sábado, 30 de junio de 2012

EEUU “desilusionado” por la declaración de la Basílica de Belén como patrimonio de Unesco



Como van a estar los amigos de los judios contentos de que se declare patrimonio de la humanidad el lugar donde nació Cristo, verdaero Dios y Hombre, el Mesías anunciado por los profetas y al que Israel negó.

EEUU “desilusionado” por la declaración de la Basílica de Belén como patrimonio de Unesco.

Estados Unidos se declaró este viernes “profundamente desilusionado” por la decisión de la Unesco de declarar a la Basílica de la Natividad de Belén en Cisjordania como patrimonio mundial de la humanidad, mientras las autoridades palestinas se congratularon por el hecho.

La posición estadounidense fue reflejada por su embajador ante el organismo, David Killion, quien criticó el llamado “procedimiento de urgencia” que el organismo de la ONU utilizó para declarar en peligro a esta estructura ubicada en la Autoridad Nacional Palestina (ANP).

La ANP ingresó en octubre del 2011 a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) como miembro con pleno derecho pese a la oposición de EEUU e Israel.

La Unesco aseguró este viernes en su sitio web que incluyó 20 nuevos sitios a la lista de Patrimonio Mundial, entre ellos la Iglesia de la Natividad y ruta de peregrinación en Belén, así como sitios de Israel, Palau, Indonesia y Marruecos.
La decisión de inscribir la Basílica de la Natividad de Belén en el patrimonio de la Unesco fue tomada el viernes mediante votación (13 votos a favor, 6 en contra y 2 abstenciones) por el Comité del Patrimonio del organismo, reunido en San Petersburgo (Rusia).

jueves, 28 de junio de 2012

ORACIÓN A LA SANTÍSIMA MADRE DE DIOS



Santísima Señora, Madre de Dios, Tú que eres la más pura de alma y cuerpo, que vives más allá de toda pureza, de toda castidad, de toda virginidad; la única morada de toda la gracia del Espíritu Santo; que sobrepas incomparablemente a las potencias espirituales en pureza, en santidad de alma y de cuerpo, mírame culpable, impuro, manchado en mi alma y cuerpo por los vicios de mi vida impura y llena de pecado; purifica mi espíritu de sus pasiones; santifica y encamina mis pensamientos errantes y ciegos; regula y dirige mis sentidos; librame de la detestable e infame tiranía de las inclinaciones y pasiones impuras; anula en mí el imperio del pecado, da la sabiduría y el discernimiento a mi espíritu en tinieblas, miserable, para que me corrija de mis faltas y de mis caídas, y así, libre de las tinieblas del pecado, sea hallado digno de glorificarte; de cantarte libremente, verdadera Madre de la verdadera luz, Cristo Dios nuestro; pues sólo con El y por El eres bendita y glorificada por toda Criatura, invisible y visible, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. (San Efrén el Sirio)

Epístola de San Efré de Siria a un discípulo



Mi bienamado en el Señor, cuando te aprestes a dar alguna respuesta, has de poner en tu boca, antes que cualquier otra cosa, la humildad, pues bien sabes que por ella todo el poder del enemigo se reduce a nada. Tú conoces la bondad de tu Maestro, a Quien blasfemaron, y cómo Él se hizo humilde y obediente incluso hasta la muerte. Hijo mío, trabaja por ti mismo para establecer la humildad en tu boca, en tu corazón, y en tu cuello, pues hay un mandamiento que la inculca. Recuerda a David, que se jactaba por su humildad y dijo "porque me humillo a mí mismo el Señor me ha liberado, y Él me ha bendecido"[1]. Hijo mío, arráigate en la humildad y harás que las virtudes de Dios te acompañen. Y si es que permaneces en un estado de humildad, ninguna pasión, cualquiera que sea, tendrá poder para acercarse a ti.

No hay medida para la belleza del hombre que es humilde. No hay pasión, cualquiera que sea, capaz de acercársele al hombre que es humilde, y no hay medida para su belleza. El hombre humilde es un sacrificio de Dios. El corazón de Dios y de sus ángeles descansan en aquel que es humilde. Más aún, cuando los ángeles lo glorifiquen, hay una razón para él que le ha logrado todas las virtudes, pero para aquel que se ha revestido de la humildad no será necesaria ninguna razón, aparte de que se ha hecho humilde.

Hijo mío, éstas son las virtudes de la humildad. Hijo mío, conserva la paz, porque está escrito, "Aquél que es sabio, en ese momento conservará la paz"[2]. Mantén la paz hasta que te hagan alguna pregunta. Y cuando te pregunten, habla, y usa palabras humildes, y compórtate de manera humilde. No seas puro lamento. Si la pregunta es muy grande para ti, siéntate. Nunca hables mientras que otros hablan palabras de desprecio; contente, y no olvides que tus pensamientos deben ser: "No los he escuchado". A todas las palabras valiosas, préstales tu más ferviente atención. Porque está escrito "Si tú eres uno que actúa la palabra y no uno que la escucha, te engañas a ti mismo, hijo mío, en el Señor"[3]. Te doy mandamientos desde el principio, guárdalos desde tu juventud. Mira lo que dijo Pablo. Dijo, "Además, desde el tiempo en que eras un niño conocías la Santa Escritura, que tiene el poder para salvarte".

Aprende la regla entera de los preceptos de la profesión del monje, y hazte querido en todos tus trabajos. Si tú, que eres joven, vas al desierto a tomar un lugar, y te estableces en uno que es muy grande para ti, y Dios está allí, no dejes el lugar en tu descontento para irte a otro. Deja que el desierto en que te has establecido te sea suficiente, no vayas a hacer que Él se moleste. Porque está escrito "No es una pequeña cosa en contra tuya el provocar a los hombres a la ira".

En el desierto en el que estás mantén esta manera de actuar, y no huyas de un lugar a otro. No vayas a llorar a la morada de nadie por causa de lo que crees, ni tampoco por los deseos de tu estómago. No estés en compañía del hombre agitado y problemático, y asegúrate de continuar con tu vida silenciosa, y no estés en la boca de los hermanos. Te suplico, mi amado en el Señor, que dejes que tu meta principal sea aprender; escuchar con atención (u obedecer) te dará la paz. Porque está escrito: "El provecho de la instrucción no es la plata". Cuídate del hábito de no escuchar (o de desobedecer). Que la palabra de Saúl no se realice en ti y en su generación, porque Dios es más fácilmente persuadido por la obediencia que por el sacrificio[4].

Éstas son, entonces, las reglas del oficio del monje. Debes comer con los hermanos. No levantes la cabeza hasta que no hayas terminado de comer. Come con la vestimenta con que te dejas ver en público. Si ocurre que eres el último en ser servido no digas: "Tráelo aquí, donde está sentado uno más grande que tú". Cuando desees tomar de la botella de agua, no dejes que tu garganta haga bulla como la de un hombre común. Cuando estás sentado en medio de los hermanos y tengas flema, no la escupas en medio de ellos, apártate a cierta distancia y escúpela allí.

Cuando estés durmiendo en cualquier lugar con los hermanos, no permitas que persona alguna se les acerque a menos de un codo de distancia. Si el trabajo es de carácter tranquilo no te duermas sobre una estera, más bien dóblala, porque eres un hombre joven. No duermas estirado, ni tampoco sobre tu espalda, para que no te molesten los sueños.

Cuando estés caminando con los hermanos, manténte siempre a alguna distancia de ellos, pues cuando caminas con un hermano haces que tu corazón esté ocioso. Si estás usando sandalias en tus pies, y el que camina contigo no tiene, quítatelas y camina como él, porque está escrito, "Sufre".

Haz el trabajo del predicador. Hazlo diligentemente mientras estás en tu habitación. No comas cuando el sol está resplandeciendo. No enciendas una fogata para ti solo o te volverás un ostentoso. Cuando sea necesario calentarte, llama a algún hombre pobre y miserable que esté en el desierto contigo, mándalo en tu lugar, y serás alabado, al decir, "No pude comer mi pan solo".

Si estás en una montaña, o en un lugar donde haya un hermano enfermo, visítalo dos veces al día: en la mañana, antes de que comiences a trabajar con tus manos y en la tarde. Porque está escrito, amado mío en el Señor, "Estuve enfermo y vosotros me visitasteis"[5]. Cuando un hermano muera en la montaña en donde estás, no te sientes en la celda en la que escuches la noticia, sino anda y siéntate con él y llora sobre él. Porque está escrito, "Llora al hombre fallecido, y camina con él hasta que haya sido enterrado", porque éste es el último servicio que uno puede realizar por su hermano. Saluda su cuerpo con compasión, diciendo, "Acuérdate de mí ante el Señor".

Hijo mío, haz todo lo posible por observar las cosas que he escrito para ti, pues ellas son las reglas del oficio del monje. Deja que la muerte se acerque a ti de día y de noche, porque tú sabes que ése que tú conoces es el que te hablará, diciéndote, "Yo nunca lo he puesto en mi corazón. Mis pies están en el umbral, viviré hasta que haya cruzado el umbral de la puerta". Hijo mío, pon toda tu mente ante Dios en todo momento y no dejes que todos estos inestables pensamientos te saquen del camino. Ten siempre a la vista los castigos que vendrán. Mientras estés en tu habitación hazte a ti mismo parecido a Dios.

Si un hermano viene a ti, regocíjate con él. Salúdalo. Prepara agua para sus pies. No olvides esto. Que él rece. Tú, siéntate. Saluda sus manos y sus pies. No lo molestes con preguntas como, "¿De dónde vienes?", porque está escrito, "De esta manera, algunos han recibido ángeles en su morada sin saberlo"[6]. Créele a aquél que ha venido a ti inclusive como le creerías a Dios. Si él es un hombre más virtuoso que tú, le dirás a menudo, "Que tu favor esté sobre mí", esto es decir: "Te considero mi maestro". Guarda tu comida y come con él. Y si estás bajo compromiso de ayuno, quiébralo, porque está escrito, "Hijo mío, siempre me he mostrado gozoso de acompañar al hombre que quería caminar". Debes regocijarte con él, y estar contento. Haz lo más que puedas para que te bendiga tres veces, para que la bendición del ángel que entró con él caiga sobre ti.

Y como exige la misma Fe de la Iglesia, no te permitas retroceder en ella, ni te pongas por ti mismo fuera de ella. Creemos en un solo Dios, el Padre Todopoderoso, y su Hijo Único, Jesucristo, nuestro Señor, por quien se hizo el universo, y en el Espíritu Santo, es decir, en la Santísima Trinidad, que es la Divinidad completa. Él es Dios, Él estaba en Dios, Él es la Luz que viene de la Luz, Él es el Señor que viene del Señor. Él fue engendrado, no creado. Fue engendrado como hombre. Él no es una cosa creada, es Dios. Fue engendrado por la Santísima Virgen María, la mujer que llevó a Dios en su seno. Él tomó la carne del hombre por nuestro bien, (Él bajó) a la tierra, y desde ella se elevó. Se escogió predicadores, a los Santos Apóstoles, cuyas voces, de acuerdo a lo que está escrito, han sido escuchadas en toda la tierra (Sal 18 (19), 4). Fue crucificado. Fue atravesado con una lanza. De allí vino nuestra salvación, Agua y Sangre, es decir, el bautismo y la gloriosa Sangre, pues aquel que no ha recibido la Sangre no ha sido bautizado.

Haz esto hijo mío, mantén esta fe, y el Dios de la paz estará contigo, y te salvará, y te librará, y estarás en paz el resto de tus días. La salvación está en el Señor, hijo querido, en el Señor. Recuérdame mi bienamado en el Señor, por Jesús, el Cristo, Nuestro Señor, a quien le pertenecen la gloria y el poder, por los siglos de los siglos! Amén.



lunes, 25 de junio de 2012

Consejos de los monjes de Óptina


Consejos del Santo Monje Macario

A su pregunta ... en cuanto a lo que constituye la felicidad en la vida; si se trata de grandeza, de gloria y riqueza, o una tranquila y pacífica vida familiar, te diré que estoy de acuerdo con esto último, y también añadiré que una vida dedicada a una conciencia pura y con humildad, trae la paz, la tranquilidad y la verdadera felicidad, mientras que la riqueza, los honores, la gloria, y una posición elevada son a menudo la causa de muchos pecados y no traen la felicidad.

La gente, en la mayoría de los casos, desea y busca el bienestar en esta vida, y tiende a evitar las penas. Esto puede parecer bueno y agradable, pero un constante bienestar y felicidad son perjudiciales para el hombre. Lleva a caer en diversas pasiones y pecados y ofende al Señor, mientras que quienes llevan una vida de dolor alcanzan la salvación, y es la razón por la que el Señor llamó a la vida agradable el camino ancho: "porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por él" (Mateo 7:13), mientras que a la vida de pena llamó "porque angosta es la puerta y estrecho el camino que lleva a la vida, y pocos son los que lo encuentran "(Mateo 7: 14). Por lo tanto, por su amor por nosotros y viendo el posible beneficio para aquellos que son dignos, el Señor lleva a muchas personas lejos del camino amplio y los coloca en el camino estrecho y angosto, con el fin de organizar su salvación a través de su resistencia a las enfermedades y a las penas, y concediéndoles la vida eterna.

... Tú no sólo deseas ser bueno y no hacer nada malo, sino que también deseas verte a tí mismo como tal. El deseo es loable, pero el querer ver en uno mismo las cualidades buenas sólo proporciona alimento para la vanidad. Incluso si actuamos con sinceridad y correctamente en todas las cosas, todavía tendríamos que considerarnos como siervos inútiles. Al ser deficientes en todas las cosas, no debemos considerarnos a nosotros mismos como buenos ni tan siquiera en nuestros pensamientos. Por esta razón, nos sentimos avergonzados en vez de ser humildes. Es por ello que Dios no nos da fuerzas para la ejecución de las cosas, para que no podamos tener orgullo en nosotros mismos, sino que alcancemos la humildad. Y cuando la hagamos llegar, entonces nuestras virtudes serán fuertes y no nos permitirán enaltecernos.

... Nosotros, gente insensata, pensando en organizar nuestras posesiones y nuestro entorno, nos desesperamos y nos privamos de descanso, con el único fin de dejar a nuestros hijos muy bien situados. Pero, ¿sabemos realmente si será beneficioso para ellos? Al hijo necio no se le ayuda con la riqueza pues sólo sirve para llevarlo a la inmoralidad. Debemos preocuparnos por dejar a nuestros hijos el buen ejemplo de nuestras vidas y criarlos en el temor de Dios y en sus mandamientos - que es su principal tesoro. Cuando buscamos el Reino de Dios y su verdad, todo lo que es necesario aquí también será añadido (Mateo 6:33). Puedes decir: ¡pero no podemos hacer esto, el mundo moderno requiere cosas diferentes ahora! Muy bien, pero ¿has dado a luz a tus hijos sólo para este mundo, y no para la otra vida? Consuélate con la palabra de Dios: “si el mundo os odia, sabed que a Mí me ha odiado antes que a vosotros” (Juan 15:18), pues el sentir de la carne es enemistad contra Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, ni puede en verdad hacerlo (Romanos 8:7). No desees la gloria terrenal para tus hijos, sino que puedan ser buenas personas e hijos obedientes, y cuanto Dios les conceda – buenos esposos y cariñosos padres, considerados con los que les sirven, amables con todos, y tolerantes con sus enemigos.

... Tú desea acercarte a Dios y alcanzar la salvación. Esa es la responsabilidad de todos los cristianos, pero sólo se efectúa a través de la observancia de los mandamientos de Dios, que consisten enteramente en el amor a Dios y al prójimo, e incluso se extienden a amar a nuestros enemigos. Lee el Evangelio y encontrarás el camino, la verdad y la vida; preserva la fe ortodoxa y los cánones de la Santa Iglesia; estudia las instrucciones contenidas en los escritos de los pastores y maestros de la iglesia, y organiza tu vida de acuerdo con estas enseñanzas. Las reglas de la oración por sí solas no nos ayudarán a hacer el bien... Te aconsejo que prestes atención tanto como te sea posible a las obras de amor por tus vecinos, a las relaciones con tus padres, cónyuges e hijos, y trata de traer a tus hijos a la fe ortodoxa y a una correcta moral. El Santo Apóstol Pablo, enumerando los diferentes tipos de virtudes y trabajos de autosacrificio, dice: "incluso si hago aquello y lo otro, pero no tengo amor, no tendrá ninguna utilidad para mí.”

Traducido por H.M.P

jueves, 21 de junio de 2012

Natividad de San Juan Bautista

De los sermones de San Agustín Obispo

La Iglesia celebra el nacimiento de Juan como algo sagrado y él es el único de los santos cuyo nacimiento se festeja; celebramos el nacimiento de Juan y el de Cristo. Ello no deja de tener su significado, y, si nuestras explicaciones no alcanzaran a estar a la altura de misterio tan elevado, no hemos de perdonar esfuerzo para profundizarlo, y sacar provecho de él.

Juan nace de una anciana estéril; Cristo, de una joven virgen. El futuro padre de Juan no cree el anuncio de su nacimiento y se queda mudo; la Virgen cree el del nacimiento de Cristo y lo concibe por la fe. Esto es, en resumen, lo que intentaremos penetrar y analizar; y, si el poco tiempo y las pocas facultades de que disponemos no nos permiten llegar hasta las profundidades de este misterio tan grande, mejor os adoctrinará aquel que habla en vuestro interior, aun en ausencia nuestra, aquel que es el objeto de vuestros piadosos pensamientos, aquel que habéis recibido en vuestro corazón y del cual habéis sido hechos templo.

Juan viene a ser como la línea divisoria entre los dos Testamentos, el antiguo y el nuevo. Así lo atestigua el mismo Señor, cuando dice: La ley y los profetas llegaron hasta Juan. Por tanto, él es como la personificación de lo antiguo y el anuncio de lo nuevo. Porque personifica lo antiguo, nace de padres ancianos; porque personifica lo nuevo, es declarado profeta en el seno de su madre. Aún no ha nacido y, al venir la Virgen María, salta de gozo en las entrañas de su madre. Con ello queda ya señalada su misión, aun antes de nacer; queda demostrado de quién es precursor, antes de que él lo vea. Estas cosas pertenecen al orden de lo divino y sobrepasan la capacidad de la humana pequeñez. Finalmente, nace, se le impone el nombre, queda expedita la lengua de su padre. Estos acontecimientos hay que entenderlos con toda la fuerza de su significado.

Zacarías calla y pierde el habla hasta que nace Juan, el precursor del Señor, y abre su boca. Este silencio de Zacarías significaba que, antes de la predicación de Cristo, el sentido de las profecías estaba en cierto modo latente, oculto, encerrado. Con el advenimiento de aquel a quien se referían estas profecías, todo se hace claro. El hecho de que en el nacimiento de Juan se abre la boca de Zacarías tiene el mismo significado que el rasgarse el velo al morir Cristo en la cruz. Si Juan se hubiera anunciado a sí mismo, la boca de Zacarías habría continuado muda. Si se desata su lengua es porque ha nacido aquel que es la voz; en efecto, cuando Juan cumplía ya su misión de anunciar al Señor, le dijeron: ¿Tú quién eres? Y él respondió: Yo soy la voz que grita en el desierto. Juan era la voz; pero el Señor era la Palabra que en el principio ya existía. Juan era una voz pasajera, Cristo la palabra eterna desde el principio.



Patericón de Optina: Consejos del santo monje León (Nagolkin)

Trata más de escucharte a ti mismo y no discutir las acciones, actitudes y relación hacia ti de otros, y si no ves en ellos el amor es porque tú mismo no tienes amor.

Donde hay humildad, allí está la simplicidad, y este don Divino no pregunta los destinos divinos.

Dios no desdeña la oración, pero a veces no cumple los deseos sólo para que según Su intención Divina pueda organizarlo todo mejor. ¿Qué pasaría si Dios – Omnisapiente – cumpliera todos nuestros deseos? Pienso, pero no afirmo, que todos los que nacieron en la tierra, habrían perecido.

Los que viven sin atención en sí mismos, nunca serán dignos de la gracia.

Cuando os falta la tranquilidad – sabed que no poseéis en vosotros la humildad. Esto lo reveló el Señor con las siguientes palabras, que al mismo tiempo muestran dónde buscar la tranquilidad. Él dijo: “Aprended de Mí, pues soy manso y humilde de corazón, y encontrareis la calma para vuestras almas” (Mat. 11:29).

Traducido por HMP

Conversación con el Staretz Tadej: Parte 2ª


lunes, 11 de junio de 2012

San Cosme de Zographou. El don de la visión espiritual

Cada santo está cerca del lugar en el que se le invoca para pedir su ayuda, o donde su santidad se conmemora y glorifica. Los que son clarividentes ven a los santos. Si los que no son clarividentes realmente lo creen, entonces los verán a su debido tiempo.


A pesar de que un joven monje, San Cosme de Zographou tenía este don, una vez, en la Fiesta de la Anunciación, se fue con varios monjes al monasterio de Vatopedi para celebrar dicha fiesta, ya que es su fiesta principal. Durante el servicio en la iglesia, y durante la comida en el refectorio, Cosme vio a una mujer de belleza y majestad real, que con autoridad organizaba, dirigía, e incluso servía. Esto no fue una visión momentánea, sino que continuó durante mucho tiempo, tanto en la iglesia como en el refectorio. Cosme estaba perplejo y sorprendido por esta visión. No era en absoluto adecuado para una mujer estar en un monasterio de la Santa Montaña. Cuando él compartió esta visión con sus hermanos monjes de Zographou, a la vez que protestaba por la presencia de la mujer en la Santa Montaña, los monjes asombrados le explicaron que ella era la Reina de la Santa Montaña, la Madre de Dios Santísima. Entonces el corazón perplejo de Cosme se llenó de gran alegría.

San Cosme estaba tan dotado con el don de la visión espiritual que, más tarde, como un viejo ermitaño en su cueva, vio el alma del abad de Hilandar ascender al cielo, luchando por pasar a través de los “Puestos de peaje”, atormentado por los demonios. Cosme de inmediato envió a alguien para pedir a los hermanos de Hilandar que oraran a Dios por el reposo del alma de su abad. Los Maitines acababan de terminar, y los monjes y el abad acababan de salir de la iglesia. Al escuchar el mensaje de Cosme, los monjes se echaron a reír, diciendo que su abad acababa de irse a su celda para prepararse para la Divina Liturgia. Pero cuando entraron en su celda se encontraron con su abad muerto.

domingo, 10 de junio de 2012

10 de junio: Sinaxis de Todos los Santos


El domingo después de Pentecostés se dedica a la celebración de todos los Santos, los que son conocidos y todos los que no son conocidos por nosotros si no únicamente por Dios. Siempre han existido los santos, y han surgido de todas las esquinas de la tierra. Ellos eran Apóstoles, Mártires, Profetas, Jerarcas, Monjes y Justos, y todos han sido perfeccionados por el mismo Espíritu Santo.


El descenso del Espíritu Santo hace posible para nosotros ser elevados de nuestro estado decaído y alcanzar la santidad, así cumpliendo con el mandamiento de Dios “de ser santo, porque Yo soy santo” (Lev. 11:44, 1 Pedro 1:16 y mas). Por eso es apropiado celebrar todos los Santos el primer domingo después de Pentecostés.

La fiesta puede que se originara en un tiempo temprano, tal  vez como celebración de todos los mártires, después fue ampliado para incluir a todos los hombres y mujeres quienes habían sido testigos de Cristo por sus vidas virtuosas, aunque no hubieran derramado su sangre por El.

San Pedro de Damasco, en su “Cuarta Etapa de Contemplación,” menciona cinco categorías de santos: Apóstoles, Mártires, Profetas, Jerarcas y Santos Monjes (Filocalía Vol. III), citandolo que dice el Octoicos, Tono 2º, para los Maitines del Sábado.

San Nicodemo Aghiorita (14 de julio) agrega a los Justos a las cinco categorías de San Pedro. La lista de San Nicodemo se encuentra en su primer libro “Las Catorce Epístolas de San Pablo” en su discusión sobre 1 Corintios 12:28.

La himnografia de la fiesta de Todos los Santos también refiere a seis categorías: Regocíjate, asamblea de los Apóstoles, Profetas del Señor, fieles coros de Mártires, divinos Jerarcas, Padres Monásticos y los Justos…”

Algunos de los santos se describen como Confesores, una categoría que no se encuentra en ninguna de las listas mencionadas. Como son muy parecidos en espíritu a los mártires, se les considera como pertenecientes a la categoría de los Mártires. Ellos no derramaron su sangre como los Mártires, pero confesaron a Cristo con valor y se acercaron a la muerte por su fe. San Máximo el Confesor es un de estos Santo (21 de enero).

El orden de estos seis diferentes tipos de santos parece estar basados en su importancia en la iglesia. Los Apóstoles son los primeros, porque ellos fueron los primeros en predicar el Evangelio al mundo.

Los Mártires siguen por su ejemplo de valor en la profesión de su fe antes los enemigos y perseguidores de la iglesia, esto inspiro a muchos otros cristianos seguir a Cristo fielmente hasta la muerte.

Aunque cronológicamente los Profetas son primeros cronologicamente, ellos son mencionados después de los Apóstoles y Mártires. Esto se debe a que los Profetas del Antiguo Testamento sólo vieron la sombra de lo que estaba por venir, mientras que los Apóstoles y los Mártires lo experimentaron de primera mano.
Los Santos Jerarcas componen la cuarta categoría. Ellos son los guías de sus rebaños, enseñándolos con su ejemplo y palabra.

Los Santos Monjes son aquellos que se apartaron de este mundo para vivir en monasterios, o en reclusión. Ellos no lo hicieron porque sintieran odio  del mundo, sino para dedicarse a orar sin cesar y para batallar con los demonios. San Juan Clímaco tenia la más alta estima para ellos: “Los Ángeles son una luz para los monjes, y la vida monástica es una luz para todos los hombres” (Escala, paso 26:31).

La última categoría es la de los Justos, son aquellos que consiguieron santidad mientras vivían “en el mundo.” Ejemplares incluyen a Abraham y su esposa Sara, Job, Santos Joaquín y Ana, San José el esposo de la Madre de Dios, San Juliana de Lazarevo, y muchos más.

La fiesta de Todos los Santos adquirió gran prominencia durante el noveno siglo, durante el reinado del emperador bizantino León VI el Sabio (886-911). Su esposa, La santa emperatriz Teofano (16 de diciembre) vivía en el mundo, pero no estaba apegada a las cosas mundanas. Ella fue una gran benefactora de los pobres, y muy generosa con los monasterios. Ella era una verdadera madre para sus subditos, cuidando a las viudas y los huérfanos y consolando a los doloridos.


Antes de la muerte de San Teofano en 893 o 894, su esposo comenzó a construir una iglesia, intentando dedicarla a San Teofano mientras vivía, pero ella le prohibió hacerlo. Fue este emperador el que decreto que el domingo después de Pentecostés fuera dedicado a Todos los Santos. Creyendo así que su esposa siendo unas de los Justos, sería honrada también cuando fuera celebrada la Fiesta de Todos los Santos.