lunes, 28 de julio de 2014

lunes, 14 de julio de 2014

Un genocidio olvidado: el genocidio de los serbios durante la segunda guerra mundial

 


 mártires jasenovac
 
Unos fueron cruelmente atormentados, no queriendo comprar su vida presente, a fin de encontrar una mejor en la resurrección. Otros sufrieron burlas y latigazos, cadenas y prisiones. Fueron lapidados, fueron marcados, fueron probados en toda forma, murieron por el filo de la espada,  siendo abandonados, afligidos, perseguidos, ellos, de quien el mundo no era digno. (Hebreos 11:35-38)
Comienzo de la gran represión.
El genocidio del pueblo ortodoxo serbio durante la última guerra mundial, ha sido ampliamente ignorado y cuando es reconocido como tal, se  le intenta dar un aspecto puramente político cuando (y así lo prueban los documentos) fue tentativa de un exterminio sistemático de un pueblo a causa de su pertenencia a la religión ortodoxa. El bienaventurado obispo Nicolas Velimirovich (que fue desde los primeros días deportado con el patriarca Gabriel, y en 1944 enviado a Dachau), inscribió por su propia mano, en el calendario de la Iglesia, con la fecha del 31 de agosto (antiguo calendario) a los 700.000 que sufrieron por la fe ortodoxa durante la Segunda Guerra Mundial a manos de los cruzados romanos  los ustashis, y que ahora son los Nuevos Mártires Serbios.
El 6 de abril de 1941, la Alemania nazi ataco Yugoslavia. Un oficial croata que entrego a los nazis los planos de las fuerzas aéreas yugoslavas, hizo que toda la aviación  fuera derribada y Ante Pavelic « poglavnik » (führer), también croata, incitara a sus compatriotas a unirse a los invasores.
El 8 de abril, se anunció la formación del Estado Independiente de Croacia, siendo el resto de Yugoslavia ocupado por los nazis alemanes y los fascistas italianos, y siendo entregada Macedonia a Bulgaria, y las provincias del Norte a Hungría.
Conviene recordar que Pavelic fue el instigador del asesinato del rey Alejandro de Yugoslavia y de Luis Barthou en Marsella, y que había sido, de hecho, condenado a muerte por la justicia francesa. Estaba a la cabeza una horda fascista-nazi sostenida por la jerarquía romana de su país y por monseñor Stepinac, arzobispo de Zagreb. El claro fin del movimiento ustashi era la lucha por todos los medios « contra la ortodoxia, el liberalismo, la democracia, la masonería, el judaísmo y el bolchevismo ». Y de hecho, comenzó una política de exterminio de ortodoxos, con la bendición y la ayuda de la jerarquía y del clero croata católico. Avro Manhattan, británico, miembro de la Sociedad Real de Autores Británicos, de la Sociedad Real de Literatura, autoridad mundial en el dominio del catolicismo romano y de su política, menciona en su obra « Catholic Terror Today » : « La transformación de la jerarquía católica en una jerarquía ustashi de facto que tuvo una significación terrible ».
Por orden del Ministerio del Interior, los serbios de Zagreb tenían doce horas para abandonar la ciudad, y cualquier croata que los atrapara, los fusilaría al instante.
Los judíos de Croacia debían llevar la estrella amarilla, los ortodoxos serbios un brazalete con la letra P (Pravoslavac=ortodoxo). La escritura cirílica fue prohibida, incluso en los monumentos funerarios. La inscripción « entrada prohibida a los serbios, judíos, nómadas (gitanos) y a los perros », comenzó a florecer en todos los lugares públicos.
El 18 de junio de 1941, Pavelic fue a ofrecer la corona de Croacia al rey de Italia. Este la rechazo y autorizo al duque de Spoleto, sobrino suyo, a recibirla, bajo el nombre de Tomislav II. Pavelic fue recibido a continuación, ese mismo día, por Pio XII. Este último recibió, igualmente en audiencia privada, al futuro rey, la vigilia antes de su coronación.
« El 30 de junio de 1941, el ministro de justicia y de cultos, envió una carta oficial a todos los obispos católicos, en la que el gobierno confirmaba lo que ya había sido concluido con el arzobispo Stepinac, es decir, la continuación de una política de liquidación de la población ortodoxa, esto antes de ser llevado a cabo el rechazo de aceptarlos en el seno de la Iglesia Católica. El deseo del gobierno, según la circular, era que todos los sacerdotes, los maestros, y de hecho todos los intelectuales pertenecientes a la Iglesia Ortodoxa, además de hombres de negocios, industriales y ricos campesinos, no fueran recibidos a ningún precio en la Iglesia Católica. Sólo la población ortodoxa pobre debía ser convertida ».
El martirio del pueblo Serbio.
El martírio del pueblo ortodoxo serbio sobrepaso todo lo que se podía imaginar en sus peores pesadillas. En las ciudades serbias de la región de Bjelovar, 250 personas fueron enterradas vivas; en el pueblo de Otecac, 331 serbios fueron masacrados con su sacerdote, después de que éste fuera torturado hasta la muerte (cortaron a su hijo en pedazos delante de él, le obligaron a recitar la oración de los agonizantes, y después de morir su hijo, le arrancaron el cabello, la barba, y le arrancaron los ojos antes de exterminarlo). En Kosinj, 600 serbios fueron exterminados, y esto solamente durante los primeros meses del Estado Independiente de Croacia. El industrial serbio Milos Teslic, famoso por su bondad, fue torturado y quemado; aún se puede ver a sus verdugos satisfechos en una foto de « recuerdo ». Uno de ellos sostiene en su mano el corazón del industrial martirizado.
En Dvor Uni, el comandante ustashi era un sacerdote católico, Ante Djuri, que daba instrucciones para la conversión forzosa y la eliminación de los recalcitrantes ortodoxos. Desgraciadamente, no fue un caso aislado y veremos que los torturadores y los asesinos fueron, a menudo, ministros del culto romano, y más particularmente monjes franciscanos…
En Susnjari, cerca de Glina, todo el pueblo fue masacrado a excepción de 20 niños, que fueron atados a planchas y rodeados de mechas de paja a las que prendían fuego para que se quemasen por los pies.
Lucas Avramovic, antiguo diputado, y su hijo, fueron crucificados y más tarde quemados en su propia casa en Mliniste.
En junio de 1941, más de 100.000 hombres, mujeres y niños serbios fueron asesinados en pocos días.
El 4 de mayo de 1941, el arzobispo ortodoxo de Banja Luka, monseñor Platón recibió de los ustashis, la orden de abandonar inmediatamente la ciudad. Llamó al obispo católico local para que intercediera ante las autoridades y obtener así más días para prepararse. El obispo católico dio su palabra, pero durante la noche, seis católicos ustashis vinieron a detener al jerarca.
Fue herrado como un caballo y así, tuvo que atravesar la ciudad. A pocos kilometros de allí, agotado, se detuvo y sus verdugos le arrancaron la barba y encendieron un fuego sobre su pecho antes de comenzar su carnicería a golpes de hacha.
Seria fastidioso, triste y vergonzoso tener que citar todo lo que la barbarie ustashi hizo sufrir al pueblo ortodoxo, destruyendo sus iglesias, forzando las conversiones, reuniendo a los fieles en las iglesias para, a continuación quemarlas…
La resistencia descubrió, en agosto de 1941, entre Vlasenica y Kladanj, bebés empalados sobre los muros de una inclusa, con sus pequeños miembros aun retorcidos de dolor, como si fueran enjambres de insectos pegados a las telarañas.
El horror no parece haber tenido límites. El periodista y escritor italiano Malaparte cuenta que en casa de Ante Pavelic, lo veía jugar con objetos. Le preguntó de qué se trataba, y se mostró reacio de decirle que eran juegos que sus fieles ustashis le habían enviado. No era raro, en efecto, para estos siervos celosos de la Nueva Cruzada el hacerse collares con los ojos o las lenguas de los ortodoxos que mataban.
Lo que es más perturbador es, en efecto, este espíritu de Guerra Santa o de Nueva Cruzada que el clero romano y su jerarquía de Croacia proclamaban abiertamente, oralmente y por escrito en sus diversas publicaciones.
« Hasta ahora, mis hermanos, (decía el padre Mate Mogus, de la provincia de Lika), nosotros (como católicos) hemos trabajado por nuestra religión católica con la cruz y el misal; el día ha llegado en que debemos trabajar ahora con la pistola y el fusil ».
« Hasta ahora, Dios ha hablado por las encíclicas papales, y han cerrado sus oídos, Ahora, Dios ha decidido utilizar otros métodos. Preparará misiones, misiones europeas. Misiones mundiales. Serán sostenidas, no por los sacerdotes, sino por los generales de las armadas, conducidas por Hitler. Los sermones serán oídos con ayuda de los cañones, de los fusiles, de los tanques, de las bombas. E lenguaje de estos sermones será internacional ». (Padre Petar Pajic, del órgano del arzobispado de Sarajevo).
La « Veliko Krizarsko Bratstvo » (Gran Hermandad de los cruzados), veía en Pavelic una especie de arcángel enviado por la Providencia. El « Hrvatski Glasnik » (La voz croata), periódico de Acción Católica, enunciaba claramente la ventaja para el Estado Croata y su iglesia del nuevo estado:
« En primer lugar, es la eliminación de la influencia nefasta de la ortodoxia y del bizantinismo del pueblo croata, sobrevenida tras la ruptura de las relaciones entre croatas y serbios, que representa en sí misma una de las mayores ventajas étnicas de nuestra nueva situación ».
En 1942, monseñor Stepinac fue nombrado por Pavelic como limosnero principal de las fuerzas ustashis. Fue agradecido por un Te Deum que hizo celebrar algunos meses más tarde para dar gracias a Dios y pedirle que bendijera al poglavnik Ante Pavelic. El arzobispo Ivan Saric, no mostró el camino a los fieles ante su superior, publicando una Oda al poglavnik que es un [crachat] sobre el rostro de Cristo. En esta oda, se magnifica a Dios, a los croatas y a los « magnificos ustashi » (Pavelic).
El arzobispo Stepinac sabía lo que pasaba con los serbios ortodoxos, sabía que los sacerdotes y las monjas mataban y torturaban, o habían aceptado dirigir campos de concentración pero no hizo nada para oponerse a esto.
El 16 de febrero de 1942, en la radio de Londres, un croata, Veceslav Vilder, salvó el honor de sus conciudadanos y expuso al mundo la infamia del prelado:
« Y ahora, alrededor de este Stepinac, se comentan las peores atrocidades… la sangre fraterna corre como ríos… Los ortodoxos son convertidos a la fuerza al catolicismo, y no escuchamos la voz del arzobispo Stepinac predicando la revuelta. Pero leemos que participa en paradas fascistas y nazis. Y lo que es peor aún: el obispo de Zagreb, Salis-Sevis, en su discurso de año nuevo, glorificó directamente a Pavelic y al arzobispo Stepinac que no reprendió a su obispo… y otro arzobispo católico, Saric, en Sarajevo, compuso para el 24 de diciembre, toda una larga oda a Pavelic ». Lo que este bravo y autentico patriota yugoslavo ignoraba es la extensión de esta colaboración y su horror.
El monje franciscano y sacerdote Miroslav Filipovic dirigió, ayudado por el padre Zvonko Brekalo, el padre Lipovac y el padre Culina, el campo de concentración de Jansenovac donde perecieron 40.000 hombres, mujeres y niños. Este sacerdote mató con sus propias manos a un niño ortodoxo serbio en el pueblo de Drakilic, a fin de mostrar el ejemplo a su batallón de ustashis. En un solo día, siguiendo su ejemplo, 1500 ortodoxos serbios fueron asesinados. El padre Z. Bronkalo fue condecorado por Pavelic con la Orden del Rey Zvonimir.
En 1942, este campo albergaba hasta 20.000 niños ortodoxos, 12.000 de entre los cuales fueron matados a sangre fría. Después de la guerra, un fiel seguidor católico croata,  Ante Urban, acusado de haber matado a cientos de niños, declaro que la acusación era una pura mentira ya que no había matado más que a 63 personalmente.
El padre Grga Blazevic era el segundo del campo de concentración de Bosanki-Novi. Monseñor Dionis Juricev bendijo con anterioridad a estos sacerdotes torturadores, cuando anuncio en Staza « que todos los serbios que rechazaban convertirse al catolicismo debian ser asesinados « … ».
Ante Klaric, monje franciscano de Trasmonica, declaró en un sermón: « ¡Sois como niños pequeños que vais aún en pañales, porque aún no habéis matado a un solo serbio! Si no tenéis armas, servíos de hachas, de hoces y allá donde encontréis a un serbio, cortadle la garganta ».
El padre Srecko Peric, del monasterio de Gorica, cerca de Livno, también llamaba a la masacre en estos términos: « Matad a todos los serbios. Matad en principio a mi hermana que se casó con un serbio y a continuación a todos los serbios. Cuando hayáis terminado el trabajo, venid a la Iglesia, os confesaré y os liberaré del pecado »
De vez en cuando estos extraños discípulos de Francisco de Asís organizaban concursos de degollamiento de ortodoxos. El campeón incontestable de esta diversión piadosa fue un miembro de la organización religiosa-militar de los Krizari (cruzados), estudiante del colegio franciscano de Siroki Brijeg, que degolló en la noche del 29 de agosto de 1942 a 1360 personas. Fue nombrado « rey de los degolladores » y recibió un reloj de oro, un colgante de plata, un lechón asado y una botella de vino.
El campo de Jansenovac, dirigido por el sacerdote franciscano Miroslav Filipovi, estaba equipado con hornos. Servían para quemar vivos a algunos de los detenidos. Desde 1942, los niños, (judíos en su mayoría) eran quemados allí. Las cenizas de los cadáveres servían para fabricar jabón.
El gran silencio
Es triste tener que decir que los católicos croatas permanecieron la mayor parte del tiempo mudos ante los horrores perpetrados por sus correligionarios. Fueron algunos musulmanes los que protestaron contra las persecuciones de los serbios ortodoxos y judíos, a los cuales ofrecieron asistencia. (Otros musulmanes se aliaron a las hordas ustashis y algunos tuvieron sus propias divisiones de SS al lado de los nazis…).
« Tomad las armas contra los verdugos ustashis, abrid las puertas de vuestros hogares a los serbios perseguidos y salvad a sus hijos y sus bienes. El ardor ustashi avido de sangre, se dirige hoy contra los serbios, pero, mañana, será vuestro turno » (Omer Kajmakovic)
Un solo sacerdote de Zagreb hizo un sermón contra las persecuciones, el padre Josip Loncar. Fue detenido y condenado a muerte, siendo su pena conmutada a continuación por trabajos forzados. Preferiríamos que la lista fuera más larga… Desearíamos que monseñor Stepinac, jefe supremo de los católicos croatas, hubiera hecho escuchar su voz. Hubiéramos deseado que el Vaticano  hubiera intervenido…
El Dr. Zelimir Mazuranic, católico croata y antiguo presidente del senado de Yugoslavia, se suicidó porque « ya no podía vivir en un estado de criminales ».
El Dr. Prvislav Grizogono, católico croata, antiguo ministro, escribió a monseñor Stepinac en 1942 para pedir al prelado « la condena más rigurosa de los sacerdotes que, sin tener en cuenta la sotana y su sacerdocio, participaron, de la forma que fuese, en las atrocidades de los ustashis, y esto sin consideración de su rango en la jerarquía religiosa ».
No recibió ninguna respuesta… Monseñor Stepinac nunca tomo represalias contra los que, como él, eran celotes de la nueva cruzada contra la Ortodoxia.
Los católicos de Eslovenia, se unieron a los hermanos de Croacia. Escribieron al arzobispo católico de Belgrado « pidiéndole que transmitiera a la santa sede una memoria de la que extraemos esta frase: « En el estado independiente de Croacia, todos los obispos y sacerdotes ortodoxos fueron, ya asesinados, ya encarcelados o internados en campos de concentración; sus iglesias y conventos destruidos y sus bienes confiscados ». No hubo respuesta.
Muchos niños serbios ortodoxos cuyos padres habían sido martirizados, fueron incorporados a la masa croata gracias a la sociedad Caritas, controlada por el arzobispo de Zagreb, y nunca fueron devueltos a su nación.
Según las estimaciones, alrededor de 750.000 y 800.000 serbios ortodoxos fueron masacrados en Croacia, entre ellos alrededor de 182 miembros del clero. El Vaticano permaneció en silencio durante la guerra y tras ella, la carnicería croata de sus ustashis, clérigos franciscanos, jesuitas y otras órdenes.
Una única y sola voz en Roma, protestó contra el exterminio del pueblo serbio ortodoxo: la del cardenal Tisserant, que en una conversación privada con el Dr. Rusinovic, embajador de los ustashis en Roma, le hizo partícipe de su desacuerdo. En su conversación con el ministro de Asuntos Exteriores del Estado Croata, el 6 de marzo de 1942, este le menciona lo que le dijo el prelado:
« He sabido que un sacerdote tomo el mando de un grupo de hombres armados y que destruyeron iglesias ortodoxas. También sé, por una fuente fiable, que los hermanos franciscanos de Bosnia Herzegovina se comportaron de forma muy lamentable. Tales acciones no habrían sido cometidas por hombres civilizados y, mucho menos, por sacerdotes ».
Esta era una conversación privada. Nunca hubo condena formal o « ex cathedra » del genocidio perpetrado por los ustashis, por la jerarquía latina, por el papa de Roma o por sus cardenales.
Ante Pavelic, gracias a complicidades eclesiásticas, pudo escapar con las riquezas robadas a los ortodoxos, a los judíos y a los musulmanes. Con él, 4.000 de sus secuaces fueron acogidos en países católicos. Algunos fueron ocultados en Austria. Se dice que monseñor Garic murió en Friburgo, Suiza, monseñor Saric se fue a Madrid, a un monasterio. Ante Pavelic siempre estuvo revestido con sotana en los conventos de Saint Gilgen, en Austria. Siempre con sotana, permaneció en Roma, o bien con el nombre de padre Gomez o padre Benarez, y siempre se ocultó en un convento. « Cuando los servicios secretos yugoslavos encontraron su rastro, se refugiaba (según lo cuenta un periodista italiano que lo afirma, tras haberlo encontrado y entrevistado) en Castelgandolfo, residencia de verano de los papas. A continuación escapo a Argentina gracias a un clérigo romano. Por entonces tenía un pasaporte entregado por la Cruz Roja Internacional. Residió en Buenos Aires con el nombre de Pal Aranyos. Se estableció a continuación en Madrid, donde en 1959, murió provisto con los sacramentos de la Iglesia y después de haber recibido la bendición del buen papa Juan XXIII. Tenía en su mano el rosario que le regalo el papa Pio XII durante su visita al Vaticano.
Algunos fueron capturados y encarcelados, pero sin embargo « …la masa de la plaga ustashi salió de los campos de concentración aliados, revestidos a menudo, como Pavelic, con una sotana… »
Monseñor Stepinac fue detenido y condenado a 16 años de prisión. La máquina de guerra vaticana fue quebrada, la desinformación cumplió su cometido, el sostén de los verdugos ustashis fue presentado como el defensor de la cristiandad. Era el inicio de la guerra fria…
Más tarde, la Yugoslavia comunista en crisis politica con la URSS, se acercó ligeramente a occidente, monseñor Stepinac fue puesto en semi libertad durante el invierno de 1951, y en 1953 fue hecho cardenal (« Formamos para usted votos paternos, querido hijo, ya que habéis adquirido tantos méritos », le escribía Pio XII). Esta recompensa del Papa vino poco después de la dignidad de la Gran Cruz con Estrella que el poglavnik Pavelic acababa de concederle a monseñor Stepinac por los servicios prestados al estado croata como arzobispo de Zagreb.
Las reacciones expuestas por monseñor Tisserant, « muestran perfectamente que el Vaticano conocía realmente la situación. El papa no podía, pues, ignorarlo, ya que había provocado en la opinión pública mundial una verdadera consternación. De todas formas el delegado apostólico de Zagreb, el abad Marcone, no podía permanecer ajeno; era todos los días un testigo observador: Las masacres en masa de la población serbia, conversiones forzadas de ortodoxos al catolicismo, pillaje y destrucción de iglesias ortodoxas, sinagogas y confiscación de sus bienes. Lo vio todo. En su calidad de delegado apostólico, solamente enviaba a la Santa Sede informes regulares de lo que el constataba ¿Cómo explicar el silencio de Pio XII? ¿Había tomado la decisión de callarse por la influencia del ala extremista de la Curia romana ya que simpatizaba con los fascistas, o bien temía, en el caso de que hubiera hecho escuchar su voz, a las represalias de Hitler? Si el papa hubiera expuesto su indignación, ¿el dictador alemán habría contestado persiguiendo a los católicos? Esta hipótesis no parece  que deba tenerse en cuenta porque los crímenes de Pavelic eran diferentes a los de Hitler. Una condena pontificia Urbi et Orbi de los crímenes del régimen ustashi habrían sido bien acogidos en Berlín, que tenía necesidad de paz y orden en Croacia. (Conviene señalar que los nazis y los fascistas italianos estaban escandalizados de los crímenes ustashis). Por otra parte, la jerarquía católica croata habría rechazado apoyar a Pavelic, cuyo poder lo habría condenado a muerte desde el principio.
La verdad del silencio del papa está en otra parte. Es el periódico suizo Basler Nachrichten el que, en uno de sus números de 1942, da un punto de partida a esta cuestión turbadora, aunque no la aborda más que en el tema de Rusia: « Una de las cuestiones que propone la acción alemana en Rusia y que interesa al Vaticano en mayor medida es la evangelización de la población de este país. » Era, pues, la conversión de los ortodoxos al catolicismo, ya fuera en Rusia o en Croacia, lo que interesaba al papa. En lo que concierne a Rusia notablemente, el Vaticano había concluido, siguiendo los Mensajes de Pio XII al mundo (Ed. Spes), un acuerdo con Berlín sobre este tema, acuerdo que lo autorizaba a enviar misioneros católicos a la Rusia ocupada ».
Conclusión
En su estudio The Realignment of Europe, Arnold Toynbee, historiador y filósofo inglés, escribe a propósito de este genocidio: « Centenares de miles de serbios han sido masacrados por los ustashis de Pavelic, y sacerdotes católicos han estado implicados en estos asesinatos. La jerarquía católica nunca se ha alzado contra estos crímenes y algunos obispos han llegado incluso hasta a hacer un elogio del régimen instituido por Pavelic. Miles de serbios escaparon de la muerte convirtiéndose al catolicismo, lo cual les confería automáticamente el estatus nacional croata y anulaba su estatus nacional serbio, siendo la religión el único medio para distinguir a un serbio de un croata. Stepinac no protesto contra estas conversiones masivas y nunca dio instrucciones a sus sacerdotes para tener que rechazarlas ».
No hay que decir que las conversiones forzosas estuvieron seguidas con un regreso a la Ortodoxia cuando la soldadesca ustashi-franciscana fue privada de su poder.
La fosa en la que fueron arrojados 86.000 mártires de la Ortodoxia en Jadovno es hoy en día un lugar de peregrinación de la Serbia ortodoxa: las reliquias de estos mártires emanan perfume.
¿Por qué hablar de estos hechos pasados?
Para que sean venerados nuestros hermanos serbios ortodoxos, mártires de nuestra Santa Iglesia: en efecto, pocos ortodoxos conocen este genocidio del pueblo serbio.
Hace años, el soberano pontífice precedente del Vaticano, propuso como modelo de la unidad de los cristianos y como su santo patrón de algún modo, al innoble perseguidor de ortodoxos Josafat Konsevic, que fue canonizado sin duda por sus crímenes inexpiables contra la Ortodoxia. Y canonizó a continuación al repugnante verdugo de nuestros hermanos serbios ortodoxos, al inmundo Stepinac.
Por eso, no debemos olvidarlo, sobre todo en un momento en el que cada vez más iglesias y monasterios son destruidos en Kosovo, y cuando nuestros hermanos ortodoxos son asesinados ante la indiferencia criminal de las grandes potencias.
Claude Lopez-Ginisty
« Y uno de los ancianos, tomando la palabra, me pregunto: ‘Estos que están vestidos de túnicas blancas, ¿quiénes son?’. Y yo le dije: ‘Señor mío, tú lo sabes’. Y él me contesto: ‘Estos son los que vienen de la gran tribulación y lavaron sus vestidos, y los blanquearon en la sangre del cordero. Por eso están delante del trono de Dios, y le adoran día y noche en su templo; y el que está sentado en el trono fijara su morada con ellos. Ya no tendrán ni hambre ni sed; nunca más los herirá el sol ni ardor alguno, porque el Cordero, que está en medio, frente al trono, será su pastor, y los guiara a las fuentes de las aguas de vida, y Dios les enjugara toda lagrima de sus ojos » (Apocalipsis 7:13-17).
Por las oraciones de los nuevos mártires serbios, Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de nosotros y sálvanos, pues Tu eres bueno y amante de la humanidad. Amen.
Bibliografía
En francés:
La mejor obra sobre este tema es duda, la primera que se cita:
Hervé LAURIERE, ASSASSINS AU NOM DE DIEU, Editions la Vigie, Paris 1951
Branko MILJUS, LA REVOLUTION YOUGOSLAVE, L’Age d’Homme, Lausanne 1982
En ingles:
Paris EDMOND, GENOCIDE IN SATELLITE CROATIA 1941-1945, a record of Racial and Religious Persecutions and Massacres. Publicada por “The American Institute for Balkan Affairs. ( s. d. )”
Avro MANHATTAN, CATHOLIC TERROR TODAY, Paravision Publications Limited, Londres 1969.
Martyrdom of the Serbs, Palandech’s Press, Chicago 1943
Memorandum on crimes of genocide committed against the Serbian people by the Government of the Independant “State of Croatia” during World War II, addressed to Vth General Assembly of the United Nations 1950 by Adam Pribicevic, Honorary President of the Democratic Party of Yugoslavia and Dr Branko Miljus, former Yugoslav Cabinet Minister. ( rapport de l’O.N.U. )
Revistas
Orthodox Life # 1, 1983, Holy Trinity Monastery, Jordanville, N.Y., USA, contiene un artículo suficientemente detallado sobre el genocidio. (en inglés)
Orthodox News, Vol 3, # 7, 64 Prebend Gardens, Londres W 6, contiene un artículo condensado del mismo autor- J. WERTZ -
 
 
 Traducido por P.A.B

jueves, 10 de julio de 2014

HORARIO

 
Horario
FIESTA DE LOS
SANTOS APÓSTOLES PEDRO Y PABLO
11 de julio:
19:00 hh solemne vigilia
de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo
(calendario eclesiástico)
12 de julio: 8:30 hh Horas; 9:00 hh Divina Liturgia
SINAXIS DE LOS SANTOS APÓSTOLES
18:00 hh Paráclesis
18:30 hh Vecernia, Litia y Artoclasia
13 de julio:
8:15 hh Utrenie
9:30 hh Divina Liturgia

Cuando el creyente pide la bendición y besa la mano al sacerdote, le dice: “Bendígame, padre”, el sacerdote le da la bendición y le dice: “Dios te bendiga, hijo”. El sacerdote actúa como mero transmisor de la gracia de Dios. No es la bendición del sacerdote, sino la del mismo Dios la que recibimos por su medio.
 
Padre Ambrose Iurasov

jueves, 3 de julio de 2014

Los recientes acontecimientos en Jerusalén y sus fundamentos eclesiológicos.

papa francisco y patriarca bartolomeo en jerusalen

Los recientes acontecimientos en Jerusalén y sus fundamentos eclesiológicos

Por un sacerdote ortodoxo griego.
¿Qué podemos sacar de los últimos acontecimientos en Jerusalén para conmemorar el 50 aniversario de la reunión del Patriarca Atenágoras y el Papa Pablo VI, en el que el Patriarca de Constantinopla, junto con el Arzobispo de la Arquidiócesis Ortodoxa Griega y otros jerarcas del Patriarcado, se reunieron con el Papa de Roma para llevar a cabo servicios de oración conjunta y emitir declaraciones conjuntas? ¿Qué problemas, si los hubiere, representan estas reuniones y declaraciones para nosotros los cristianos ortodoxos y para nuestra fe ortodoxa? Y en última estancia, ¿cuál es el problema teológico fundamental en juego aquí?
Estas son algunas de las preguntas que muchos fieles se preguntan, y que merecen una respuesta exhaustiva a cambio. En este breve artículo trataremos de dar algunas respuestas, o al menos los comienzos de estas respuestas.
Los que querían ver en estas reuniones ecuménicas un desarrollo extremadamente positivo, hablan de ellos como de "intercambios de generosidad, buena voluntad y esperanza", e "intercambios en el espíritu del amor cristiano", que son "verdaderas expresiones de la fe de los Apóstoles, los Padres , y los ortodoxos”. Los campeones de estos encuentros no dejan de admitir que "aunque hay serias diferencias" entre la Iglesia ortodoxa y el catolicismo "que no deben ser pasados por alto, sin embargo, nuestra fe exige que nos unamos y que testimoniemos nuestros compromisos cristianos compartidos." Es así como un conocido teólogo ortodoxo estadounidense se refirió al caso de Jerusalén y creo que está repitiendo exactamente la concepción general entre los partidarios.
Sin embargo, si queremos comprender el significado de estos acontecimientos de una manera espiritual y teológica, debemos ir más allá de los agotadores clichés ​​y del sobreuso de tópicos y examinar la eclesiología subyacente que está implícita o siendo expresada por el Patriarca y sus partidarios durante esas reuniones. Es muy fácil, y por desgracia bastante frecuente incluso entre los cristianos ortodoxos, de contentarse con el lenguaje florido del amor y de la reconciliación y de no prestar atención al significado profundo de la teología que se expresa en palabras y actos. Si queremos evitar una trampa tal y ayudar a otros, hay que adquirir una mentalidad ortodoxa y juzgar estos asuntos importantes dentro del marco y de los criterios ortodoxos.
El problema que subyace aquí es que pocos discuten las implicaciones eclesiológicas del Patriarcado y la nueva visión de la Iglesia de sus partidarios. Si la reunión de Jerusalén y de las reuniones que se acompañan (como las de París, Boston y Atlanta) son juzgadas de ser destructivas de la unidad de la Iglesia y de socavar la misión de la Iglesia, no es, por supuesto, por el lenguaje florido del amor y de la comprensión incesantemente utilizado en todos lados, sino porque no se basan en la fe ortodoxa, en la eclesiología ortodoxa. Si, sin embargo, nuestros representantes en estas reuniones no expresan una enseñanza ortodoxa de la Iglesia, ¿qué están expresando?
Desafortunadamente, no faltan declaraciones anteriores de jerarcas del Patriarcado de Constantinopla según las cuales podríamos hacer referencia con el fin de responder a esta pregunta. Citarles sería ir innecesariamente mucho más allá del alcance de este artículo, ya que en las observaciones formuladas por el Patriarca de Constantinopla en su primer discurso pronunciado en Jerusalén el 23 de mayo, en la Iglesia del Santo Sepulcro, la esencia de la nueva eclesiología está claramente articulada :
La Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica, fundada por la "Verbo en el principio", por aquel que es "verdadero Dios", y el término "verdadero Dios", según el evangelista del amor, por desgracia, durante su participación en la tierra , a causa de la dominación de la debilidad humana y de la impermanencia de la voluntad de la inteligencia humana, se dividió en el tiempo. Esto provocó diversas condiciones y grupos, de los cuales reclamaron para sí la "autenticidad" y la "verdad". La verdad, sin embargo, es una: Cristo y la Iglesia Una, fundada por él.
Tanto antes como después del gran cisma de 1054 entre el Este y el Oeste, nuestra Santa Iglesia Ortodoxa hizo intentos por superar las diferencias, que existían desde el principio y que eran en su mayor parte, factores externos del entorno de la Iglesia. Por desgracia, el elemento humano dominaba, y por medio de la acumulación de adiciones "teológicas", "prácticas" y "sociales", las Iglesias locales fueron conducidas a la división de la unidad de la fe, al aislamiento, que se desarrollaron en ocasiones en hostilidades polémicas.
Tenga en cuenta que el Patriarca dice:
1. La única Iglesia se dividió en el tiempo.
2. Que esta división fue el resultado de la dominación de la debilidad humana. No se dice, pero se deduce que esta debilidad humana era más fuerte que la Voluntad Divina por la Iglesia que Él fundó.
3. Que diversos grupos, partes de la Iglesia Una, que resultaron de esta división, cada uno “reivindica” ser la iglesia auténtica y verdadera. La implicación aquí es que ninguno de ellos, incluyendo a la Iglesia ortodoxa, puede pretender legítimamente de ser exclusivamente la Iglesia Una.
4. Y, por lo tanto, de alguna manera, a pesar de todos estos grupos que compiten pretendiendo tener exclusivamente la autenticidad y la verdad, la Iglesia es Una. Una vez más, se desprende de todo lo que se dice que esta unidad existe sólo fuera del tiempo, ya que la Iglesia, como dijo, fue dividida en el tiempo.
Con el fin de obtener una visión total de la nueva eclesiología que se presenta, hay que añadir a estos puntos de vista sobre la Iglesia del Patriarca (del Patriarcado) a la posición vis-à-vis del catolicismo, que fue expuesto tanto de palabra como de obra durante el evento de Jerusalén. En todo el material promocional y en los discursos patriarcales, el catolicismo, el cual los Concilios de la Iglesia y los santos desde hace siglos han considerado como una parasinagoga herética, es considerada como una Iglesia local, la Iglesia de Roma. Asimismo, el Papa actual es considerado como un "sucesor contemporáneo de los primeros apóstoles [Pedro] y actual líder de la antigua iglesia [de Roma]."
El Patriarca se ha referido también al actual Papa como su hermano obispo, co-responsable del buen gobierno de la Iglesia Una. Considera que los sacramentos realizados por el Papa y sus clérigos son los mismos misterios que los realizados por la Iglesia Una. Así, no es de extrañar que él considere a la Iglesia como dividida en la historia y, por lo tanto sigue siendo Una, aunque sólo fuera de la historia.
¿Qué podemos decir ahora de esta imagen de la Iglesia presentada por el Patriarca? Podemos decir que:
1. Está en total armonía con la nueva eclesiología del Concilio Vaticano II como se establece en los documentos conciliares Lumen Gentium y Unitatis redintegratio.
2. Está totalmente en desacuerdo con la visión de la Iglesia presentada en los documentos conciliares pertinentes de la Iglesia Ortodoxa, como las decisiones del Consejo de 1484, las Encíclicas patriarcales de 1848 y 1895, y en los escritos de los Santos Padres, que han expresado el pensamiento de la Iglesia sobre el tema, tales como San Gregorio Palamás, San Nectario de Pentápolis, San Marcos de Éfeso, San Paisios Velichkovsky, y muchos otros.
El patriarca y sus partidarios se están alineando y tratan de alinear al conjunto de la ortodoxia con la línea eclesiológica elaborada durante el Concilio Vaticano II. Esta nueva eclesiología permite una división de la Iglesia "en el tiempo", de tal manera que la Iglesia Ortodoxa y el catolicismo son considerados "dos pulmones" de la Iglesia Una, sin embargo, dividas. En esta eclesiología, la Iglesia universal incluye a la vez tanto al catolicismo, como a todas las demás confesiones cristianas. Se supone que la Iglesia es una comunión de cuerpos que son más o menos iglesias, una comunión realizada en diversos grados de plenitud, de manera que una parte de la Iglesia, la que está bajo el Papa, se considera "plenamente" la Iglesia, y otra parte de la Iglesia, como una confesión protestante, "imperfecta" o sólo "parcialmente" la Iglesia. Por lo tanto, esta eclesiología permite la participación en los sacramentos de la Iglesia fuera de sus fronteras canónicas, en las afueras de la asamblea eucarística, que es la antítesis de una "eclesiología eucarística" bien entendida.
Por lo tanto, la eclesiología expresada en palabras y hechos por el Patriarca de Constantinopla y la eclesiología del concilio Vaticano II convergen en la aceptación de una Iglesia dividida, o una Iglesia dividida en pedazos por la mano dura de la historia. Se le podría caracterizar como nestorianismo eclesiológico, en el que la Iglesia se divide en dos seres separados: por un lado, la Iglesia en el cielo, fuera del tiempo, la sola verdad y completa; por el otro, la Iglesia, o más bien "iglesias", en la tierra, en el tiempo, deficientes y relativas, perdidas en las sombras de la historia, que tratan de acercarse las unas a las otras y de perfección trascendente, tanto como es posible en "la debilidad de la voluntad humana no permanente ".
En esta eclesiología, las divisiones tumultuosas y perjudiciales de la historia humana han superado la Iglesia "en el tiempo." La naturaleza humana de la Iglesia, que se divide y desgarra, se ha separado de la cabeza theantrópica. Se trata de una Iglesia en la tierra privada de su naturaleza ontológica y no "Una y Santa," ya no posee toda la verdad a través de su unión hipostática con la naturaleza divina del Logos.
Esta eclesiología está, sin duda, en contradicción total con la creencia y la confesión de la Iglesia ortodoxa en la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica. La Iglesia de Cristo, como el Apóstol Pablo supremamente la definió, es Su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (τὸ σῶμα Αὐτοῦ, τὸ πλήρωμα τοῦ τὰ πάντα ἐν πᾶσι πληρουμένου). La plenitud de Cristo es identificada con el Cuerpo de Cristo, es decir, como Cristo cuando caminó sobre la tierra en el tiempo, como Theanthropos, visible e indivisible, marcada por características divino-humanas. Como Vladimir Lossky ha escrito, todo lo que se puede afirmar o negar sobre Cristo puede igualmente aplicarse a la Iglesia, en cuanto que es un organismo theándrico. Se deduce, entonces, que al igual que nosotros nunca podríamos afirmar que Cristo está dividido, tampoco podríamos tolerar que la Iglesia pueda estar dividida. (cf. 1 Cor 1,13).
La Iglesia, no hace falta decir, fue fundada, establecida, propagada, y existe hasta el día de hoy en el tiempo (y existirá hasta la Segunda Venida, y más allá). Esto es así porque la Iglesia es el Cuerpo theantrópico de Cristo, el cual entró en el tiempo, anduvo, murió, resucitó, ascendió y debe volver de nuevo en el tiempo. La Iglesia es la continuación de la encarnación en el tiempo. Y así como nuestro Señor fue visto, tocado y venerado en la carne, con el tiempo, también lo hace su Cuerpo, la Iglesia, que continúa unida y santa. Si tuviéramos que aceptar la división de la Iglesia, estaríamos aceptando también la anulación de la Encarnación y de la salvación del mundo. Como esta nueva eclesiología de una "iglesia dividida" en última instancia anula la salvación del hombre, podría ser considerada con razón como una herejía.
Nuestra creencia en la unidad y continuidad del Cuerpo de Cristo, nuestra confesión de fe, este dogma de la Iglesia, se basa en nada menos que las promesas divinas de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, cuando dijo palabras como éstas:
"Cuando venga Aquél, el Espíritu de verdad, Él os conducirá a toda la verdad." (Jn. 16:13).
"Y Yo, te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra [de la fe] edificaré mi iglesia, y las puertas del abismo no prevalecerán contra ella." (Mt 16:18).
"He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo." (Mt 28:20).
"En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, Yo he vencido al mundo." (Jn 16:33).
Del mismo modo, desde la boca de Cristo, el divino apóstol Pablo, escuchamos más promesas de la indivisibilidad y la invencibilidad de la Iglesia:
"Y sometió todo bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todo a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que lo llena todo en todos." (Efesios 1:22-23).
"La casa de Dios, que es la iglesiadel Diosvivo, columnay cimiento de laverdad." (1 Tit3:5).
"Uno es el cuerpo y uno el Espíritu, y así también una la esperanza de la vocación a que habéis sido llamados; uno el Señor, una la fe, uno el bautismo" (Efesios 4:5-6).
"Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos." (Hebreos 13:8).
Y, desde el Apóstol del Amor, Juan el Teólogo, leemos que es nuestra fe en el Dios-hombre y su cuerpo divino-humano que es invencible y victoriosa sobre el espíritu caído de este mundo, que es por encima de todo, un espíritu de la división:
"Porque todo aquello que es nacido de Dios vence al mundo: y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe." (1 Jn 5:4).
Así, pues, ¿no ha conducido el Espíritu de la Verdad a su Iglesia por "toda la Verdad"? O, ¿en tanto que ortodoxos sólo promovemos una "declaración" de la autenticidad y la verdad? ¿No ha guardado (Él) su Iglesia para que las puertas del infierno no prevalezcan sobre ella? O bien, ¿la "debilidad humana" ha vencido al Cuerpo de Cristo? ¿no se ha quedado con nosotros, guiándonos incluso hasta hoy y hasta el fin de los tiempos? ¿O bien (Él) ya no existe como Uno “en el tiempo"? ¿No ha vencido nuestra fe en el Dios-hombre al mundo y al espíritu de división? ¿O es, como supone el Patriarca, que el "elemento humano" y "debilidad humana" han superado nuestra fe y la unidad del Cuerpo de Cristo?
Para entender mejor la imposibilidad para la Iglesia Ortodoxa y el catolicismo de mantener la identidad de la Iglesia Una, mientras están divididos en asuntos de fe, veamos brevemente el tema de la unión matrimonial. En el matrimonio, un hombre y una mujer se unen en Cristo. Existe una triple unidad, o una unidad entre dos personas en una tercera persona. Esto no es un mero acuerdo humano. Es una unidad theantrópica, una manifestación del misterio de la Encarnación y por lo tanto de la Iglesia, de acuerdo con las palabras divinas del apóstol Pablo: Este es un gran misterio, pero lo digo respecto a Cristo y la iglesia. (Efesios 5:32).
Toda la unidad en la Iglesia es theantrópica. De hecho, los seres humanos verdaderamente unidos sólo se pueden encontrar en la Iglesia, ya que en la Iglesia sólo el hombre ha revestido la theantropía (Gal 3:27), la naturaleza humana de Cristo. Como la naturaleza humana caída y sin redención está irremediablemente rota y dividida dentro de sí misma, separada del principio de la unidad, Dios, el hombre sólo puede estar unido "revistiéndose" una nueva naturaleza humana, la naturaleza humana, la naturaleza en la cual lo primero es el bautismo. Por lo tanto, somos restaurados a la unidad en nosotros mismos, entre nosotros y con Dios sólo a través de la unión con el Dios-hombre en su naturaleza humana, en su Cuerpo, es decir, la Iglesia.
¿Ha habido división? ¿El "matrimonio" se ha derrumbado? Sabemos que la primera de las dos personas ha dejado de existir "en Cristo", se apartó de Cristo, y sólo después de la otra (persona). Esta división humana está necesariamente precedida por una ruptura en la comunión con la Persona Divina en la que se unieron las dos personas. Algo similar se puede decir en el plano eclesiástico.
El Patriarca sostiene que a pesar de que "las Iglesias locales fueron conducidas a la división de la unidad de la fe" y "la única Iglesia se dividió en el tiempo", sin embargo, tanto la Iglesia Ortodoxa como el catolicismo están unidas a Cristo y manifiestan esta unidad con Él por medio de los sacramentos comunes. Esto es imposible, sin embargo, porque si ambas estaban unidas a Cristo, estarían necesariamente unidas entre sí, ya que encuentran su unidad en Cristo. En pocas palabras: si los dos estamos en Cristo, estamos unidos. Si estamos divididos, no podemos estar a la vez en Cristo. En términos de la eclesiología, esto significa que ambas (iglesias) no pueden ser "la Iglesia".
Desde el momento en que uno sostiene que la Iglesia está dividida, ya no puede sostener que los miembros de la Iglesia están unidos a la naturaleza theantrópica del Cuerpo de Cristo. La Iglesia que se considera necesariamente un organismo puramente humano, en el que el "dominio de la debilidad humana y de la impermanencia de la voluntad del espíritu humano" reina y trae división.
También podemos ver esta verdad evidente en las palabras del Apóstol del Amor, el amado evangelista Juan el Teólogo. Afirma que si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso. (1 Jn 4:20). Del mismo modo, ya que el amor nos une a Dios, si decimos que estamos unidos a Dios, pero divididos con respecto a nuestro hermano, no hablamos la verdad. Por otra parte, en el plano eclesiástico, si decimos que las "iglesias" están ambas unidas a Dios, pero están divididas entre ellas mismos, no hablamos la verdad. Porque, si las dos están unidas a Dios, también se unirían entre sí, puesto que la unidad en la Iglesia es en Cristo y por Cristo.
Sobre la base de esta nueva doctrina del Patriarca (del patriarcado), algunos sostienen que una "falsa unión" ya se ha forjado. La mayoría descarta inmediatamente esta afirmación. Es cierto que el Cáliz común, al menos oficialmente y abiertamente, no estaba en juego en Jerusalén o en cualquier lugar de inmediato. Sin embargo, un tipo de "falsa unión" sin lugar a dudas se ha establecido en el nivel de la eclesiología. Porque, cuando se reconocen los misterios de una confesión heterodoxa “per se”, como misterios verdaderos de la Iglesia y, asimismo, se aceptan y se abrazan sus obispos como obispos de la Iglesia Una, entonces ¿no hemos establecido ya una unión con ellos? ¿Acaso no tenemos ya una unión en términos de reconocimiento de su "carácter eclesial" (es decir, la Iglesia Una, en Roma) y de la adopción de una confesión de fe común con respecto a la Iglesia?
Si reconocemos su bautismo como un bautismo válido, es ilógico no reconocer la sinaxis Eucarística en la que se realiza su bautismo. Y si reconocemos su Eucaristía como un solo cuerpo, sería a la vez hipócrita y pecador no establecer la comunión eucarística con ellos inmediatamente.
Es precisamente aquí que el carácter insostenible de la posición del Patriarcado se hace evidente. El hecho de que la Iglesia nunca haya aceptado la inter-comunión con el catolicismo testifica no sólo algunas decisiones tácticas o una postura conservadora, sino su propia identidad como la Iglesia Una y de su visión del catolicismo como herejía. Si este no fuera el caso, sería como si estamos jugando con los misterios y la verdad del Evangelio. Como San Marcos de Éfeso famosamente lo expresó, la "ruptura con los latinos", fue precisamente porque la Iglesia ya no vio a su "iglesia", su asamblea eucarística, como en un espejo, como la expresión de la Iglesia "Cathólica (es decir, universal)" en Roma. Su identidad ya no era la de la Iglesia, sino de la herejía.
De todo lo que se ha escrito aquí, debe quedar claro que hay consecuencias eternas de cada nueva partida de "la fe transmitida una vez", y la nueva eclesiología no es una excepción. Al ignorar las voces contemporáneas de la Iglesia, como es el caso de San Justin Popovitch, del Venerable Filoteos Zervakos y del Venerable Paisios del Monte Athos, aquellos que fueron a Jerusalén a abrazar la nueva eclesiología están conduciendo a sus seguidores incautos fuera de la Iglesia y a los que ya están fuera aún más lejos de la entrada en la Iglesia.
Esta nueva eclesiología es el desafío espiritual y teológico de nuestros días a los que todo cristiano ortodoxo sigue indiferente a sus riesgos y peligros, ya que lleva consigo consecuencias soteriológicas. Cara a una herejía terriblemente engañosa y que conduce a la división, todos estamos llamados a confesar a Cristo hoy, como lo hicieron nuestros antepasados en los días del arrianismo. Nuestra confesión de fe, sin embargo, no es sólo en Su persona en la encarnación, sino Su persona en la continuación de la Encarnación: la Iglesia. Confesar la fe hoy es confesar y declarar la unidad de sus naturalezas divinas y humanas en Su Cuerpo, la única iglesia ortodoxa, sin mezclas, sin cambios, no dividida e inseparable (ἀσυγχύτως, ἀτρέπτως, ἀδιαιρέτως, ἀχωρίστως). [Oros del Cuarto Concilio Ecuménico].