sábado, 31 de julio de 2010

Sinaxario del 1 de agosto


El 1 de agosto la Santa Iglesia celebra la conmemoración de la Procesión de la Santa y Vivificante Cruz de nuestro Señor Jesucristo en Constantinopla.

Por las grandes enfermedades que ocurrían en la ciudad por estos días para alivio y curación de los enfermos y consuelo de los fieles se llevaba en procesión por las calles de la ciudad el Venerable Madero de la Cruz para la santificación de la misma y la bendición de las cisternas y depósitos de agua. La víspera, el día treinta y uno de julio la venerable y preciosa Reliquia era sacada del Tesoro Imperial y llevada hasta el altar de la Iglesia de la Divina Sabiduría quedando allí expuesta hasta la fiesta del la Dormición de la santísima Madre de Dios, siendo durante estos días llevada en procesión por toda la ciudad y ofreciéndola a la veneración de los fieles.

En este mismo día la Santa Iglesia celebra la conmemoración de los Santos Hermanos Macabeos, Abim, Antonio, Gurias, Eleazar, Eusebono, Alimo, Marcelo y con ellos su madre Solomonia y su maestro Eleazar. El Impío Antioco envió a Jerusalén al general Apolonio al mando de veintidós mil hombres, con la orden de helenizar la ciudad; en caso de que los judíos se resistiesen a aceptar las costumbres y dioses paganos de Grecia, debía matarlos sin piedad y sustituirlos por extranjeros. Eleazar. Era un anciano venerable, uno de los principales doctores de la Ley. Los perseguidores, pensando que el pueblo seguiría el ejemplo de Eleazar, trataron de hacerle apostatar por medio de halagos, amenazas y violencias, pero el anciano no cedió. Algunos de los que presenciaron la tortura, movidos de compasión, aconsejaron que se diese a Eleazar un poco de carne de res, que no estaba prohibida por la Ley a fin de que los judíos creyesen que había comido carne de puerco, y el rey quedaría satisfecho. Pero Eleazar se negó a admitir ese subterfugio, diciendo que los jóvenes se sentirían autorizados a violar la Ley, puesto que él, a los noventa años de edad, había adoptado los ritos de los gentiles. En seguida añadió que, si cometía semejante crimen, no escaparía vivo ni muerto de la mano vengadora del Todopoderoso.


Trasladado al sito de la ejecución, Eleazar exclamó antes de morir en la flagelación: "Señor, cuya vista escudriña lo más escondido de los corazones. Tú ves la tortura que estoy sufriendo. Pero mi alma se regocija de sufrir por causa de la Ley, pues yo te temo." Al martirio de Eleazar siguió el los siete Hermanos Macabeos: Abim, Antonio, Gurias, Eleazar, Eusebono, Alimo y Marcelo los cuales fueron cruelmente atormentados para hacerles renegar de la fe, pero prefirieron toda clase de martirios con tal de permanecer fieles a los mandatos de Dios hasta la muerte por ello fueron flagelados con azotes de cuero, para que hicieran lo que la santa religión prohíbe. Uno de ellos decía al impío rey Antíoco que pretendía alejarlos de la religión de sus padres: -"¿Qué pretendes de nosotros? Estamos dispuestos a morir, antes que desobedecer las leyes que Dios les dio a nuestros antepasados". El rey lleno de rabia, mandó prender fuego debajo de sartenes y calderas, e hizo echar allí la lengua del que había hablado en nombre de los demás. Hizo que le arrancaran toda la piel de la cabeza, y que le cortaran las manos y los pies, en presencia de sus hermanos y de su madre. Cuando quedó completamente inutilizado, viendo que todavía respiraba, mandó el rey que lo echaran a un sartén que estaba sobre el fuego y allí lo tostaran. Aparte, mientras el humo de la sartén se difundía lejos, los demás hermanos, junto con su madre, se animaban mutuamente a morir con generosidad y decían: "El Señor Dios cuida de todos nosotros y está presenciando lo que sucede. Siempre se cumplirá lo que prometió Moisés: Dios se compadece de sus amigos".


Cuando el primero pasó a la eternidad, llamaron al segundo, y después de arrancarle la piel de la cabeza y todos sus cabellos, le preguntaron: "¿Estás dispuesto a hacer lo que le prohibe su religión? ¿O quieres ser torturado en tu cuerpo, parte por parte?". Él respondió: "¡De ninguna manera y por ninguna causa haré jamás lo que prohíbe mi santa religión!". Y entonces lo torturaron del mismo modo que habían hecho con el primero. Antes de que le arrancaran la lengua dijo al rey: "Tú, injusto y criminal, nos privas de la vida presente. Pero el Rey de los cielos nos resucitará para la vida eterna a los que morimos por cumplir sus santas leyes". Luego llamaron al tercero. Este presentó la lengua para que la arrancaran y las manos para que se las cortaran, pero antes dijo: "Por bondad del Dios del cielo poseo esta lengua y estas manos. Pero por cumplir sus santas leyes renuncio a todo esto que es tan precioso y útil. Yo espero que en la eternidad me devolverá el Señor lo que he sacrificado por su amor". El rey y sus acompañantes estaban admirados y sorprendidos del valor de aquel muchacho que no tenía miedo a tan terribles dolores con tal de cumplir lo que le mandaba su santa religión. Lo maltrataron y asesinaron como a los otros dos. Hicieron pasar en seguida al cuarto hermano y lo maltrataron con feroces suplicios. Cuando ya estaba agonizante y cerca de su fin, exclamó: "Es preferible morir a manos de los hombres con tal de conseguir ser resucitado para la vida eterna. En cambio para los enemigos de Dios y de su religión no hay esperanza para la eternidad". En seguida llevaron al quinto hermano y se pusieron a atormentarlo. Él, mirando al rey le dijo: "¿Te imaginas que porque tiene un alto puesto de gobierno puede hacer todo lo que se te antoja? Pero no creas que Dios ha abandonado a quienes pertenecemos a la verdadera religión. Ya verás que pasado un poco de tiempo, nuestra santa religión triunfará, mientras a vosotros os sucederán cosas muy desagradables". Después de este, trajeron al sexto hermano el cual, cuando estaba a punto de morir a causa de tan terribles tormentos, exclamó: "No os hagáis ilusiones los que combatís contra la religión del verdadero Dios, pensando que nada malo os va a suceder por todo esto. A nosotros nos sirven estos sufrimientos para poder pagar nuestros pecados, pero a los que luchan contra Dios, les esperan males espantosos".


Admirable en todo aspecto y digna de todo glorioso recuerdo, fue aquella madre que al ver morir a todos sus hijos en el espacio de un solo día, padecía todo esto con valentía, porque tenía la esperanza puesta en los premios que Nuestro Señor tiene reservados para sus fieles amigos. Animaba a cada uno de ellos hablándoles en su lenguaje patrio, llena de generosos sentimientos y estimulándonos a sufrir con gran valor les decía: - Yo no sé cómo mi Dios me concedió el honor de ser madre de cada uno de vosotros. Qué honrada me siento al ver que ahora entregáis vuestro espíritu al Creador por defender sus santas leyes. Él en cambio os concederá la gloria eterna".


El rey Antiocho se propuso ganarse al más pequeño de los hermanos y le ofreció regalos y hacerlo rico y concederle altos empleos con tal de que abandonara la religión del Dios de Israel. Viendo que el muchacho no le hacía caso, el rey llamó a la madre y le pidió que tratara de convencer al joven para que salvara su vida renegando de su religión. Entonces aquella valerosa mujer se acercó a su hijo y le dijo: "Hijo: ten compasión de mí, por amor a tu madre no vayas a renegar jamás de la santa religión de nuestros antepasados. Recuerda que estás obedeciendo al Dios que creó los cielos y la tierra. No le tengas miedo a este verdugo que te quiere quitar la vida del cuerpo, porque si perseveras fiel, nos encontraremos todos juntos con tus hermanos en la vida eterna del cielo". Tan pronto como la madre terminó de hablar, el joven gritó: "¿Qué más esperáis? Jamás obedeceré al mandato del rey que pretende hacerme renegar de mi religión y que yo desobedezca a las leyes que Dios nos dio por medio de Moisés. Y tú rey, que es el causante de todos estos males que suceden en nuestro pueblo de Israel, ¡estate seguro de que no te vas a librar de los castigos del Dios! Nosotros sufrimos para pagar nuestros pecados y los pecados de nuestro pueblo, pero con esto estamos calmando la ira de Dios. Pero a ti rey criminal y malvado, te espera el terrible juicio de Dios y de Él no lograrás librarte. Y Dios todo lo ve y todo lo sanciona. Mis hermanos después de haber sufrido estos tormentos han ido a la vida eterna. Pero a los enemigos de la religión les espera el castigo merecido por sus pecados. Yo, como hicieron mis hermanos, ofrezco mi vida por mi patria y por mi religión, para que tenga misericordia de nuestro pueblo y retire de nosotros los castigos que merecemos". Al oír tales declaraciones el rey se llenó de furor y mandó que al séptimo y más joven de los hermanos lo atormentaran con mayor crueldad que a los demás. Y después de matarlo a él, hizo asesinar también a la santa y heroica madre.


Feliz familia que en un solo día conquistó el reino de los cielos proclamando con valor que es preferible morir antes que renegar de la verdadera religión, que nos enseñaron nuestros antepasados. Por sus intercesiones, Señor Jesucristo nuestro Dios, ten piedad de noso­tros y sálvanos. Amén.”

1 de Agosto: La procesión de la Santísima Cruz en Constantinopla


San Juan Crisóstomo: Homilia LV sobre el Evangelio de San Mateo

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: el que quiera venir en pos de mí, niegúese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Mt 16,24).

Entonces. ¿Cuándo? Después de que Pedro había dicho: No quiera Dios que esto suceda, y había oído aquel Retírate de mí, Satanás. No le pareció suficiente a Jesús con increpar a Pedro; sino que anhelando demostrar con abundancia lo absurdo de sus palabras y la utilidad que de su Pasión se seguiría, dijo: Tú, Pedro, me dices: No quiera Dios que esto suceda; mas Yo te digo que no sólo sería dañoso para ti el impedirme padecer, aun cuando te pese mi Pasión, sino que ni siquiera podrías alcanzar tu salvación, si tú mismo no estás preparado para morir. Y para que no pensara que el padecer era indigno de Cristo, no sólo con las anteriores palabras, sino también con las que siguen, le enseña la utilidad de su Pasión.

En Juan dice: Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, quedará solo; pero si muere, llevará mucho frutos-Pero ahora, tratando más largamente del asunto, habla no únicamente de su acabamiento por la muerte, sino que extiende la doctrina a sus discípulos. Como si les dijera: tan grande es la ganancia de la Pasión que si vosotros no queréis morir, os será perjudicial; mas sucederá lo contrario si estáis preparados para ese bien. Así lo declara con lo que sigue. Pero ahora lo examina por un solo lado. Observa cómo impone una obligación estricta. Pues no dice: Queráis o no, es necesario que padezcáis semejante Pasión. Sino ¿qué es lo que dice? Si alguno quiere venir en pos de mí. No lo obligo; no le impongo una necesidad; lo dejo al arbitrio de cada uno. Y por esto digo: Si alguno quiere. Os invito a bienes y no a males, ni a cosas difíciles, ni a suplicios y penas, para que fuera necesario obligaros. La naturaleza misma de la cosa es suficiente para atraer. Y con decirles esto, más los animaba. Quien pone obligación, con frecuencia más bien aparta de la obra; pero quien la deja al arbitrio del oyente, más lo atrae. Puesto que más fuerza tiene la simple exposición de la empresa que no la violencia. Por eso les decía: Si alguno quiere. Como si les dijera: grandes son los bienes que os ofrezco, y tales que espontáneamente se corre hacia ellos.

A la verdad, si alguno ofreciera oro y un tesoro tal vez, no llamaría con violencia. Pues si a esas cosas se va sin violencia, mucho más se irá a los bienes celestes. Si la naturaleza misma de la cosa no te persuade a que corras a ella, ya no eres digno de recibirla; y si la recibes, no sabrás apreciar lo que recibes. Por eso Cristo no obliga, sino exhorta y es indulgente con nosotros. Y como los discípulos murmuraban mucho, comentando lo dicho y se turbaban, les dice: no es el caso de turbarse y comentar. Si creéis que lo que dije, si os aconteciere, no es fuente de bienes innumerables, yo no os obligo, no os hago violencia, solamente invito al que quiera.

No penséis que seguirme es hacer eso que ahora hacéis al seguirme. Necesitaréis de muchos trabajos y pasar por muchos peligros, si habéis de seguirme. No por haberme confesado ahora, oh Pedro, vayas a pensar que sólo te esperan coronas y que con solo pensar lo que has pensado te basta para la salvación y que en adelante has de vivir contento como si ya todo estuviera acabado. Como Hijo de Dios que soy, puedo eximirte de experimentar los males, pero por bien tuyo no quiero hacerlo, para que tú pongas algo de tu parte y así seas mejor probado. Ningún Prefecto de juegos, cuando estima mucho a un atleta quiere coronarlo gratis, sino que anhela que éste lo gane con su propio trabajo, sobre todo porque lo estima. Así Cristo quiere que aquellos a quienes especialmente ama brillen con su propio mérito y por sola su gracia.

Advierte, además, cómo hace un discurso en nada pesado. Puesto que no circunscribe los males a solos los discípulos, sino que, extendiendo su enseñanza a todo el orbe, dice: Si alguno quiere, ya sea mujer o varón, príncipe o subdito, quienquiera que por este camino echare. Al parecer dice una sola cosa, pero en realidad son tres: negarse a sí mismo, tomar su cruz, seguirlo. Junta dos cosas, en tanto que la otra la pone aparte. Veamos en primer lugar qué sea negarse a sí mismo. Pero ante todo qué sea negar a otro. Y así sabremos qué sea negarse a sí mismo. Quien niega a otro, ya sea su hermano o su criado u otro cualquiera, no se presenta, no lo auxilia, no se entristece, no se aflige, puesto que se trata de uno que le es extraño.

Quiere, pues, Cristo que en esa forma, es decir, en forma alguna, perdonemos a nuestro cuerpo; de modo que aun cuando lo azoten, lo empujen, lo quemen o le hagan otra cosa cualquiera no lo perdonemos. Porque esto es verdaderamente perdonarlo. Así los padres, cuando entregan sus hijos a los maestros, es cuando verdaderamente los perdonan, advirtiendo al profesor que nada les perdone a los niños. Así, Cristo no dijo que no se perdone uno a sí mismo, sino lo que es más duro: Niegúese a sí mismo. Es decir, que sea para sí como un extraño, de manera que se entregue a los peligros y certámenes, y esté en tal disposición como si fuera otro el que padeciera. No dijo simplemente negarse, sino abnegarse. Y con este pequeño aditamento da a la sentencia una gran fuerza. Porque abnegarse es mucho más que simplemente negarse.

Y tome su cruz. Es una consecuencia de lo anterior. No vayas a pensar que conviene abnegarse únicamente cuando se trate de palabras, injurias y oprobios. Por eso dice hasta dónde conviene negarse a sí mismo: es decir hasta la muerte, y muerte la más oprobiosa. Y para significarlo no dijo: niegúese a sí mismo hasta la muerte, sino tome su cruz, o sea hasta la muerte más vergonzosa; y no una ni dos veces, sino por toda la vida. Como si dijera: lleva contigo perpetuamente semejante muerte y permanece cada día dispuesto a morir. Puesto que muchos despreciaron las riquezas, los placeres, la gloria, pero no despreciaron la muerte, sino que tuvieron temor a los peligros, Yo, dice Cristo, quiero que mi atleta luche hasta la muerte y que soporte el certamen hasta derramar su sangre. De modo que conviene llevar con fortaleza la muerte, si es necesario morir, y aun la muerte más oprobiosa y execrable, y aunque sea por vanas sospechas: y en tales casos grandemente gozarse.

Y sígame. Como puede suceder que el que padece no siga a Cristo, no padece por El (así como los ladrones, los robadores de sepulcros, los hechiceros sufren y graves padecimientos), para que no creas que basta con soportar los dolores, añadió el motivo de soportarlos. ¿Cuál es? Que al sufrir todo eso, vayas en seguimiento de Cristo y por causa de El lo padezcas y así ejercites todas las virtudes. Porque eso significa: Sígame. De manera que no sólo demuestres fortaleza de ánimo en los padecimientos, sino además continencia, equidad y toda clase de virtudes. Esto es seguir a Cristo como conviene: procurar las demás virtudes y padecer por El todo. Hay quienes siguen al demonio y padecen las mismas cosas y por él aceptan la muerte; pero nosotros lo hacemos por Cristo y aun por nosotros mismos y por nuestro bien. Ellos lo hacen dañándose a sí mismos aquí y en la otra vida; pero nosotros lo hacemos para lucrar ambas vidas.

Entonces ¿cómo no sería el colmo de la desidia el no tener tan gran fortaleza cuanta muestran esos que perecen, cuando vamos a recibir tantas coronas? Y eso que a nosotros nos auxilia Cristo y a ellos nadie. Por otra parte, este fue el precepto que dio Cristo a los apóstoles cuando los envió a misión, di-ciéndoles: No vayáis a los gentiles. Os envío como ovejas en medio de lobos. Seréis llevados a los gobernadores y reyes? Pero ahora lo enunció más solemnemente y con mayor reciedumbre. Porque entonces hablaba sólo de la muerte, mientras que aquí menciona la cruz y una cruz perpetua. Puesto que dice: Tome su cruz, es decir: llévela siempre.

Tenía Cristo por costumbre poner los mandatos más importantes no al principio y como exordio de sus discursos, sino poco a poco y sin sentir, a fin de que los oyentes no se perturbaran con lo duro de las cosas. Aquí, como lo que decía parecía ser cosa difícil y molesta, observa cómo la hace fácil en lo que sigue, estableciendo premios superiores a los trabajos. Y no sólo premios, sino además castigos para los perversos. Y en los castigos se detiene más que en los premios, porque a muchos los hace prudentes más la amenaza de los castigos que los bienes del premio.

Sin embargo, advierte cómo en este pasaje comienza y acaba con lo mismo. Pues dice: El que quiera salvar su vida la perderá; y el que quiera perder su vida por mí, la hallara. Y también ¿Qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? ¿O qué podrá dar el hombre a cambio de su alma? Y no es que no os tenga compasión, sino que, por el contrario, os compadezco cuando tal cosa ordeno. Pues quien condesciende con su hijo lo pierde, mientras que quien no le deja pasar nada, ése lo salva. Que es lo mismo que dijo el sabio: Si castigas a tu hijo con la vara, no morirá; antes librarás su alma de la muerte? Y también: El que ama a su hijo tiene siempre dispuesto el azote para que al fin pueda complacerse en élA Y lo mismo se hace en el ejército. Pues si el capitán, por no molestar a sus soldados los mantiene siempre en el campamento, destruye a los mismos soldados y a otros muchos.

Pues bien: a fin de que tal cosa no os acontezca, dice Jesús, os conviene estar siempre preparados para una muerte continua. Porque vendrá luego una guerra terrible. No te estés quieto en casa. Sal al campo y pelea; y si caes en la pelea, habrás encontrado la vida. Si en estas guerras sensibles y de acá, quien está pronto y preparado para la muerte, es tenido como preclaro entre los demás y como invicto y temible para los enemigos; y sin embargo, si muere no puede el general resucitarlo, el general por quien pelea, mucho más en las batallas espirituales en que se tiene la esperanza de la resurrección, quien exponga a la muerte su vida, la encontrará: desde luego porque no será vencido prontamente; y además, porque, aun estando postrado lleva su alma una vida mejor.

Luego pues había dicho: Quien quiera salvar su alma la perderá y quien la pierda la salvará; y en ambos casos habló de la salud y de la perdición, para que nadie piense que aquella perdición y esta otra, ni aquella salud ni esta otra son iguales, sino que vea con claridad que hay tan gran diferencia entre aquella y esta salud cuanta hay entre aquella y esta perdición, la demuestra mediante los contrarios diciendo: Porque ¿qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? ¿Observas cómo la salvación que se logra fuera de lo conveniente es perdición, y perdición la peor de todas, como que ya no tiene remedio, pues nada hay que pueda redimirla?

Como si dijera Cristo: No pienses que quien así guarda su alma, evadiendo los peligros, la ha salvado; añádele si quieres que ha guardado todo el orbe y lo ha ganado. Porque ¿qué ganancia saca de todo eso, si ha perdido su alma? Si vieras tú a tus criados en delicias mientras tú estás entre males extremos ¿pensarías que por ser señor de ellos tú algo lograbas? ¡De ningún modo! Pues piensa así respecto de tu alma cuando mientras tu carne vive entre delicias y riquezas a ella le espera la muerte futura. ¿Qué dará el hombre a cambio de su alma? Insiste en lo mismo. Como si dijera: ¿tienes acaso otra alma que des a cambio de la tuya? Si pierdes tus riquezas, las puedes suplir con otras; y lo mismo si pierdes tu casa o tus esclavos u otra cualquiera posesión que tengas. Pero si pierdes tu alma no podrás dar otra. Aun cuando poseas el mundo y seas rey del universo; aunque pongas en la balanza todas las cosas del orbe y al orbe mismo íntegro, no puedes redimir una sola alma.

Pero ¿es acaso admirable que así suceda respecto del alma, cuando aun en las corporales cosas lo mismo se puede observar? Aun cuando estés con mil diademas coronado, si tu cuerpo estuviere enfermo de una dolencia incurable, no lograrías, ni aun dando de regalo todo el reino, alcanzar la salud; y esto aun cuando añadieras otros muchos cuerpos y ciudades y riquezas. Pues piensa lo mismo acerca de tu alma; y con mayor razón tratándose del alma. Dejando, pues, todo lo demás, ocúpate de ella con todas tus fuerzas. No te preocupes de las cosas de los demás con descuido de ti mismo y de tus intereses, cosa que ahora todos hacen, pareciéndose a los que trabajan en las minas que ninguna utilidad ni riqueza sacan de semejante trabajo, sino muy grave daño, pues en vano se exponen a los peligros en bien de otros, sin obtener para sí ganancia de los sudores y aun de la muerte que muchas veces les acontece. Y actualmente tienen éstos muchos imitadores que andan en busca de riquezas para otros. Y hasta son más miserables que los dichos mineros, pues al fin de sus muchos trabajos les espera la gehenna. A los mineros la muerte les acarrea el término de sus sudores, pero a los otros les resulta el comienzo de sus padecimientos.

Y si dices que tú, siendo rico ya disfrutas de tus trabajos, muéstrame la alegría y gozo de tu alma y entonces te lo creeré. El alma es lo principal de todo lo que poseemos; y si el cuerpo engorda mientras ella enferma, de nada te sirve toda tu abundancia. Pues así como cuando la esclava se goza, su gozo de nada sirve a su ama que está moribunda, y así como en nada ayuda el ornato de los vestidos al cuerpo enfermo, así tampoco la riqueza al alma; sino que de nuevo te repetirá Cristo: ¿Qué podrá dar el hombre a cambio de su alma? y continuamente ordenará que te ocupes en salvarla y que de sólo eso tengas cuidado.

Una vez que con tales palabras ha puesto terror, consuela a sus discípulos con estas otras: Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloría de su Padre con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras. ¿Observas desde luego cómo una misma es la gloria del Padre y del Hijo? Pero si la gloria es una y la misma, queda claro que también la substancia es una. Pues si en una substancia la gloria es diferente, como dice Pablo que una es la gloria y resplandor del sol, y otra la de la luna y otra la de las estrellas y una estrella difiere de otra en claridad, siendo ellas de la misma substancia ¿cómo podría creerse que aquellos cuya gloria es una tengan una substancia diferente? Porque no dijo Cristo: en una gloria como la del Padre, para que por aquí tú sospecharas una diferencia de substancia; sino que con todo cuidado dice que vendrá en la mismísima gloria del Padre, de manera que creamos que es una y la misma de ambos. Entonces, oh Pedro ¿por qué temes la muerte cuando de ella oyes hablar? Porque en aquel día me verás en la gloria del Padre. Y si yo estaré en la gloria también vosotros estaréis en la gloria. Porque vuestras cosas no están circunscritas a los límites de la vida presente, sino que os espera una suerte mejor.

Pero Cristo, tras de anunciar esos bienes, no se detuvo ahí, sino que aun en esto mezcló cosas terribles y trajo a la memoria el juicio y la cuenta inevitable y la sentencia sin acepción de personas y el Juez que no se engaña. Mas no permitió que su discurso fuera solamente de cosas tristes, sino que mezcló con ellas la buena esperanza. Porque no dijo: entonces castigará a los pecadores, sino: Entonces dará a cada uno según sus obras. Y lo dijo no únicamente para recordar el castigo a los pecadores, sino también las coronas y premios a los buenos. De manera que dijo esto para alegrar y confortar a los buenos. Sin embargo, yo, cuando oigo esto, siempre me lleno de terror, pues no pertenezco al número de los que serán coronados; y pienso que hay también otros que comparten conmigo semejantes angustias y terrores. Pero ¿a quién no atemorizarán estas cosas si entran en su conciencia? ¿a quién no pondrán miedo, hasta persuadirlo de que necesitamos vestirnos de saco y cilicio, mucho más que el pueblo de los ninivitas? Puesto que no se nos habla de la destrucción de la ciudad ni de una común desgracia, sino del eterno suplicio y del fuego que jamás se extingue.

Por este motivo yo alabo y admiro a los monjes que viven en el desierto: es decir, además de otras causas, también por estas palabras. Porque los monjes, después de la comida, mejor dicho después de la cena, pues no conocen la comida, pues saben que el tiempo presente es de luto y de ayuno, en una palabra, después de la cena, cuando dan gracias a Dios, repiten la dicha sentencia. Y si queréis oír el himno que cantan, para que también vosotros lo recitéis con frecuencia, os repetiré su íntegro canto, que es como sigue: Bendito seas, oh Dios, que me alimentas desde mi juventud y das alimento a toda carne. Llena de gozo y alegría nuestro corazón a fin de que teniendo siempre suficiencia de todas las cosas, abundemos en toda buena obra en Cristo Jesús, Señor nuestro, a quien contigo sea la gloria, el honor y el poder, juntamente con el Espíritu Santo, por todos los siglos. Amén. Gloria a ti, oh Señor. Gloria a ti, oh Santo. Gloria a ti, oh Rey que nos has concedido el alimento en alegría. Llénanos del Espíritu Santo, para que seamos aceptos en tu presencia y no quedemos avergonzados el día en que darás a cada uno según sus obras.

Semejante himno debe causar admiración todo él, pero sobre todo su final. Puesto que la mesa y los alimentos hacen pesados y disolutos, semejante sentencia la pusieron los monjes como un freno del alma en ese tiempo de esparcimiento, trayendo así a la memoria el día del juicio. Lo aprendieron sin duda de lo que sucedió a los hijos de Israel, tras de la mesa aquella bien abastecida: Comió y engordó y dio coces el amado J Por lo cual dijo Moisés: Cuando hayas comido y bebido y estés harto acuérdate del Señor tu Dios.% Porque tras de comer se atrevieron a lo más inicuo. Cuídate, pues, tú de que no te suceda lo mismo. Pues aun cuando no inmoles a dioses de piedra y oro ovejas y terneros, guárdate de inmolar tu alma a la ira ni tu salud a la fornicación y a otras semejantes enfermedades del alma.

Temerosos los monjes de semejante precipicio, también por esto, en terminando su comida, o mejor dicho su ayuno -ya que su mesa es un ayuno continuo-, traen a la memoria aquel día tremendo y aquel juicio. Pues si ellos que continuamente se atormentan con saco, los ayunos, el dormir en el suelo y otras innumerables formas de penitencia, sin embargo, necesitan de semejante amonestación ¿cuándo podremos nosotros vivir con moderación, siendo así que colmamos nuestras mesas con infinitas ocasiones de naufragio espiritual, y ni al principio ni al fin hacemos oración?

Pues bien: para quitarnos esas ocasiones de naufragio, tomemos de nuevo ese himno y expliquémoslo por sus partes a fin de que cayendo en la cuenta del gran fruto que nos reporta, con frecuencia lo entonemos en la mesa y así reprimamos los asaltos del vientre y metamos en el hogar las costumbres y prácticas de los ángeles. Habría sido lo conveniente que vosotros, usándolo ya desde antes, hubierais sacado ya ese fruto. Pero, pues no lo anheláis, a lo menos oíd de nuestra boca esa melodía espiritual; y que cada cual, una vez terminada la comida, dé gracias comenzando de esta manera: ¡Bendito Dios! Así cumpliréis desde luego con la ley apostólica en que se nos manda: Y todo cuanto hacéis de palabra y de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por élS> Y luego, para que la acción de gracias no sea solamente para ese día, sino de toda la vida, se dice: Que me alimentas desde mi juventud.

También aquí hay una enseñanza para la virtud. Pues quien es alimentado por Dios no debe andar solícito. Si tú, prometiéndote el rey darte el cotidiano alimento de su propia despensa, vivirías del todo confiado, mucho más debes estarlo pues es Dios quien te lo da y de El te viene todo como de una fuente: debes pues estar en absoluto libre de toda solicitud. Los monjes lo cantan para dejar ellos toda solicitud e inducir a lo mismo a sus discípulos. Y para que no creas que sólo por sí mismos dan esas acciones de gracias, añaden: Que da alimento a toda carne. Así dan gracias por el orbe entero; y como padres de todo el universo, alaban a Dios en lugar de todos y se incitan a la verdadera fraternidad. Puesto que no pueden aborrecer a aquellos por quienes dan gracias a Dios por el alimento que les ha proporcionado. ¿Observas la caridad introducida mediante la acción de gracias, que quita todo cuidado del siglo, tanto por lo que precede como por lo que sigue? Pues si da Dios alimento a toda carne, mucho más lo dará a quienes le están adheridos. Si a quienes andan envueltos en los cuidados del siglo alimenta, mucho más lo hará con los que están libres de tales cuidados.

Cristo confirma esto cuando dice: Vosotros valéis más que muchos pájaros Con semejantes palabras nos enseña que no hay que poner la confianza en las riquezas, ni en la tierra, ni en las simientes; porque no son ellas las que nos nutren, sino la palabra de Dios. Palabras son éstas con que se refuta a los maniqueos y valentinianos y a los que piensan como ellos. Porque no puede ser un Dios malo el que a todos, aun a los que de él blasfeman, les da bienes. Sigue luego la petición: Llena de gozo y alegría nuestros corazones. ¿De qué gozo habla? ¿acaso del secular? ¡No, de ninguna manera! Si semejante gozo quisieran los monjes, no habitarían las cumbres de las montañas ni los desiertos, ni se vestirían del saco de penitencia. Hablan de otro gozo que nada tiene de común con el de la vida presente, sino del gozo de los ángeles, del gozo de allá arriba. Y no lo

piden así simplemente, sino con abundancia. Pues no dicen danos, sino: llena. Ni dicen a nosotros, sino: a nuestros corazones. Porque este gozo lo es sobre todo del corazón. Pues los frutos del Espíritu son caridad, gozo, paz.H

Y porque el pecado introdujo en el mundo la tristeza, piden que mediante el gozo entre en ellos la justicia, pues de otro modo no se engendraría en ellos el gozo. Para que teniendo siempre suficiencia de todo, abundemos en buenas obras. Mira cumplida aquí aquella sentencia del evangelio. Danos hoy nuestro pan de cada díaX¿ Y buscan que se cumpla el efecto de su petición en vista de los bienes espirituales, pues dicen: para que abundemos en toda buena obra. No dicen para hacer sólo lo que debemos, sino aun mucho más de lo que ordenan los preceptos. Porque esto quiere decir lo de abundemos. Piden a Dios lo suficiente en las cosas necesarias; pero en cambio ellos no quieren obedecer en sólo lo que es suficiente, sino en todo con sobreabundancia. Esto es lo propio de los hombres de recto corazón, esto es lo propio de hombres dados a la virtud: obedecer en todo y siempre con plena generosidad.

Y luego, recordando su debilidad y confesando que sin el auxilio de lo alto nada perfecto pueden llevar a cabo, una vez que dijeron: Para que abundemos en toda buena obra, añaden: En Cristo Jesús, Señor nuestro, a quien contigo sea la gloria, el honor, y el poder por todos los siglos. Amén. Ponen fin, co mo dieron principio, con la acción de gracias. Después, parece como si comenzaran de nuevo, pero continúan con el mismo discurso. Así lo hace Pablo al principio de su carta, como si terminara con la glorificación de Dios, diciendo: Por voluntad de Dios y Padre nuestro a quien sea la gloria por los siglos. Amén. Y luego introduce la materia de que va a tratar. Y también en otra parte: Y adoraron y sirvieron a las criaturas en lugar del Creador, que es bendito por los siglos. Amén.

Pero no termina aquí su discurso, sino que sigue adelante. De manera que no acusemos pues a estos ángeles como si obraran mal cuando, una vez que han terminado con la glorificación, Y de nuevo comienzan un himno sagrado. No hacen sino seguir las tradiciones apostólicas al comenzar con la glorificación y terminar con ella y comenzar en seguida un himno nuevo.

Por esto dicen: ¡Gloria a ti, oh Señor! ¡Gloria a ti, oh Santo! ¡Gloria a ti, oh Rey que nos has dado el alimento con alegría. Porque es necesario dar gracias no únicamente por los beneficios grandes sino también por los pequeños. Y dan gracias por éstos para poner en vergüenza a los maniqueos y a todos los que aseguran que esta vida es mala. Porque no vayas a pensar que quienes se ejercitan en lo más alto de la virtud y desprecian el vientre, abominan de los alimentos, a la manera de los que a sí mismos se estrangulan; sino que te persuaden con sus oraciones suplicantes que de muchas cosas se abstienen, no porque aborrezcan a las criaturas de Dios, sino por ejercicio de virtud.

Observa, además, cómo tras de dar gracias por el alimento que se les ha concedido, piden cosas mayores y no se detienen en las del siglo, sino que traspasan los cielos y dicen: Llénanos del Espíritu Santo. Porque nadie puede proceder en modo preclaro, si no está lleno de esa gracia; así como no puede llevar a cabo nadie nada generoso y grande, si no disfruta de la gracia de Cristo. En consecuencia, así como una vez que dijeron: para que abundemos en toda buena obra, añadieron: en Cristo Jesús, así ahora, tras de decir: Llénanos del Espíritu Santo, añaden: para que seamos aceptos en tu presencia. ¿Observas cómo nada piden de las cosas de la tierra, tocantes a la vida presente, sino que por éstas tan sólo dan gracias, y en cambio acerca de las cosas espirituales no sólo dan gracias sino que añaden las súplicas? Porque dijo Cristo: Buscad primero el reino de los cielos y lo demás se os dará por añadidura!

Considera, además, otra virtud de los monjes. Pues dicen: Para que seamos aceptos en tu presencia y no seamos avergonzados. Porque no nos preocupamos de que algunos todo eso lo juzguen en desdoro nuestro; porque ni siquiera advertimos )o que los hombres burlando o reprendiendo dicen de nosotros, sino que una sola cosa anhelamos: que no seamos confundidos en el último día. Y después de eso traen a la memoria el río de fuego y los premios y recompensas. Y no dicen: para que no seamos castigados, sino para que no seamos confundidos. Porque para nosotros esto es más terrible que la gehenna: el aparecer como ofensores de Dios. Pero como a muchos de los más ignorantes esto no suele aterrorizarlos, añaden: Cuando des a cada uno según sus obras.

¿Observas en qué forma y cuánto nos ayudan esos ciudadanos del desierto, extraños y peregrinos, o mejor dicho, ciudadanos del cielo? Nosotros acá somos peregrinos y extraños del cielo y ciudadanos de la tierra; pero ellos al contrario. Y terminado ese himno, penetrados de compunción y derramando abundantes y fervorosas lágrimas, van a tomar el sueño; y no duermen sino tanto cuanto es necesario para un pequeño descanso. De las noches hacen días y pasan su vida en acciones de gracias y en el canto de los salmos. Ni sólo lo hacen los varones, sino también las mujeres que ejercitan ese mismo modo de vivir, superando su natural debilidad con la grandeza de su ánimo.

Avergoncémonos nosotros, los varones, al ver en ellas tan gran contingencia; y dejemos ya de impresionarnos con la codicia de las cosas presentes, que no son sino sombra, humo, sueño. Porque la mayor parte de nuestra vida parece carecer de sentido. La edad primera redunda en estulticia; la que ya se inclina a la ancianidad, embota nuestros sentidos. El tiempo intermedio es corto y en él gozamos de los deleites. Más aún: ni siquiera en este corto tiempo intermedio gozamos como se debe del placer, pues se interponen infinitos cuidados y trabajos que lo destruyen.

Os ruego, en consecuencia, que busquemos los bienes perdurables y eternos y aquella vida exenta de ancianidad. Porque también el que habita en la ciudad puede imitar la virtud de los monjes. Puede, aunque tenga mujer y viva en su casa, orar, ayunar, dolerse. Los primeros discípulos de los apóstoles vivían en ciudades y mostraban la misma piedad que quienes luego se retiraron al desierto; y aun otros que presidían oficinas como Priscila y Aquila. También los profetas tenían esposa y casa, como Isaías, Ezequiel, el gran Moisés. Pero eso en nada les impidió el ejercicio de la virtud. Pues también nosotros, imitando a éstos, demos continuas gracias a Dios, celebrémoslo con himnos continuos, cultivemos la continencia y las demás virtudes, y traigamos a la ciudad ese ejercitar las virtudes que florece en los montes, para que seamos aceptos ante Dios y aparezcamos como hombres honorables y alcancemos los bienes eternos, por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, por el cual y con el cual sea al Padre la gloria, el honor y el poder, juntamente con el Espíritu Santo y vivificante, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

jueves, 29 de julio de 2010

LOS FRUTOS DEL FILETISMO


Uno de los cánceres que tenemos que sufrir dentro de la Ortodoxia es el filetismo. En él, la Iglesia pierde su catolicidad y se encorseta dentro del nacionalismo. es uno de las lacras que nos dejaron las potencias europeas tras la desaparición del Imperio Otomano y a las cuales les convenía la existencia de una gran cantidad de pequeños estados débiles en la zona que antes ocuparan los turcos.


Dentro del Imperio que regía la Sublime Puerta, no había ni griegos, ni búlgaros, ni serbios... Había cristianos y esto es una de las grandes paradojas de la historia: precisamente bajo el yugo musulman es donde mejor se expresó la idea de la Iglesia como catolicidad.


Tras la caida del Imperio se alentó el nacionalismo como una forma de mantener a los cristianos ortodoxos divididos y consiguieron que se repitieran escenas tan obscenas y abominables como ortodoxos serbios, griegos y búlgaros matándose entre si, lo que no se veía desde los años del Imperio Bizantino. Recientemente por desgracia hemos visto lo mismo al enfrentarse rusos y georgianos.


Si bien es verdad que fue la Iglesia en estos países la que salvaguardó las tradiciones y la lengua ante la fuerza omnipresente de los turcos, antes y después d ela I Guerra Mundial fueron los estados los que utilizaron a la Iglesia con sus pretensiones nacionalistas. Así lo hemos visto últimamente con la creación de los cismas de Montenegro y Macedonia. Si hay nación, tiene que haber Iglesia nacional.


Esto fue precisamente lo que se condenó en el Sínodo de Constantinopla de 1872 y eso precisamente es lo que seguimos contemplando en la actualidad.


El ultimo de los frutos de la herejía filetista se ha dado en Ucrania. Tras su independencia de Rusia surgieron varias Iglesias que compiten por ver cuál es la verdadera Iglesia ucraniana separada por supuesto del Patriarcado de Moscú. El reconocimiento de una de esas iglesias filetistas por el Patriarcado de Constantinopla llevó incluso a enturbiar las relacciones entre Constantinopla y Moscú, asunto que parece haberse arreglado a día de hoy. Pero los anímos se han exaltado cuando el Patriarca Kiril ha visitado Ucrania para la celebración del día de la cristianización de Rusia que recuerda el bautismo del Santo Príncipe Vladimir.


El último día de la visita del Patriarca una bomba, estallaba en una de la Catedral del Santo Manto de la ciudad de Zaporozhie bajo la jurisdicción del Patriarcado de Moscú. El resultado ha sido una monja muerta y ocho personas heridas, algunas de gravedad entre las que se encuentra la mujer del sacerdote.


Esos son los frutos del nacionalismo, la profanación de una Iglesia, la muerte de una sierva de Dios, cristianos heridos por cristianos y todo el día en que se recuerda la entrada en el cristianismo de los rusos en Kiev.


Dios se apiade del alma de los que han puesto la bomba, sane a los heridos y conceda el descanso eterno y la paz a su sierva asesinada.


Y nosotros, hermanos, mucho cuidado y atentos porque en este mal es muy fácil caer y lo hacemos cuando nos creemos que por haber nacido en un país somos mejores ortodoxos que los nacidos en otro; cuando creemos que ser ortodoxo depende de hablar o rezar en una u otra lengua, cuando rechazamos una parroquia o a un sacerdote por no ser de "mi país".


Hace poco tiempo en un país X, no voy a decir el nombre, se mandaba y ordenaba a los fieles de la diáspora que sólo asistieran a las iglesias de dicho patriarcado. Y yo le digo al Santo Sínodo de ese país ¿Y si no hay parroquia del patriarcado, que es preferible que se queden en casa antes que ir a la parroquia de otro patriarcado? Habría pues que recordarles a los partidarios del nacionalismo eclesial que fuera de sus países no tienen jurisdicción según los cánones del Concilio de Calcedonia y que lo que está sucediendo en los países de Europa Occidental y América es una barbaridad y un escándalo pues se empeñan en mantener a los ortodoxos divididos y no dejan que se desarrollen Iglesias Ortodoxas en Francia, Italia, España, Estados Unidos... Y todo por la pérdida de control, sobre todo económico, que eso supondría.


Estos son los frutos del filetismo, líbrenos Dios de sus frutos y consecuencias y sobre todo de los falsos pastores que los alienten y a los muertos por el odio que engrenda, Dios se digne a concederles la corona inmarcesible.


martes, 27 de julio de 2010

27 de julio: El Grande y Santo Mártir Pantaleimon, el Médico Anárgiro


Hemos celebrado hoy, queridos hermanos, la fiesta del glorioso Médico San Pantaleimon y quisiera poner a vuestra consideración los siguientes puntos en relación con el recuerdo de los gloriosos martirios de este gran Santo de nuestra Iglesia.

Vivió Panteleimon en la ciudad de Nicomedia y allí aprendió el arte y la ciencia de la Medicina. Siguiendo las palabras del Señor Jesucristo “Aquello que hiciereis a uno de estos mis pequeños a mi me lo hiciereis” y despreciando los honores que podía depararle su profesión, bajaba hasta las chozas de los más pobres para llevar el don de la salud a aquéllos que ni tan siquiera podían pensar a recurrir a un médico cuando estaban enfermos. Por ello es uno de los Santos Médicos Anárgiros, palabra que significa “sin dinero” ya que no cobraba a los pobres por sus remedios y atenciones.

No sólo esto era importante para San Pantaleimon, sino que, por medio de la gracia que llenaba su alma, sabía ver que más grave que la enfermedad del cuerpo era la del alma causante muchas veces, de los males que sufre el cuerpo.

En el momento del martirio, el Médico que pasó por Nicomedia haciendo el bien, se entregaba a los martirios contemplando los sufrimientos salvadores del verdadero Médico de las almas y los cuerpos, cuyas heridas nos curaron y cuya Sangre fue el bálsamo y la medicina sagrada que nos devolvieron la salud.

Hoy, el gran problema es que la medicina se ejerce de manera racional y apartada totalmente de la fe. Se ve sólo el cuerpo físico sin atender a la existencia del alma y del espíritu. No se ve al hombre como un todo psicosomático que necesita de una atención integral en la que la medicina del cuerpo se ha de unir a la medicina del alma.

Muchas de las enfermedades del cuerpo tienen su origen en la falta de salud del alma y poniendo tan sólo un tratamiento físico no se devuelve la salud al paciente ya que no se ataca el origen de la enfermedad. A su vez muchas enfermedades mentales son tratadas de forma agresiva mediante medicación sin intentar siquiera ver su origen espiritual.

Es por ello que los auténticos médicos cristianos trabajan íntimamente unidos con los padres espirituales, el médico del cuerpo con el médico del alma, obteniendo así resultados asombrosos. Así lo confiman los propios médicos que nos dicen la enorme diferencia que existe, por ejemplo, en los tratamientos contra el cáncer aplicados a personas llenas de fe. Lo mismo ocurre en casos en los que el tumor se ve reducido y hasta desaparece cuando la persona pone en paz su alma y tras perdonar alguna ofensa recibida es capaz de abandonar sus sentimientos de culpabilidad llenándose del aire nuevo que le aporta la Gracia. Así mismo son muchos los que aquejados en nuestra sociedad moderna y desquiciada por depresiones y severos problemas psiquiátricos, recobran la salud por medio del ayuno, la oración, la confesión y la comunión frecuente, liberándose de los demonios que lo atormentaban y a los cuales no se podía enfrentar por estar drogado y sobre-medicado, lo que mermaba todas sus capacidades fiscas y psíquicas para poder salir de su enfermedad.

También es algo muy evidente la pronta recuperación de aquellos que estado enfermos, tienen personas que ofrecen oraciones por ellos, especialmente en la Divina Liturgia y en los oficios de Paráclesis. Estas personas saben que no están solas en su lucha contra la enfermedad, les da fuerzas el saber que hay muchos detrás de él pidiendo por su salud a nuestro Señor por intercesión de su Santísima Madre y de los Santos.
Normalmente en nuestra sociedad todo esto se rechaza, se ve como una mera superstición, pero bien saben los buenos médicos ortodoxos cuan grande es la fuerza de la oración.

Hay un caso que no quisiera dejar de contar. Un padre se entera con gran dolor de que a su hija pequeña le han detectado un tumor cerebral que resulta inoperable. El hombre lleno de fe acudió a la que es la Fuente de la Vida a pedir por su hija pequeña, asistía siempre a las paráclesis que se hacían en su parroquia pidiendo por su salud y siempre entregaba el papel con su nombre para que el sacerdote pidiera por su curación en la Divina Liturgia. Al inicio de la Gran Cuaresma, con la bendición de su padre espiritual, y por la salud de su hija prometió seguir ayunando el resto de su vida. Su fe eran tan grande que era como un carbón ardiendo en el que el incienso de su oración se quemaba ascendiendo hasta el trono de que nos trajo la salud.

Ante el asombro de todos, el tumor maligno fue poco a poco decreciendo hasta hacerse casi imperceptible, dándole el médico el alta al cabo de unos meses.

Muchos años guardo aquel padre su promesa pero poco a poco, unas veces un poco de carne un día, un yogurt otro, descuidó su voto hecho a Dios. Volvieron poco a poco los dolores a la niña ya convertida en joven. Se hicieron pruebas, análisis, y el mismo médico, ahora jefe de oncología del hospital, al ver el historial y recordar el caso, llamó al padre y le dijo que en sus manos estaba que aquello volviera al orden de nuevo. Avergonzado el padre corrió a postrarse ante el icono de la Panaghia, guardando ayuno estricto hasta el día de su muerte muchos años después.

Esto asombra al que no es creyente, el de mente racional sonríe compasivo por la credulidad de los fieles. Yo le preguntaba a un Padre el porqué en otros tiempos los milagros eran más frecuentes y el Padre me respondía que simplemente porque la gente tenía fe, empezando por el médico que no se avergonzaba en recomendar la confesión y la Santa comunión antes de una operación o de iniciar un tratamiento.

Pidamos hoy al Señor, por intercesión del Gran Mártir y Médico Anargiro San Pantaleimon, que nos conceda la salud del alma y del cuerpo y sobre todo, la virtud de la fe.

HORARIO PARA AGOSTO

Durante este mes de agosto va a haber algunos pequeños cambios en el horario para poder soportar mejor los rigores estivales.

Los domingos, Utrenie comenzará a las 8:15, por lo que la Divina Liturgia dará comienzo sobre las 9:30.

A partir del día 1 comienza el Ayuno de la Santa Madre de Dios como preparación para la fiesta de la Dormición. Recordar que es un ayuno estricto como el de la Gran Cuaresma y que sólo el día 6, fiesta de la Transfiguración, está permitido comer pescado.

Todas las tardes, excepto los domingos que será después de la Divina Liturgia, se cantará la Paráclesis a la Madre de Dios. A las 18:30 Vísperas y a las 19:00 la Paráclesis, menos el día 5, vísprera de la Transfiguración, que el horario se invertirá para poder celebrar las Grandes Vísperas.

Que la Madre de Dios interceda por todos nosotros ante Cristo, nuestro Dios y Señor.

sábado, 24 de julio de 2010

Domingo IX después de Pentecostés.


Jesús camina sobre las aguas. (Mt 14, 22-34)

22 En aquel tiempo, obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. 23 Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. 24 La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. 25 A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. 26 Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. «Es un fantasma», dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. 27 Pero Jesús les dijo: «Tranquilícense, soy yo; no teman». 28 Entonces Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua». 29 «Ven», le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. 30 Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: «Señor, sálvame». 31 En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?». 32 En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. 33 Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: «Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios». Una vez que hubo despedido a la turba, subió a un monte apartado para orar; y llegada la noche, estaba ahí El solo. La barca, ya en medio del mar, era agitada por las olas, pues el viento le era contrario.
Homilia L de San Juan Crisóstomo sobre el Evangelio de San Mateo.

¿Por qué sube al monte? Para enseñarnos que para orar a Dios es cómoda la soledad y el desierto. Por esto con frecuencia se retira a sitios desiertos, y ahí pasa la noche en oración. Nos amonesta así que es necesario buscar sitio y tiempo oportuno para orar con tranquilidad. La soledad es madre de la tranquilidad y puerto de la quietud, que nos libra de todo alboroto. Por esa causa subió Cristo al monte, mientras los discípulos andaban agitados por las olas, y como en otrora iban azotados por la tempestad. Sólo que en la otra ocasión sufrían teniéndolo a El en la barca, pero ahora se encuentran solos y separados de Jesús. Es porque El los va conduciendo poco a poco a más altos grados de virtud a fin de que luego todo lo soporten con fortaleza. Por eso, cuando al principio tenían que experimentar el peligro, estaba él presente, aunque dormía, para acudir prontamente en auxilio de ellos. Ahora, en cambio, para ejercitarlos en más perfecta paciencia, no procede así, sino que está ausente. Permite que se levante la tempestad estando ya ellos en medio del mar, con el objeto de que no les quede prácticamente esperanza de salvación. Y los deja agitados por las olas durante toda la noche, creo que para despertar su corazón adormecido; porque tal es el efecto del terror que producen las tempestades y la noche. Y mediante ese terror, los inflamó en más desearlo y que tuvieran una más continua memoria en El.

Tales fueron los motivos de que no les acudiera enseguida. Pues dice el evangelista: En la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar. Les enseñaba así a no buscar un acabe inmediato de los males, sino llevar con fortaleza lo que les acontecía. De modo que mientras esperaban ser liberados, se acreció el peligro y el temor subió de punto. Pues dice Mateo: Al verlo ellos andar sobre el mar, se turbaron y decían: Es un fantasma. Y de miedo comenzaron a gritar. Así procede siempre Jesús. Cuando se prepara a borrar las tristezas, echa por delante otras más pesadas y tremendas, como sucedió en este caso. La tempestad no menos que aquella visión los perturbó. Pero, como ya dije. El ni aclaró las tinieblas, ni se descubrió inmediatamente, ejercitándolos con el continuo terror y enseñándoles a tener paciencia.

Así procedió con Job cuando iba a quitarle el terror y la tentación. Permitió que el final fuera más terrible aún, no por la muerte de sus hijos, ni por las injurias de su mujer, sino por los insultos de sus amigos y de sus criados. Y al tiempo en que Jacob fue librado en tierra extraña de sus trabajos, fue cuando Dios permitió que fuera perseguido y sufriera mayor perturbación. Pues fue cuando su suegro lo amenazó de muerte. Y luego cayó en extremo peligro con la visita de su hermano Mas, como no convenga que los justos sean tentados por muy largo tiempo, Dios, cuando van ya a salir del certamen, les aumenta las pruebas para su mayor ganancia. Lo mismo procedió con Abraham, cuyo certamen postrero fue el de inmolar a su hijo Isaac. Porque lo intolerable, entonces se torna tolerable cuando viene estando ya uno, como quien dice, en la puerta y se acerca la liberación.

Así lo hizo entonces Cristo. No se les dio a conocer hasta que gritaron de miedo. Pero cuanto mayor había sido el terror, tanto más grata fue su presencia. Cuando clamaron, dice el evangelista, al punto les habló Jesús y les dijo: Tened confianza; soy yo, no temáis. Estas palabras les quitaron el temor y les infundieron confianza. Como no lo podían entonces conocer por su rostro y a causa de aquel modo inaudito de caminar y ser de noche, se les dio a conocer por la voz. Y ¿qué hace Pedro? Es siempre fervoroso, y siempre se adelanta a los demás. Y le dice: Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre las aguas. No le dice ruega, ni suplica, sino manda. ¿Observas su gran fervor y cuánta es su fe? Aunque por esto con frecuencia se hallara en peligro, por emprender lo que estaba sobre sus fuerzas. Aquí pedía algo exorbitante, pero sólo por amor a Jesús y no por vana ostentación. Porque no dijo: Manda que yo ande sobre las aguas; sino ¿qué?: Mándame ir a ti. Es que nadie lo superaba en el amor. Lo mismo hizo después de la resurrección, pues no soportó el ir al sepulcro con los demás, sino que se adelantó corriendo. De modo que da pruebas no solamente de su amor, sino también de su fe. Ni creyó que sólo Jesús podía andar sobre las aguas, sino que podía dar a otros la misma facultad; y anhelaba llegar hasta El cuánto antes.

Y Jesús le contestó: Ven. Y habiendo bajado de la barca Pedro, anduvo sobre las aguas y vino hacia Jesús. Pero viendo el viento fuerte, temió; y comenzando a hundirse, gritó: Señor, sálvame. Al instante Jesús le tendió la mano, lo tomó y le dijo: Hombre de poca je ¿por qué dudaste? Esto es más admirable que lo primero, y por eso aconteció enseguida. Porque tras de haber demostrado que imperaba sobre el mar, hizo luego un mayor milagro. En la ocasión anterior únicamente imperó a los vientos Pero ahora anda él sobre las aguas y concede a otro que también ande así. Si allá al principio le hubiera dado ese mandato, Pedro quizá no habría hecho lo que ahora hizo, pues aún no tenía tanta fe.

Mas ¿por qué se lo concedió? Porque si le hubiera contestado: No puedes hacerlo, Pedro, fervoroso como era, le habría contradicho. Por esto quiso que se persuadiera por el hecho mismo, a fin de que para en adelante fuera más modesto. Mas Pedro, ni aun así se pudo contener. Y habiendo bajado de la barca, lo sacudían las olas porque él temía. Las olas hacían que él se agitara; el viento, que temiera. Juan añade que ellos querían recibir a Jesús en la barca; y que la nave llegó al punto a tierra, a donde iban. Viene a significar lo mismo, o sea que, cuando ya estaban para tocar tierra, El subió a la barca.

Habiendo, pues, Pedro bajado de la barca, iba hacia Jesús, no tan gozoso de andar sobre las aguas como de acercarse a Cristo. Pero habiendo logrado lo que era más, peligró en lo que era menos. Es decir por el ímpetu del viento y no por el mar. Tal es la humana naturaleza: con frecuencia, tras de vencer en lo grande, es vencida en lo pequeño. Así le sucedió a Elias con Jezabel y a Moisés en Egipto y a David con Ber-sabé. Y lo mismo a Pedro. Todavía con el terror de la visión se atrevió a andar sobre las olas; y en cambio no se pudo sostener contra el ímpetu del viento, y eso que ya estaba al lado de Cristo. De nada te aprovechará estar al lado de Cristo si no estás junto a El por la fe.

El suceso demostró la gran distancia que había entre el Maestro y el discípulo, y sirvió a los otros de consuelo. Porque si más tarde se irritaron por la petición de los dos hermanos, mucho más se habrían irritado en el caso presente, pues aún no habían recibido el Espíritu Santo. Más tarde ya no fueron así, porque en todo conceden el primado a Pedro y para la pública predicación le ceden el primer lugar, aunque pareciera algo más rudo que los otros. Mas ¿por qué no imperó a los vientos, que se aplacaran, sino que extendió su mano y tomó a Pedro? Porque se necesitaba el acto de fe de Pedro. Porque cuando no hacemos lo que está de nuestra parte, también cesa lo que a Dios toca. Y así, demostrando a Pedro que aquel su hundirse no se debía a los vientos impetuosos, sino a su poca fe, le dice: Hombre de poca fe ¿por qué dudaste? De modo que si no hubiera sido débil su fe, aun contra la fuerza del viento se habría él mantenido fácilmente. En tomándolo Jesús, dejó de soplar el viento, demostrando así que en nada lo habría dañado si hubiera sido firme su fe. A la manera que al polluelo salido del nido antes de tiempo y ya casi desplomándose, la madre lo sustenta sobre sus alas y lo vuelve al nido, así Cristo hizo con Pedro.

Y habiendo subido a la barca cesó el viento. Antes decían: ¿Quién es éste que hasta los vientos y el mar le obedecen? ! Pero ahora no. Pues dice el evangelista: Los que estaban en la barca se postraron ante él, diciendo: Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios. ¿Observas cómo lentamente los va conduciendo a todos a cosas más sublimes? Porque anduvo sobre las aguas y porque ordenó a Pedro hacer lo mismo, y cuando peligraba lo salvó, se les acrecentó la fe en gran manera. En la otra ocasión increpó al mar; ahora no lo increpa, demostrando su poder de otro modo más excelente. Por esto decían los discípulos: Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios. Y ¿qué? ¿acaso los reprendió porque así hablaban? En absoluto al contrario. Los confirmó en lo que decían cuidando más poderosamente de los que se le acercaban, y no como anteriormente.

Terminada la navegación, dice el evangelista, vinieron a la región de Genesaret; y reconociéndolo los hombres de aquel lugar, esparcieron la noticia por toda la comarca y le presentaron todos los enfermos, suplicándole que los dejase siquiera tocar la orla de su vestido, y todos los que lo tocaban quedaban sanos. Porque ya no hacían como anteriormente, ni lo llevaban a sus casas, ni le pedían que los tocara con su mano y que lo ordenara con su palabra; sino que, con más alta sabiduría y con mayor fe, alcanzaban la curación. La mujer que padecía flujo de sangre sirvió de maestra a todos para esta forma de fe. Y para mostrar el evangelista que ya mucho antes Jesús había ido por aquellas tierras, dice: Y reconociéndolo los hombres de aquel lugar, esparcieron la noticia por toda la comarca y le presentaron todos los enfermos.

El tiempo en que lo vieron no sólo no acabó con su fe, sino que la acrecentó y la conservó floreciente, ¡Ea, pues! toquemos también nosotros la orla de su vestido. Más aún: si queremos, podemos íntegro poseerlo. Pues ahora se nos ha puesto delante su cuerpo; no únicamente su vestido, sino su cuerpo; y no para que solamente lo toquemos, sino para que lo comamos y nos saciemos. Acerquémonos, pues, todos los que andamos enfermos. Porque si los que tocaban la orla de su vestido, tan gran virtud participaban ¿cuánto mayor la participarán quienes íntegro lo reciben? Pero recibirlo con fe no es solamente recibir el cuerpo que se nos ofrece, sino tocarlo con un corazón limpio y con tales afectos como que a Cristo en persona te acercas. Pero ¿es que no oyes su voz? Mas lo ves yaciendo en la hostia. Más aún: percibes su voz que te habla por medio de los evangelistas.

Tened, pues, fe en que ahora se celebra aquella misma cena en la que El se recostó; porque ésta en nada difiere de aquélla. No es que ésta la celebre el hombre y aquélla Cristo; sino que ambas las celebra Cristo. En consecuencia, cuando ves al sacerdote que te entrega la hostia, no pienses ser el sacerdote quien eso hace, sino que esa mano que se alarga es la de Cristo. Pues así como cuando el sacerdote bautiza, no es él quien bautiza sino Dios que con su invisible virtud toca la cabeza, de manera que no se atreve a acercarse y tocar ni un ángel ni un arcángel ni otro alguno, así sucede acá. Como Dios es el único que regenera, eso es don de sólo El.

¿No has visto cómo entre nosotros, cuando alguno es adoptado por hijo, no se encomienda eso a los criados, sino que los adoptantes personalmente se presentan ante el juez? Pues del mismo modo, tampoco Dios ha encargado semejante ministerio a los ángeles, sino que está presente en persona y ordena y dice: No llaméis padre a nadie sobre la tierra. Y no es porque desprecie a los padres, sino para que antepongas a ellos tu Creador, que te ha inscrito entre sus hijos. Quien te dio lo que era más, o sea a sí mismo, mucho más se dignará darte su cuerpo. Demos, pues, fe a los sacerdotes y a los encargados por ellos, acerca del más grande don que se nos ha concedido. Oigámoslos y temblemos. Nos ha dado su sacratísima carne en comida; se nos ha puesto a la mesa El mismo inmolado. ¿Qué excusa tendremos cuando con tal alimento apacentados en tal forma pecamos? ¿cuando comiendo el Cordero nos convertimos en lobos? ¿cuando comiendo la Oveja luego robamos a la manera de leones? Misterio tan grande nos obliga no sólo a vivir siempre limpios de rapiñas, sino aun de la más leve enemistad.

Porque este misterio es misterio de paz, que no nos deja apegarnos a las riquezas. Si Cristo por nosotros no se perdonó a Sí mismo ¿de qué castigo no seremos dignos si nos adherimos a las riquezas y descuidamos el alma, por la que El no se perdonó a sí mismo? Instituyó Dios que los judíos anualmente celebraran fiestas para recordar sus beneficios; pero a ti te los recuerda diariamente, mediante estos misterios sagrados. No te avergüences de la cruz, porque estos son nuestros motivos de honor, estos son nuestros misterios, este don es nuestro ornato: ¡de él nos gloriamos! Si yo dijera que Dios extendió los cielos y la tierra y derramó los mares y envió profetas y ángeles, no habré dicho nada que iguale a este misterio. Porque este es el resumen de todos los bienes: que no haya perdonado a su propio Hijo para salvar a los que le eran enemigos.

En consecuencia, que no se acerque a esta mesa ningún Judas, ningún Simón Mago, pues ambos perecieron por su avaricia. Huyamos de semejante abismo. No pensemos que nos basta para la salvación el que, tras de haber despojado a viudas y pupilos, ofrezcamos al altar cálices de oro con adornos de piedras preciosas. Si quieres de verdad honrar este santo Sacrificio, ofrece tu alma por la que Cristo fue inmolado. A ella hazla de oro. Pero si es de calidad inferior al plomo y aun al barro ¿qué lucrarás con que el cáliz sea de oro? No cuidemos, pues, únicamente de ofrecer cálices de oro, sino que éstos sean fabricados de lo adquirido en justo trabajo. Entonces serán más preciosos que el oro, pues provendrán no de avaricias ni de rapiñas. No es la iglesia orfebrería ni platería, sino reunión de ángeles; de manera que lo que necesitamos son almas, ya que los cálices Dios los admite en vista de las almas. No era de plata la mesa aquella ni de oro el cáliz aquel en que Cristo dio su sangre a los discípulos; y sin embargo, mesa y cáliz eran a la vez preciosos y temibles, porque todo estaba lleno del Espíritu Santo.

¿Quieres honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecies cuando anda desnudo. No lo vayas a honrar aquí dentro con paños de seda, mientras allá fuera lo olvidas a El, afligido del frío y la desnudez. El que dijo: Esto es mi cuerpo, y de verdad realizó lo que decía, ese mismo dijo también: Me visteis hambriento y no me disteis de comer; y también: Cuando no lo hicisteis con uno de estos pequeñuelos, conmigo no lo hicisteis. El cuerpo sagrado no necesita aquí de vestido, sino de una alma pura; en cambio allá fuera necesita de muchos cuidados. Aprendamos a ser sabios y a honrar a Cristo en la forma que él quiere. Porque para quien recibe honor, el honor más grato es aquel que él mismo desea y no el que nosotros ideemos. Pensaba Pedro honrar a Cristo cuando le impedía lavarle los pies; pero eso que él intentaba no era honor, sino todo lo contrario. Pues también tú hónralo en la forma que El mismo ordenó con ley, repartiendo tus riquezas con los pobres. No necesita Dios de vasos de oro, sino de almas de oro.

Y no digo esto para prohibir que semejantes dones se ofrezcan, sino rogándoos que juntamente con ellos y aun antes que ellos, se haga limosna. Cristo acepta esos dones, pero mucho más la limosna. Porque en esos dones solamente el que los ofrece saca utilidad, pero en la limosna también el que lo recibe. En aquéllos puede haber ocasión de vanagloria y vana ostentación; pero en la limosna solamente hay benignidad. ¿Qué utilidad se sigue de que la mesa de Cristo esté cargada de vasos de oro, mientras El perece de hambre? Antes que nada sacia tú al hambriento, y luego, de lo sobrante, adorna a Cristo en su mesa. ¿Cáliz de oro fabricas y no das un vaso de agua? ¿Qué necesidad hay de ornamentar la mesa con telas tejidas de oro y en cambio no dar a Cristo ni siquiera lo necesario para el indispensable vestido? ¿qué utilidad se saca de eso?

Porque, ven acá y dime: si vieras tú a uno privado del necesario sustento, pero dejándolo así muerto de hambre, te pusieras a adornar la mesa revistiéndola de oro y nada más hicieras ¿te daría ese pobre las gracias? ¿acaso no más bien se encolerizaría? Y ¿qué si lo vieras vestido de ropas desgarradas y aterido de frío y tú, omitiendo darle vestido, le erigieras columnas de oro y pregonaras ser en su honor lo que hacías? ¿Acaso no pensaría que lo burlabas y que le hacías la mayor de las injurias? Pues piensa del mismo modo acerca de Cristo, cuando pasa El errabundo y necesitado de hogar; mientras que tú, tras de negarle el hospedaje, te pusieras a exornar el pavimento y los capiteles y las columnas y a suspender lámparas con cadenas de plata; y a él, encarcelado y atado, ni siquiera te dignaras dirigirle una mirada.

Y no digo esto para prohibir que semejantes adornos se empleen, sino para que juntamente se cuide de ambas cosas. Más aún: yo os exhorto a que primero hagáis las limosnas y después lo demás. A nadie se le ha acusado por no haber proporcionado semejantes adornos; mientras que a quienes descuidan la limosna, les está preparada la gehenna y el fuego inextinguible y han de tolerar semejante suplicio en compañía de los demonios. No por adornar tu casa, descuides a tu hermano que se halla en aflicción; porque él es templo más precioso que este otro material. De éste pueden arrancar los cimientos los reyes paganos, los tiranos, los ladrones; pero cuanto hagas benignamente por tu hermano hambriento, peregrino, desnudo, no puede arrebatarlo ni el demonio mismo, sino que queda guardado en el tesoro aquel intangible.

¿Qué dice Jesús?: A los pobres siempre los tendréis con vosotros, pero a Mí no siempre me tendréis. Esto sobre todo debe movernos a misericordia: que no siempre, sino solamente en esta vida, tendremos a Cristo hambriento. Y si quieres penetrar el sentido íntegro de su sentencia, óyelo. Esto no lo dijo a los discípulos, aun cuando así parezca, sino que fue acomodado a la debilidad de la mujer aquella. Por ser aún imperfecta y porque ellos la molestaban, habló así a fin de consolarla. Y se ve claro por lo que dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? Que a El siempre lo tengamos con nosotros, El mismo lo afirmó: Yo estaré con vosotros siempre, hasta la consumación del mundofi Queda pues en claro, de todo eso, que Cristo no dijo aquello sino para que la reprensión de los discípulos no dañara la fe que brotaba en aquella mujer.

No opongamos, pues, este pasaje, que fue dicho en aquellas circunstancias; sino que, leyendo cuantas leyes hay en el Antiguo Testamento y en el Nuevo, pongamos gran cuidado en hacer limosna. Esto limpia del pecado. Pues dice Cristo: Dad limosna y todo será puro para vosotros.'1 Ella vale más que los sacrificios, pues dice: Misericordia quiero y no sacrificio. Ella abre los cielos, pues al centurión Cornelio le dijo el ángel: Tus oraciones y limosnas han sido recordadas ante Dios.S Más necesaria es la limosna que la virginidad, pues por haber olvidado aquélla las vírgenes necias fueron excluidas del tálamo, mientras las otras eran recibidas.

Sabiendo todo esto, sembremos largamente para recoger con mayor abundancia; y que así consigamos los bienes futuros, por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la gloria por todos los siglos. Amén.

viernes, 23 de julio de 2010

RESOLUCIÓN DE LA CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA A FAVOR DE LOS ALBANESES DE KOSOVO

La Corte Internacional de Justicia, dependiente de las Naciones Unidas ha emitido su dictamen consultivo sobre la declaración unilateral de independencia de la provincia serbia de Kosovo.

El magistrado japonés Hisashi Owada, ha leído la sentencia sobre el asunto en la que han votado en contra cuatro magistrados de la Corte.

Y han votado en contra por que la sentencia ha interpretado de una manera parcial, sesgada y de acuerdo con los intereses de EEUU y de la UE, la Resolución 1244, al señalar que la independencia de Kosovo se produjo en el marco de una administración internacional del territorio y no bajo soberanía serbia.

Lo que es tanto como decir, que se puede saltar a la torera las más elementales reglas del derecho internacional si la égida de las barras y estrellas te protege.

La Resolución 1244, en su Anexo 1, es meridianamente clara al señalar que prevé “un gobierno autónomo sustancial para Kosovo, teniendo plenamente en cuenta los acuerdos de Rambouillet y los principios de soberanía e integridad territorial de la República
Federativa de Yugoslavia” y de Serbia como ente sucesor en la personalidad jurídica internacional de Yugoslavia.

Pero, es más, la citada resolución señala que en una etapa final, se
deberá “supervisar el traspaso de autoridad de las instituciones provisionales de Kosovo a las instituciones que se establezcan conforme a una solución política”. ¿Es una solución política la declaración unilateral de independencia de una parte de la población? Si la respuesta es si, la declaración de independencia de Mitrovica sería tan válida como la de Kosovo. ¿Estará la Corte, las NNUU, la UE y EEUU dispuestos a consentirlo?

La respuesta negativa es obvia, y así sale a relucir el verdadero transfondo geopolítico del apoyo a declaración unilateral de independencia de la provincia serbia de Kosovo.

Independientemente del hecho de que el derecho internacional ofrezca directrices claras o no sobre la cuestión de independencia (este es el principal argumento utilizado por la Corte, que no dice que la independencia sea legal, sino que “no es ilegal”) las propias resoluciones del Consejo de Seguridad deberían bastar para sentar una clara opinión sobre el tema: autonomía bajo la soberanía serbia.

La doctrina de los actos propios también lo interpreta así. Serbia ha actuado desde 1999 en la creencia de que su integridad territorial estaba salvaguardada por una resolución de, nada menos, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y en base a ello accede de buena gana a la administración internacional y al autogobierno, por que es sabedora de que ello no va a suponer una amenaza para el territorio alma y corazón de su pueblo.

En base a esta resolución de las NNUU ha actuado serbia durante más de 10 años, pero ¿qué validez y legitimidad se le puede esperar a la ONU, si este mismo organismo no respeta sus propias resoluciones y engaña a un pueblo entero, prometiendo respeto a su territorio para luego avalar la destrucción del mismo?

A todo ello, hay que añadir que no se dan las condiciones de “paz y seguridad” que la R1244 requería para dotar a la región de una “autonomía sustancial”. No solo los informes sobre violaciones de derechos humanos publicados por Human Rights Watch, Amnistía Internacional o el propio gobierno de EEUU, sino el propio contenido de Kosovo No Se Vende está plagado de referencias a dichas violaciones perpetrados por albaneses contra serbios y gitanos y por las propias autoridades provisionales de Kosovo, que no son sino los que ayer eran terroristas y traficantes de drogas y armas.

A pesar de todo ello el Tribunal ha sentenciado que “el derecho internacional general no contempla prohibiciones sobre las declaraciones de independencia y, por tanto, la declaración del 17 de febrero de 2008 no viola el derecho internacional general” y que tampoco “contravino la resolución 1244 del Consejo de Seguridad”. Pero el Tribunal no entra a decidir si existe o no un derecho abstracto a la secesión, y vincula la decisión “al marco excepcional” de la región en un alarde de subjetividad incompatible con la solvencia jurídica que se le exige a tamaña institución.

Cabe recordar que tan solo 69 de los 192 países de la ONU han reconocido la independencia de Kosovo, y por supuesto Belgrado no da la batalla por perdida. Así, Boris Tadic ha significado que “esta claro que este tribunal no se ha pronunciado sobre el asunto de la secesión” y que las “autoridades de Belgrado tienen un plan claro de actividades diplomáticas para el siguiente periodo” destacando que “Serbia continuará luchando por Kosovo y Metohia con instrumentos jurídicos y pacíficos.

Andrei Nesterenko, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso ha expresado que “la independencia autoproclamada de Kosovo y Metohia es contraria a las normas del derecho internacional no afecta la postura de Moscu, la cual no reconoce la independencia de la provincia serbia”.

Por otro lado, Phillip Crowley, del Departamento de Estado de los EE.UU., señalo la satisfacción de su administración con la decisión de la Corte, instando a todos los países europeos al reconocimiento de la provincia.

Catherine Ashton, alta representante de la UE para política exterior y seguridad, se ha expresado en el mismo sentido, al señalar que la decisión de la corte “abre una nueva fase” y que el foco debe apuntar a un futuro en que tanto Serbia como Kosovo sean parte de la UE.

El secretario general de la OTAN, Fogh Rasmunssen, ratificó que la posición y cometido de la KFOR no variará por la decisión del Tribunal, mientras que Ban Ki-moon, Secretario General de la ONU, elevará la decisión de la CIJ a la Asamblea General de la ONU la cual deberá concretar los pasos a seguir.

España ha manifestado su negativa a reconocer la independencia de Kosovo pero con una tibieza mayor a la que nos tiene acostumbrados el ejecutivo de Zapatero, puesto que resulta complicado mantener una postura contraria a la de los socios del gobierno en Europa y al otro lado del atlántico, por lo que, no a corto plazo,se terminará produciendo un reconocimiento más o menos tácito de Kosovo aún sabiendo que la resoluición ha llenado de no didimulada alegría a los miembros de Esquerra Republicana que ve en ella una puerta para la separación de Cataluña.

POR EL PUEBLO SUFRIENTE DE KOSOSVO: ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!

miércoles, 21 de julio de 2010

ESTA TARDE DOBLARÁN LAS CAMPANAS POR KOSOVO EN ALICANTE

Esta tarde a las cinco sonarán las campanas de nuestra Iglesia, a la misma hora que las campanas de todas las iglesias serbias y de numerosas iglesias de otros patriarcados que se sumarán a la invitación realizada por el Patriarcado. Después de cinco minutos se elevarán al Señor súplicas fervientes por Kosovo.

¿Por qué se hace esto? porque hoy es el dia de publicacion de la sentencia de la Corte Internacional de Justicia sobre la proclamacion unilateral de la independencia de Kosovo.

De todas formas la batalla lleva camino de perderse ya que las autoridades serbias quieren ser aceptados en la Unión Europea y el precio que tiene que pagar a Europa y a Estados Unidos es Kosovo.

A nadie le importa que Kosovo sea el corazón de la Iglesia Serbia, a nadie le importa que sea uno de los centros de fe más importantes no sólo para los serbios, si no para toda la Iglesia Ortodoxa, lleno de tesoros espirituales tan importantes como el Santo Monasterio de Decani. Serbia tiene en su contra la opinión general europea a causa de la guerra. Nadie ve las atrocidades cometidas por bosnios y por croatas. Todo el mundo vuelve la mirada ante las iglesias quemadas, los cementerios profanados, los tesoros artísticos destruidos, las vidas arrancadas... Los serbios son los malos y han de pagar por ello.

Y en definitiva es siempre el pueblo el que paga ya que los dirigentes siempre buscaran la complacencia de los poderosos de este mundo.

Sonarán las campanas, la suplica a la Madre de Dios se elevará como un grito angustioso pero la suerte está echada. En nuestra Iglesia esta tarde a las cinco, sonarán las campanas y suplicaremos a Dios el milagro de que Kosovo siga siendo el corazón de Serbia.

Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero; nacido, no creado;Consubstancial al Padre, por quien todo fue hecho (1/2)


El profeta siendo clarividente, al mirar hacia la eternidad, vio la luz indecible sin sol, sin luna, y sin estrellas, que penetra en toda parte e ilumina todo (Es 60:19; Ap 21:23). ¿Acaso saben, oh hombres instruidos, qué es esta luz? Están intentando adivinar: es la luz eterna del rostro del Altísimo. Es la Luz del Padre eterno y la Luz del Hijo eterno y la Luz del Espíritu Santo eterno - una Luz, una Divinidad, una Belleza.

Los Santos Padres de Nicea, iluminados por esta Luz eterna del otro mundo, formularon la relación del Señor Jesucristo con el Padre celestial, y la relación de Este con las creaturas, utilizando las seis palabras que siguen. Con las cuatro primeras, formularon la primera relación, y con las otras dos la segunda relación.

La primera palabra es: “Luz de Luz”. Un gran hombre iniciado en los misterios dijo: “Dios es Luz, y en El no hay ninguna tiniebla” (1 Jn 1:5). Cuando el padre es luz, ¿qué puede ser el hijo sino luz? Cuando el Padre eterno es Luz, Su Hijo es Luz también. El testimonio del Hijo de Sí mismo es: “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8:12). ¡Bienaventurados son si pueden decir que son iluminados sólo por esta Luz!

La segunda palabra es: “Dios verdadero de Dios verdadero”. El apóstol Felipe se atrevió un día a decir al Señor: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”. Entonces, nuestro manso Señor respondió: “El que Me ha visto a Mí, ha visto al Padre”. También dijo: “Créanme que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí” (Jn 14:8-11; cf. 12:45). Luego agregó: “Todo lo que tiene el Padre es Mío” (Jn 16:15). También dijo: “Yo y el Padre somos uno” (Jn 10:30). Esto tuvo lugar cuando los Judíos habían recogido piedras para apedrearlo a Él, “porque Tú, siendo hombre, te haces Dios” (Jn 10:33), tal como ellos le decían. Deslumbrados por el pecado, esto es todo lo que ellos podían ver, y por lo tanto se expresaron en estos términos. No veían en Cristo, en otras palabras, sobre Cristo, más que el cuerpo de hombre, pero lo que estaba tras del velo carnal, tras del púrpura de sangre y de carne, esto les estaba velado y sus ojos no podían verlo. Observen: un simple cable de cobre, y un cable de cobre que transmite la electricidad, el pensamiento y la voz, aparecen idénticos a los ojos sin espíritu y sin experiencia. Una venda estaba puesta sobre su capacidad de visión espiritual, por ello, al mirar, no podían ver la esencia de Dios en la esencia del hombre.

Los que estaban bautizados, purificados y santificados, podían ver esto. Los santos apóstoles lo habían visto, como todos los hombres espirituales durante siglos y siglos, como los Santos Padres de Nicea. “Dios estaba en Cristo”, atestigua san Pablo (II Cor 5:19). Es una revelación de Dios. El hecho que haya sido engendrado por el Padre - Dios verdadero de Dios verdadero -, ¿acaso esto no se puede observar claramente en la manifestación del padre y del engendrado en todos los reinos de la vida? El Dios verdadero no podía engendrar a otro que al Dios Verdadero.

La tercera palabra: “Engendrado”. O sea el Hijo de Dios engendrado por Dios. La Luz engendrada por la Luz , la Verdad engendrada por la Verdad , la Vida por la Vida , la Gloria por la Gloria , Dios Verdadero por Dios Verdadero. El espíritu del hombre puede todavía entender el engendrar de un cuerpo por un cuerpo, pero difícilmente entiende el engendrar de un espíritu por un espíritu. Pero Dios es espíritu. El engendramiento carnal, oh hombres instruidos, no es que la sombra o el símbolo del engendramiento espiritual. Les es suficiente saber, oh portadores de Cristo, que vuestro Mesías y Salvador no es tiniebla de tiniebla, muerte de muerte, corrupción de corrupción, ni impotencia de impotencia, sino Luz de Luz, Dios Verdadero engendrado por Dios Verdadero. Y cómo fue engendrado en la eternidad, lo aprenderán en la eternidad. Lo aprenderán cuando se van de este mundo y el pórtico se cerrará tras de ustedes.

Os le fue dicho una vez que vuestro Mesías es el Hijo único de Dios, el único engendrado por Dios: alégrense pues nuevamente al escucharlo. Porque el engendramiento designa el amor. Les fue dicho, más arriba, que es el único engendrado por Dios por naturaleza. Supremo de Supremo, engendrado por el Altísimo antes de los siglos. Ahora, Su engendramiento se separa y se diferencia de la creación. Es engendrado, no creado. Puede asemejar a las creaturas pero no es una creatura.

La cuarta palabra es: “Consubstancial al Padre”, o sea de la misma esencia que el Padre. ¿Acaso no es una cosa evidente después de todo lo que se ha dicho sobre Él? Porque, cuando se dice que Él es el Hijo del Padre, se anuncia ya que Él es de la misma esencia, de la misma naturaleza que el Padre. O cuando se dice: Luz de Luz, se anuncia de nuevo que la luz engendrada es de la misma esencia y la misma naturaleza que la luz que engendra. O también: Dios Verdadero de Dios Verdadero, la verdad está así atestiguada que el Hijo es coesencial a Su Padre. En fin, cuando se dice: “engendrado, no creado”, se subraya más así lo que fue anunciado anteriormente. Porque lo que es engendrado es de la misma existencia que el padre, mientras que lo que es creado es de otra existencia y otra naturaleza que Su Creador. Vean: el hijo engendrado es de la misma existencia que su padre, mientras que el hacha es de existencia y de naturaleza distintas que su herrero.

Explicación del Credo

por San Nicolás Velimirovitch

martes, 20 de julio de 2010

FIESTA DEL GLORIOSO PROFETA ELÍAS EL TEBISITA


El domingo pasado se celebraba en la Bolivia de Evo Moralesun gran culto a la Pacha Mama en medio de nubes de copal y hojas de coca. Es precisamente en este país andino donde más se mezclan los antiguos cultos paganos de los aimaras con el cristianismo y más ahora que su presidente los fomenta como una especie de religión oficial. Pero este culto a la pacha mama no es más que una de las manifestaciones de los cultos a gaia tan queridos para la new age y que de forma cubierta o manifiesta se extienden por todo el orbe.

Si hay hombres que quieren adorar a la tierra pues bueno, libertad religiosa hay. Si hay quienes quieren considerar nuestro planeta como un ente o ser vivo, no le faltaran libros en las librerías para profundizar en el tema. ¿Pero puede un cristiano meterse en estos berenjenales? Pues no y aquí viene el quid de la cuestión pues acompañando a los sacerdotes aimaras en sus ofrendas de copal estaban ministros de diferentes confesiones cristianas. (queden tranquilos los ortodoxos que por allí no hay muchos de los nuestros y no me pareció ver ninguna eskufia). De todas formas ya me dirán ustedes que hace un ministro cristiano en semejante festival. Y luego todos felices se fueron a la catedral a cantar el himno de nuestro padre San Ambrosio de Milán.

Bueno, pues no es más que un ejemplo del gazpacho religioso tan de moda y ahí tienes a los anglicanos participando en los cultos de Brigit, a las monjas americanas danzando en honor de la diosa madre, etc. etc, (por cierto es bastante divertido ver los videos tan coloristas que aparecen en You Tube) Más o menos como si el archimandrita Nectario de Aghia Kateriní de Tesalónica le diera por ir a Delfos a aspirar los efluvios del laurel quemado en honor a Apolo, o a abba Antonios de San Marcos de Alejandría se le ocurriese coronar con flores las imágenes del buey Apis.

Aquél que se llame cristiano y en este caso hasta me va a dar igual que sea ortodoxo, católico-romano, anglicano o luterano, solo puede adorar al Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, sin dejar ni el espacio que ocupa un pelo para otros dioses, diosecillos, entes o ectoplasmas naturales o sintéticos y que en la Sagrada Escritura aparecen descritos como espíritus inmundos o simplemente como la nada más absoluta. Precisamente la Sagrada escritura está plagada de textos que condenan claramente la participación de un cristiano en cualquier tipo de ceremonia pagana.

Bueno, bueno, padre, pero nosotros somos piadosos cristianos ortodoxos. Si, claro, pero precisamente muchos piadosos cristianos ortodoxos no tienen reparos en disfrazar a sus hijos para participar en el Hallowen y muchos cristianos piadosos y ortodoxos se van a los rituales de la noche de San Juan a saltar hogueras y bañarse, eso sí, sin buscar mucha fertilidad porque las cosas no están para ir aumentando los índices de natalidad y así podríamos seguir con un largo etc.

Una cosa es respetar las religiones paganas, eso sí con afan misionero para iluminarlos con la luz verdadera del Evangelio, y otra muy distinta es participar en sus cultos aunque sólo sea como una expresión progre de la “unidad en la diversidad” o más progre todavía “la alianza de las civilizaciones”. Claro pero es que el Apóstol San Pablo, era muy poco progre, ya le gustaría a más de uno/a borrarlo del Santoral, y en su carta a los de Corinto, nos recuerda: “¿Qué concordia entre Cristo y Belial? ¿Qué parte del creyente con el infiel? ¿Qué concierto entre el templo de Dios y los ídolos?” (2ª Cor 15,16). Hoy se preguntaría: “Qué concordia entre Cristo y la Pachamama? ¿qué parte el cristiano con el pagano? ¿qué concierto entre el templo cristiano y los ídolos?".

Precisamente la fiesta que celebramos hoy es la que ha motivado esta reflexión. El Glorioso Profeta Elías denuncia la infidelidad del pueblo de Israel, que abandonando la Alianza pactada con Dios en el Sinaí, corre tras los Baales porque en aquella época era el dios de moda en la zona y por supuesto era mucho menos exigente y celoso que el Dios de los Ejércitos. La cuestión es que cuando los sacerdotes de Baal, el dios de las moscas, se ponen a gritar delante de él, cuando ya hartos de gritar se empiezan a cortar y a mutilarse, pidiéndole el fuego que no los dejase en ridículo ante la asamblea de Israel, la respuesta es el más absoluto de los silencios. Y es que la nada no puede contestar, una piedra no puede dar ni vida, ni salud, ni prosperidad y de la muerte sólo sale muerte. Que estos pobres le griten a la Pacha Mama, que los otros le griten a los dioses y diosas celtas, a Shiva, Visnú y Brahma, que griten y se desgañiten, solo habrá silencio, un silencio espeso de muerte.

El Santo Profeta Elías, estaba bien seguro de lo que hacía y mandó regar tres veces con el agua de cuatro cantaros el sacrificio que había dispuesto encima de las doce piedras que representaban a cada una de las tribus de Israel. No necesitó realizar ningún aspaviento. La fe era el mejor aval de su oración: "Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, que se sepa hoy que Tú eres Dios en Israel y que yo soy tu servidor y que por orden tuya he ejecutado toda estas cosas. Respóndeme, Señor, respóndeme, y que todo este pueblo sepa que Tú, Señor, eres Dios que conviertes sus corazones." (IRe 18, 36-37) Y Dios escucho las palabras que con fe brotaron del corazón de Elías y envió fuego del cielo que devoró el sacrificio, el altar y el agua con que había sido mojado.

No nos queda más que como Elías decirle a los sacerdotes, sacerdotisas, druidas y druidesas y demás comparsas lo que él les decía con humor socarrón a los adoradores del “señor de las moscas”: "¡Gritad más alto, porque es un dios; tendrá algún negocio, le habrá ocurrido algo, estará en camino; tal vez esté dormido y se despertará!" (I Re 18, 27)

Pidamos al Profeta Elías en este santo día de su fiesta que nos libre de la tentación de correr tras el culto fácil de los falsos dioses que no son más que hechura de manos humanas. Que por su intercesión nos veamos afianzados en la única y verdadera Fe Ortodoxa y no libre con su espada de todos los enemigos visibles e invisibles. Amén.
¡Feliz fiesta!

sábado, 17 de julio de 2010

Domingo de los Santos Padres del IV Concilio Ecuménico.


Concilio de Calcedonia, IV Concilio Ecuménico. Contra los monofisitas

El Cuarto Concilio Ecuménico, tuvo lugar en el 451, desde el 8 de octubre hasta el 1 de noviembre, en Calcedonia, una ciudad de Bitinia en Asia Menor. Su principal propósito fue defender la doctrina Ortodoxa en contra de la herejía de Eutiques y los Monofisistas.

Por un pequeño margen se había condenado en el Concilio de Éfeso, en el 431,la herejía de Nestorio acerca de las dos personas en Cristo, cuando el error opuesto a esta herejía apareció. Puesto que Nestorio totalmente dividió lo divino y lo humano en Cristo, de tal forma que pensó en la existencia de dos seres en Cristo, llegó a ser de la incumbencia de sus opositores enfatizar la unidad de Cristo y mostrar al hombre - Dios, no como dos seres sino como uno. Algunos de sus oponentes, en sus esfuerzos para mantener la unidad física de Cristo, sostuvieron que las dos naturalezas existentes en Él, la divina y la humana, estaban tan íntimamente unidas que llegaban a ser físicamente una, puesto que la naturaleza humana era completamente absorbida por la divina. Así resultaba un Cristo, no solo con una sola personalidad sino también con una sola naturaleza. Después de la Encarnación, dijeron ellos, ninguna distinción podía hacerse en Cristo entre lo divino y lo humano. Los principales representantes de esta enseñanza fueron Dioscoros, patriarca de Alejandría, y Eutiques, archimandrita de un monasterio fuera de Constantinopla. El error Monofisista, tal como fue llamado (del griego mono physis, una sola naturaleza), reclamó la autoridad de San Cirilo, a causa de las imprecisiones en algunas expresiones del gran didascalos de Alejandría.

El error de Eutiques primero fue advertido por Domnus, patriarca de Antioquía; Eusebio, Obispo de Doryleum (Frigia), prefirió hacer una acusación formal en contra del primero, en un sínodo en Constantinopla en noviembre de ese año. Este sínodo declaró como materia de fe que después de la Encarnación, Cristo tenía dos naturalezas en una hipóstasis o persona, luego que Él era uno solo, un solo Hijo, un solo Señor. Eutiques, quien se presentó antes de este sínodo, protestó afirmando lo contrario, que antes de la Encarnación, existían dos naturalezas, pero que después de La Unión solo hubo una naturaleza en Cristo, y que la humanidad de Él no era de la misma esencia que la nuestra. Esas afirmaciones fueron encontradas contrarias a la ortodoxia cristiana. Eutiques fue depuesto de sus cargos, excomulgado y privado de su posición en el monasterio. Él protestó y apeló por una restitución al papa de Roma León I (440 - 461), a otros distinguidos Obispos, y a Teodosio II. El Obispo Flaviano de Constantinopla, informó al papa León y a otros Obispos de lo que había ocurrido en su ciudad. Eutiques ganó la simpatía del Emperador, a través de los representantes de los monjes y los de Dióscoros, patriarca de Antioquía; el emperador fue inducido a convocar un nuevo Concilio en Éfeso. El Papa, Dióscoros, y varios Obispos fueron invitados a asistir e investigar de nuevo la ortodoxia de Eutiques. El Papa no pudo ir, pero envió a tres delegados como sus representantes y portadores de cartas a personajes prominentes de Oriente y al inminente sínodo.

Entre esas cartas, todas las cuales llevan la fecha 13 de Junio del 449, está una conocida como "Epístola Dogmática" de León I, en la cual explica el misterio de la Encarnación, con referencia especial a las preguntas elevadas por Eutiques. Así, él declaró que después de la Encarnación, que fue adecuada a cada naturaleza y substancia en Cristo, permanecieron intactas, ambas unidas a una única persona, de tal forma, que cada naturaleza actuaba de acuerdo con sus propias cualidades y características. El Papa no dudó en condenar a Eutiques y su doctrina. El Concilio se celebró en Éfeso, en Agosto del 449. Sólo a los amigos y simpatizantes de Dióscoros y Eutiques se les permitió tener voz. El patriarca de Alejandría presidió e ignoró a los delegados papales, y no permitió que se leyeran en la asamblea las cartas del Papa León, incluyendo la "Epístola Dogmática". Eutiques fue declarado ortodoxo y reinstalado en su sacerdocio y oficio monástico. Por otro lado, Flaviano de Constantinopla y Eusebio de Doryleum fueron depuestos. El primero fue exilado, y murió podo después a consecuencia del maltrato, y le sucedió el diácono Anatolio, simpatizante de Dióscoros. Debido a la extrema violencia de Dióscoros y sus simpatizantes, esta asamblea fue denominada por León I el "Latrocinio" o Concilio de Éfeso del Robo, nombre que se ha asociado a él.

Teodosio II, quien simpatizó con Eutiques, aprobó estos actos violentos; León I, por otra parte, cuando fue completamente informado acerca de lo ocurrido en Éfeso, en un sínodo en Roma y a través de varias cartas, condenó todas las Actas del Concilio así llamado. Rehusó también a reconocer a Anatolio como Obispo oficial de Constantinopla, al menos hasta que pudiese dar explicaciones satisfactorias acerca de sus creencias. Al mismo tiempo, exigió al emperador convocar de nuevo a un Concilio en Italia, para enderezar los errores cometidos en Éfeso. Como razón especial para la oportunidad, y aún, necesidad, de este nuevo Concilio, alegó la apelación del depuesto Flaviano de Constantinopla. Teodosio sin embargo, declinó satisfacer los deseos del Papa. En esta etapa, la repentina muerte del emperador (28 de Julio del 450) cambió de una la situación religiosa del Oriente. Teodosio fue sucedido por su hermana Pulqueria, quien ofreció su mano y con ella el trono al valiente general llamado Marciano (450 - 457). Ambos se opusieron a la nueva enseñanza de Dióscoros y Eutiques, y Marciano de una informó a León I de su voluntad para convocar a un nuevo Concilio, de acuerdo al deseo del Papa.

Mientras tanto, la situación había cambiado. Anatolio de Constantinopla, y con él, muchos otros Obispos, condenaron las enseñanzas de Eutiques y aceptaron la epístola dogmática del Papa León I. Cualquier otra discusión respecto al Dogma de Fe parecía superflua. Europa Occidental, mientras tanto, estaba en estado de agitación debido de los Hunos bajo Atila, por cuya razón, la mayoría de los Obispos Occidentales no podían asistir al Concilio convocado en el Oriente. León I en consecuencia, se manifestó en varias ocasiones contra un Concilio y escribió en este sentido al emperador Marciano, la Emperatriz Pulqueria, Anatolio de Constantinopla y Julian de Cos; todas esas cartas llevan la fecha Junio 9 del 451. El 17 de Mayo del 451, Marciano emitió un decreto, en nombre también del emperador Valentiniano III (425 - 455), ordenando que todos los Obispos metropolitanos, con sus Obispos diocesanos, se reunieran en Septiembre de ese año en Nicea, Bitinia, para un Concilio general que tenía el propósito de poner en orden las materias de fe recientemente puesta en duda.

Insatisfecho con esta acción, el Papa, sin embargo, estuvo de acuerdo en enviar sus representantes a Nicea. Designó como delegados a Pascasio, Obispo de Lilybeum, (Marsala) en Sicilia, Lucencio, también un Obispo, Julian, Obispo de Cos, y dos sacerdotes, Bonifacio y Basil; Pascasio debía presidir el cercano Concilio en lugar del Papa. Del 24 al 26 de Junio del 451, León I escribió varias cartas, al emperador Marciano, a su delegado Pascasio, a Anatolio de Constantinopla, a Julian de Cos, y al sínodo mismo; en las que expresaba el deseo que los decretos de la asamblea debían estar conformes con sus enseñanzas, expuestas en sus epístolas dogmáticas. También se dieron instrucciones detalladas a los delegados papales, con guías para el Concilio; estos documentos, sin embargo, se han destruido, con la excepción de dos fragmentos preservados por las Actas del Concilio. En julio partieron para su destino. Muchos Obispos llegaron a Nicea durante el verano, pero la apertura de la asamblea se pospuso debido a la dificultad del emperador para estar presente. Finalmente, a disgusto de los Obispos, en quienes crecía el disgusto por la demora, Marciano solicitó su presencia en Calcedonia, vecina de Constantinopla. Lo que así se hizo, dando comienzo el Concilio el 8 de Octubre.

Con toda probabilidad, se hizo un informe oficial de las reuniones durante el Concilio mismo o un poco después. Los Obispos reunidos informaron al Papa que una copia de todas las Actas se le haría llegar en Marzo del 453. El Papa León I, ordenó hacer, a Julián de Cos, que estaba en Constantinopla, una colección de todas las Actas y traducirlas al latín. Existen aún versiones muy antiguas de ellas en griego y latín. La mayoría de los documentos, especialmente las minutas de las sesiones, se escribieron en griego; otras, por ejemplo las misivas imperiales, fueron publicadas en ambas lenguas; otras, por ejemplo, las cartas papales, fueron escritas en latín. Eventualmente, casi todas ellas fueron traducidas a ambos idiomas. La versión latina, conocida como "versión antigua", fue probablemente hecha hacia el 500, tal vez por Dionisio el Exiguo. Hacia mediados del siglo sexto, el diácono romano Rústico cuando estaba en Constantinopla con el papa Vigilio (537 - 555), hizo numerosas correcciones, ya en Constantinopla o Calcedonia, a la "versión antigua", luego de compararla con la versión griega de las Actas, principalmente aquellas del monasterio "Acometae".

No se conoce el número exacto de los Obispos presentes. En una carta a León I, el Sínodo mismo habla de 520, aunque el Papa habla de 600, aunque una estimación habla de 630, incluyendo los representantes de los Obispos ausentes. Ningún Concilio previo podía ufanarse de tan gran número de Obispos reunidos, ya que apenas si igualaban y rara vez sobrepasaban ese número. Los más prominentes entre los Obispos fueron Anatolio de Constantinopla, Máximo de Antioquía, Dioscoros de Alejandría, Juvenal de Jerusalem, Talasio de Cesarea en Capadocia, Esteban de Éfeso, Quintilo de Heraclea, y Pedro de Corinto. El honor de presidir esta Venerable asamblea recayó sobre Pascasio, Obispo de Lilybeum, el primero de los delegados papales, de acuerdo con la intención de León I, manifestada en su carta al emperador Marciano (Junio 24 del 451). Un poco después del Concilio, escribiendo a los Obispos de la Galia, menciona que sus legados presidieron en su lugar en el sínodo de Oriente. Adicionalmente, proclamó la apertura del Concilio en el nombre y en lugar del Papa León I. Los miembros del sínodo reconocieron esta prerrogativa de los delegados papales, cuando escribiendo al Papa, declaraban que él los presidía a través de sus representantes. En interés del orden y para mantener un procedimiento regular, el emperador Marciano señaló a unas personas de alto rango, como comisionados, a quienes se les otorgó lugares de honor en el Concilio. Su jurisdicción, sin embargo, no cubría las materias eclesiásticas o religiosas que estaban en discusión. Los comisionados sólo establecían el orden de los temas en las sesiones; abrían las discusiones, ponían en consideración de la asamblea las materias que debían discutirse, solicitaban los votos de los Obispos sobre varios aspectos, y cerraban las sesiones. Además de éstos, estuvieron presente varios miembros del Senado, quienes compartieron el lugar de honor con los comisionados imperiales.


Desde el principio de la primera sesión, los delegados papales, en cabeza de Pascasio, protestaron en contra de la presencia de Dióscoros de Alejandría. Se favoreció una acusación formal por herejía y acciones injustas cometidas en el Concilio de Éfeso llamado del Robo por parte de Eusebio de Doryleum, y por sugerencia de los comisionados imperiales, fue removido de su silla de entre los Obispos y privado del voto. Para hacer una investigación completa de su caso, se leyeron las Actas completas del Concilio del Robo, con las del sínodo sostenido en el 448 por Flaviano de Constantinopla, lo que ocupó la primer sesión en su totalidad. Al final, los comisionados imperiales declararon que puesto que Flaviano de Constantinopla y otros Obispos habían sido depuestos injustamente por el Concilio del Robo, debería ser justo que Dioscóros y los líderes de ese sínodo debían sufrir, ahora, ese mismo castigo. Un cierto número de los Obispos estuvo de acuerdo, pero finalmente se declararon satisfechos con la deposición única de Dióscoros.


La segunda sesión estuvo ocupada con la lectura de los testimonios relacionados con asuntos de fe, especialmente aquellos bajo discusión. Entre ellos estaba los símbolos o credos de los concilios de Nicea (325) y Constantinopla (381); las dos cartas de San Cirilo de Alejandría, la segunda carta a Nestorio y la carta escrita a los Obispos de Antioquía en 433, después de su reconciliación con ellos; finalmente se leyó la epístola dogmática del Papa León I. Todos estos documentos fueron aprobados por el Concilio. Cuando la famosa epístola del Papa fue leída, los miembros del Concilio manifestaron que la fe contenida en ella, era la fe de los Padres y de los Apóstoles; que a través de León, había hablado Pedro.


La tercer sesión tuvo lugar el 13 de Octubre; los comisionados imperiales y cierto número de Obispos estaban ausentes. Eusebio de Doryleum presentó una nueva acusación en contra de Dióscoros de Alejandría, en la que los cargos de herejía e injusticia, cometidos durante el Concilio del Robo se repitieron de nuevo. Tres eclesiásticos y un laico de Alejandría, presentaron igualmente acusaciones en contra del Obispo, quien fue declarado culpable de muchos cargos de injusticia y conducta impropia. Al final de la sesión, los delegados papales declararon que Dióscoros debía ser privado de su cargo de Obispo y de todas las dignidades eclesiásticas por haber apoyado al herético Eutiques, por haber excomulgado al Papa León I y por haberse rehusado en responder a los cargos hechos en contra de él. Todos los miembros presentes estuvieron de acuerdo con esta proposición, y el decreto de deposición fue dado a conocer al mismo Dióscoros, a los eclesiásticos Alejandrinos que estaban con él en Calcedonia, a los emperadores Marciano y Valentiniano III, y a la Emperatriz Pulqueria.


La cuarta sesión que tuvo dos reuniones, se sostuvo entre el 17 y 20 de Octubre. Los Obispos de nuevo aprobaron la epístola dogmática del papa León I a petición de los comisionados imperiales; los anteriores simpatizantes de Dióscoros en el Concilio del Robo, Juvenal de Jerusalem, Talasio de Cesarea en Capadocia, Eusebio de Ancyra, Eustacio de Berytus y Basil de Seleucia en Sicilia, fueron perdonados y admitidos a las sesiones; se hizo una investigación sobre la ortodoxia de varios Obispos de Egipto, los mismo que sobre los monjes y archimandritas sospechosos de ser seguidores de Eutiques; finalmente una disputa, entre Focio de Tiro y Eustacio de Berytus, acerca de la extensión territorial de sus respectivas jurisdicciones fue resuelta.


La más importante de todas fue la quinta sesión, ocurrida el 22 de Octubre; en ella los Obispos publicaron un decreto referente a la fe cristiana, que debía considerarse como un decreto dogmático específico del Cuarto Concilio General. Se designó una comisión especial, compuesta por los delegados papales, Anatolio de Constantinopla, Máximo de Antioquía, Juvenal de Jerusalén y otras personas, para redactar el credo o símbolo. Después, de nuevo aprobaron los decretos y símbolos del Concilio de Nicea (325), Constantinopla (381) y Éfeso (431), también como las enseñanzas de San Cirilo en contra de Nestorio y la epístola dogmática del Papa León I; el documento dice:

Enseñamos... a uno y el mismo Cristo, Hijo, Señor, el único engendrado, conocido en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación.

Después de recitar los decretos, todos los Obispos declararon que tal era la verdadera fe, y que todos debían inmediatamente colocar sus nombres en él. Los comisionados imperiales comunicaron que debían comunicar al emperador el decreto aprobado por los Obispos.


La sexta sesión (Octubre 25) se celebró con una especial solemnidad; Marciano y Pulqueria estaban presentes y muy atentos, con todos los comisionados imperiales y el Senado. El emperador habló en forma especial; los decretos de fe de la sesión precedente fueron leídos de nuevo y aprobados por él. Con alegres aclamaciones al emperador y la Emperatriz, que fueron comparados con Constantino y Helena, concluyeron las reuniones.

Se llegó al objeto del Concilio en la sexta sesión, y solo materias secundarias fueron tratadas en las siguientes sesiones; de ellas, la séptima y la octava se celebraron el 26 de Octubre.


En la séptima sesión se aprobó un acuerdo entre Máximo de Antioquía y Juvenal de Jerusalén, de acuerdo al cual, el territorio del Patriarcado de Jerusalén se restringió a tres provincias en Palestina.


En la octava sesión, Teodoreto de Ciro, anteriormente un simpatizante de Nestorio, fue compelido a condenar el nombre de su amigo, bajo coerción de expulsión del Concilio. Fue luego reinstalado en obispado.


Las sesiones novena y décima (27 y 28 de Octubre) se ocuparon del caso de Ibas, Obispo de Edesa, quien había sido depuesto por las acusaciones de algunos de sus eclesiásticos. La acusación fue infundada e Ibas fue reinstalado en su cargo. Se tomó una decisión para que Máximo de Antioquía pagase una pensión a su depuesto predecesor, Donato.


Las sesiones décimo primera y décimo segunda (29 y 30 de Octubre) analizaron el conflicto entre Bassiano y Esteban, ambos elevados en forma sucesiva pero irregular a la sede de Éfeso. El Concilio declaró que debía escogerse un nuevo Obispo para esa ciudad, reteniendo los dos anteriores su dignidad episcopal, con una pensión tomada de los ingresos de la iglesia de Éfeso.


La decimotercera sesión (30 de Octubre) decidió sobre un conflicto de jurisdicción. Eunomio de Nicomedia y Anastasio de Nicea, reclamaban derechos metropolitanos, al menos para una parte de Bitinia. El Concilio decretó que en una provincia solo podría haber un Obispo metropolitano, decidiendo la disputa a favor del Obispo de Nicomedia.


La décimacuarta sesión (31 de Octubre) decidió sobre las rivalidades de Sabiniano y Atanasio por la obispado de Perrha en Siria. Sabiniano había sido escogido en lugar de Atanasio, depuesto por el sínodo de Antioquía en el 455; posteriormente Atanasio fue reinstalado por el Concilio de Éfeso, del Robo. El Concilio decretó que debían hacerse investigaciones adicionales sobre los cargos contra Atanasio; Sabiniano mantenía la sede en el interregno. Si los cargos eran falsos, Atanasio debía ser reinstalado y Sabiniano recibiría una pensión de la diócesis. En la misma sesión se leyó una carta del Papa León I, y el Concilio aprobó las decisiones a favor de Máximo de Antioquía en su conflicto con Juvenal de Jerusalem, y su obligación de proveer con alimentos a su predecesor Domnus.

En la decimoquinta sesión (31 de Octubre), el Concilio adoptó y aprobó veintiocho cánones disciplinarios. Los delegados papales, sin embargo, también como los comisionados imperiales, abandonaron la sesión al principio, previendo probablemente, que debía definirse primero la posición jerárquica del Obispo de Constantinopla, como realmente ocurrió en el canon 28.


1. Aprobó los cánones que provinieron de los sínodos anteriores

2. Determinó castigos severos en contra de quienes confirieran órdenes o posiciones eclesiásticas por dinero, o recibieran tales órdenes o posiciones con ese mismo motivo, y actuaran como intermediarios en tales transacciones

3. El tercero prohibió el tráfico seglar a todos los eclesiásticos, excepto en el interés de menores, huérfanos, y otras personas necesitadas

4. Prohibió la erección de un monasterio u oratorio sin el permiso del propio Obispo, recomendando a los monjes una vida de retiro, mortificación y oración, y prohibiendo el recibo de esclavos sin el permiso del Superior

5. Inculcó los cánones de los sínodos precedentes, referentes al traslado de Obispos y clérigos de una ciudad a otra

6. Recomendó que nadie debía ser ordenado, a menos que fuese asignado a un oficio eclesiástico. Aquellos que fuesen ordenados en contrario a esta providencia, no debían ejercer dicho oficio

7. Prohibió a los eclesiásticos desempeñarse en el arte militar o en un servicio seglar

8. Decretó que los clérigos de las casas de caridad, monasterios, u oratorios de mártires, debían sujetarse al Obispo de su territorio

9. Ordenó que los eclesiásticos debían conducir sus asuntos legales sólo ante el Obispo, el sínodo de la provincia, el Exarca o el Obispo de Constantinopla

10. Prohibió a los eclesiásticos registrarse en las iglesias de diferentes lugares

11. Ordenó que los pobres y necesitados, cuando viajasen, debían estar provistos de cartas de recomendación de las iglesias

12. Prohibió a los Obispos obtener de los emperadores el título de metropolitano en perjuicio del verdadero metropolitano de esa provincia

13. Prohibió a los clérigos extranjeros ejercer su oficio a menos que tuviesen cartas de recomendación de su respectivo Obispo

14. Prohibió a los clérigos menores casarse con mujeres heréticas o entregar a sus hijos en matrimonio a herejes

15. Ordenó que ninguna diaconisa se ordenase por debajo de los cuarenta años, y que a ninguna de ellas se le permitiese abandonar ese cargo y casarse

16. Prohibió el matrimonio de vírgenes o monjes consagrados a Dios

17. Ordenó que las parroquias en los distritos rurales debían permanecer bajo la jurisdicciones de sus respectivos Obispos; pero si una nueva ciudad fuese construida por el emperador, su organización eclesiástica debía determinarse por el Estado

18. Prohibió las organizaciones secretas en la Iglesia, principalmente entre clérigos y monjes
Ordenó que los Obispos de una provincia debían reunirse dos veces al año en un sínodo regular

19. Prohibió de nuevo la transferencia de un eclesiástico de una ciudad a otra, excepto en el caso de necesidad grave

20. Ordenó que las reclamaciones en contra de los Obispos o clérigos solo debían oírse luego de una investigación sobre el carácter del acusador
Prohibió a los eclesiásticos apropiarse de los bienes de un Obispo muerto

21. Prohibió a los clérigos y monjes vivir temporalmente en Constantinopla sin que mediase el permiso de su Obispo

22. Ordenó que los monasterios, una vez establecidos, siempre con una propiedad adecuada, no debían convertirse a otros propósitos

23. Ordenó que el metropolitano debía ordenar los Obispos de su provincia dentro de los tres meses posteriores a su elección

24. Ordenó que la propiedad eclesiástica no debía administrarse únicamente por el Obispo, sino por un procurador especial

25. Decretó severas penas en contra del rapto de mujeres

26. Ratificó el tercer canon del Concilio de Constantinopla (381), y decretó que puesto que la ciudad de Constantinopla fue honrada con el privilegio de tener al emperador y el Senado dentro de ella, su Obispo también debía tener prerrogativas especiales y ser el segundo en rango, después del Obispo de Roma. En consecuencia él debía consagrar los tres Obispos de las diócesis del Ponto, Asia y Capadocia

Al cierre de las sesiones, el Concilio escribió una carta al papa León I, en la que los Padres le informaron de lo que se había hecho, y le agradecieron la exposición de Fe Cristiana contenida en su epístola dogmática; hablaron de los delegados como si ellos hubiesen presidido en su nombre, y le solicitaron la ratificación de las materias disciplinarias aprobadas. Esta carta fue enviada a los delegados papales, quienes partieron pronto a Roma, después de la última sesión del Concilio. Cartas similares se escribieron al Papa León en Diciembre, por el emperador Marciano y Anatolio de Constantinopla.

El Emperador Marciano emitió varios edictos (7 de Febrero, 13 de Marzo, y 28 de Julio del 452), en los cuales aprobó los decretos del Concilio de Calcedonia, prohibiendo todo tipo de discusión sobre cuestiones de fe, prohibiéndoles a los seguidores de Eutiques a tener sacerdotes de su corriente, a vivir en monasterios, a mantener reuniones, a heredar, a testar cualquier cosa a sus seguidores, o unirse al ejército. Los clérigos seguidores de Eutiques, hasta esta fecha ortodoxos, y los monjes de sus monasterios, debían de ser expulsados del territorio romano, tanto como donde estuvieran los maniqueístas. Los escritos de Eutiques debían de ser quemados, sus autores, o aquellos quienes los difundían, debían de ser castigados con confiscaciones y destierros. Finalmente Eutiques y Dioscoros fueron desterrados. El primero murió poco después, mientras que el último vivió hasta el año 454 en Gangra, Paflagonia.