos deberíamos aprender de memoria, y meditarlo constantemente durante estos cuarenta días.

Las lecturas evangélicas dominicales, también, se refieren directa o indirectamente a la realidad de la Resurrección, y son tomadas del evangelio según San Juan:

1.Domingo de Santo Tomás: La duda de Tomás se transformó en una prueba irrefutable de la realidad de la Resurrección.

2.Domingo de las Mirroforas: ¡El sepulcro vacío!, y las mujeres mirroforas, por su valentía, se hicieron dignas de ser las primeras en anunciar la Buena Nueva: ¡Cristo ha resucitado!

3.Domingo del Paralítico: la Piscina de Betesda es figura de la pila bautismal. Mientras el ángel del Señor “bajaba, de tiempo en tiempo, a la piscina y agitaba el agua”, volviéndola fuente de curación, el Espíritu Santo desciende sobre el agua bautismal, convirtiéndola en fuente de salvación.

4.Domingo de la Samaritana: a quien Jesús dijo: “El que beba del agua que Yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente que brota para vida eterna.”

5.Domingo del Ciego: tal como Cristo dio vida a los ojos que jamás habían conocido la luz, así también hace surgir la vida de donde antes moraba la muerte.

El Desenso al Hades


Adán, entre los presos en el Hades, escuchó los pasos del Señor que se acercaba. Inmediatamente lo reconoció; entonces se volteó hacia los que le rodeaban desde los siglos y les dijo: “Amigos, estoy escuchando que se acerca a nosotros una persona que si fuéramos dignos de que viniera aquí estaríamos librados; si lo viéramos entre nosotros, estaríamos rescatados del Hades.
Mientras Adán hablaba a los condenados que estaban con él, el Señor entró cargando el arma triunfal de la Cruz. Al verlo, Adán grita con júbilo a todos los difuntos: “¡El Señor está con todos ustedes!, Cristo le contestó: “También con tu espíritu.”

Luego lo toma de la mano, y lo eleva diciéndole: “Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo (Ef. 5, 14). Yo soy Dios que por ti me hice hijo tuyo. Ahora estás conmigo tú y toda tu descendencia; con mi Poder Divino les otorgo la libertad. Digo a los encadenados: ‘salgan’, a los que están en la oscuridad: ‘revélense’, y a los que están bajo la tierra: ‘resuciten’.

A ti, oh Adán, te digo: despierta de tu eterno sueño. No te hice para ser encadenado en el Hades. Levántate de entre los muertos pues Yo soy la vida de los difuntos: elévate, tú a quien hice según mi imagen. Partamos de aquí, pues estás en mí y yo en ti; por ti tomé la imagen de siervo; por ti bajé a la tierra y a las partes más bajas, Yo, que soy más Alto que los cielos. Por ti me hice un hombre que no tiene auxilio, relegado entre los muertos. Por ti, que saliste del jardín del paraíso, en un jardín fui entregado a los judíos y en un huerto, crucificado.

San Epifanio de Chipre

jueves, 8 de abril de 2010

Mensaje de Pascua del Patriarca Ecuménico




BARTOLOME

POR LA MISERICORDIA DE DIOS ARZOBISPO DE
CONSTANTINOPLA‐NUEVA ROMA Y PATRIARCA ECUMENICO
A TODO EL PLEROMA DE LA IGLESIA
LA GRACIA, LA PAZ Y LA MISERICORDIA
DEL SALVADOR CRISTO GLORIOSAMENTE RESUCITADO

Hermanos e hijos amados en el Señor,

Cristo resucitó!


Alegre y radiante ha brillado una vez más el santo día de la Pascua
y disemina alegría, consuelo, regocijo, e innegable esperanza de vida a
todos los fieles, a pesar de la pesada atmósfera que reina mundialmente a
causa de la crisis multidimensional con todas sus penosas consecuencias
en la vida cotidiana de la humanidad.
Resucitó del sepulcro Cristo el Teántropo y con Él ha resucitado
también el hombre! El poder de la muerte es ya parte del pasado. La
desesperación de la cautividad del Hades ha pasado irreversiblemente. El
único Fuerte y dador de la Vida, habiendo asumido voluntariamente a
través de su encarnación toda la miseria de nuestra naturaleza y hasta su
mismo capítulo que es la muerte, ya “ha dado muerte al Hades con el rayo de
su divinidad” y ha concedido al hombre vida y “sobrante” de vida.
El demonio, aunque ya debilitado y completamente impotente y
ridiculizado, siendo consecuente con su nombre, no detiene de calumniar
y de tergiversar esta sobra de vida que el Resucitado nos ha concedido.
La calumnia a través del agravio todavía presente en el mundo tanto
hacia Dios como hacia nuestro prójimo y la creación. La tergiversa a
través de la todavía existente dentro nuestro “antigua escoria” del
movimiento pecaminoso, de la cual siempre convenientemente se
aprovecha, intentando engañarnos ya sea a través del pecado a nivel
práctico, o a través del engaño sobre la fe. El “agravio” es nacido de la
“escoria” aquella, y ambos constituyen la horrible pareja responsable por
la perturbación de nuestras relaciones hacia nosotros mismos, hacia los
demás, hacia Dios y hacia toda la creación. Por esto, es una innegable
necesidad que nos purifiquemos de aquella escoria con toda atención y
cuidado, a fin de que brille ampliamente la vivificadora luz del Cristo
Resucitado en nuestra mente, en nuestra alma y en nuestro cuerpo, para
que aleje la tiniebla del “agravio” y derrame “el sobrante” de vida a todo el
mundo. Esto no puede ser logrado ni a través de la filosofía, ni a través de
la ciencia, ni del arte, ni de la técnica, ni de una cierta ideología, sino sólo
a través de la fe en el Teántropo Jesucristo que llegó hasta la pasión y la
cruz y el sepulcro y a las profundidades del Hades ha descendido y ha
resucitado de entre los muertos, expresada a través de una vida
eclesiástica y mistérica y de un sistema de costosa lucha espiritual. La
Iglesia, como cuerpo de Cristo, vive incesantemente por los siglos el
milagro de la resurrección a través de sus santos misterios, de su teología,
de su enseñanza práctica, y nos da la oportunidad de comulgar del
milagro, de participar de la victoria sobre la muerte, de convertirnos en
hijos iluminados de la resurrección y verdaderamente “participantes de la
divina naturaleza”, como sucedió y sucede con todos los santos. El amargo
y espinoso vínculo de las pasiones que se encuentra en las profundidades
de nuestros corazones fertilizado por la escoria del “hombre antiguo”
presente en nosotros es menester sea transfigurado lo más pronto posible
en Cristo, a través de Cristo y gracias a Cristo y de sus vivas imágenes
que nos rodean, es decir a través de nuestros prójimos, a través de ramos
de virtudes, santificación y justicia. De esta manera, el sacro himnografo
canta: “Habiéndonos rodeado y vestido de la justicia con el ropaje más blanco
que la nieve, nos alegremos en el presente día, en el cual Cristo como sol que ha

brillado de entre los muertos, nos ha iluminado a todos nosotros con la
incorrupción”. La vestimenta blanca de la justicia nos ha sido dada
simbólicamente en el bautismo y de esta manera somos llamados a través
del continuo arrepentimiento, de las jubilosas lágrimas, de la incansable
oración, de la limitación de los deseos, de la paciencia en las penas de la
vida y de la intransigente tentativa de la aplicación práctica de todos los
mandamientos de Dios y por sobre todas las cosas de su mandamiento
capital del amor, a purificarnos participando de esta manera en la kénosis
de la cruz del Teántropo, a fin de que llegue la alegría pascual, la brillante
luz de la resurrección y la salvación a nuestra vida y al mundo que nos
rodea.

Todo esto escribiendo festivamente, desde el Fanar, que siempre se
encuentra pasando por la prueba del Gran y Santo Viernes, pero también
en la luz y en la alegre experiencia de la Resurrección, transmitiéndoles el
afecto de la Madre Iglesia, os deseamos desde toda el alma todo don
salvador y bendición pascual del resucitado de entre los muertos y
Primado de la Vida.

Santa Pascua 2010

Bartolomé de Constantinopla
Ferviente suplicante ante el resucitado Cristo
De todos vosotros.

martes, 6 de abril de 2010

El Fuego Santo de Jerusalén

¡¡¡CRISTO HA RESUCITADO!!!

Un año más, gracias a Dios, en la Iglesia de la Anástasis de Jerusalén volvió a encenderse el Fuego Santo la mañana del Grande Sábado Santo. Miles de Cristianos llegados de todo el mundo esperaban con sus velas en las manos, acompañados por los cantos antiquísimos entonados por los palestinos cristianos ortodoxos, la llegada del Patriarca, que entró en la Anástasis y salió con el Fuego Santo.

Es este el milagro más grande de la Iglesia Ortodoxa, repetido continuamente, año tras año, como muestra de la Gloriosa Resurrección de nuestro Señor.

Junto a estos cristianos palestinos, gritemos llenos de alegría: ¡Somos cristianos ortodoxos y nuestra fe es la verdadera!

Videos del Fuego Santo